Obra maestra del misterio
He aquí una escultura desaparecida, que está y a la vez no está presente. Es un fantasma de acero de treinta y ocho toneladas que se toca, se ve, pero también se oculta. Richard Serra la ideó para la inauguración en 1986, cuando el edificio que había albergado un hospital pasó a convertirse en un centro de arte, primero, y luego en un Museo Nacional en 1990. Tras su adquisición en 1988, la obra se expuso unos pocos meses, se trasladó a un almacén, volvió a exponerse durante un mes en 1990 se depositó en una nave industrial, propiedad de Macarrón S.A. El museo se olvidó de ella durante años, cuando se acordó era ya 2005 y había desaparecido sin dejar rastro. Ni siquiera existía la nave industrial, ni la empresa que la custodiaba.
Cuando la noticia salió a la luz, a comienzos de 2006, escandalizó al mundo; la crisis fue mayúscula. La policía la buscó desesperadamente, aunque jamás la encontró. nadie supo explicar como se desvaneció, ni a manos de quién, no en que momento. Pese a sus treinta y ocho toneladas, y a su volumen, se evaporó con la estrategia de lo liviano. Se esfumó: una obra maestra de la desaparición.
Pero a veces, con el tiempo, una desgracia se traduce en un golpe de suerte y pasa de fatalidad a maravilla. En 2008 Serra hizo una réplica a la que señaló con el dedo y convirtió, casi por arte de magia, en auténtica. Era, al mismo tiempo, copia y original. Quedó instalada para siempre en esta sala. Pasaron los años y entorno a ella se erigió una leyenda: eso que solo unas pocas obras de arte alcanzan. Está tan cargada de enigmas que desborda sus límites físicos y se despliega por el espacio, llena la sala, se extiende por el Museo, se aventura por el mundo. Quién querría, a estas alturas, saber donde se encuentra. Es más bella así, como obra maestra del misterio. Juan Tallón
Ya en sus comienzos la artista Marisa González (Bilbao 1943), rehuyo acomodarse a los medios convencionales y a las estructuras disciplinares establecidas, y se desmarcó empleando máquinas -fotocopiadoras a color, termofaxes, y otras herramientas que eran por entonces tecnología punta- para su arte.
Curiosamente muchos de estos aparatos, concebidos para el ámbito empresarial, y que no estaban destinados a la creación sino a la perfecta copia. Máquina a máquina, el largo transito de su trabajo fue, además, visitando distintas preocupaciones que a menudo respondían críticamente a asuntos acuciantes del alrededor social.
Salvador Dalí. Figueras, Girona, 1904-1989
Figura en una ventana, 1925. Óleo sobre cartón piedra
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Los inicios de su carrera a principios de los años veinte son un momento de indagación para el joven Salvador Dalí. Antes del comienzo de su etapa surrealista en 1927, el artista experimenta con dos de los estilos predominantes del momento, el cubismo y el realismo, con referencias tomadas de revistas como la italiana Valore Plastici y la francesa L'Esprit Nouveau. De sus obras realistas, destaca la serie de retratos que realiza entre Figueras y Cadaqués a sus familiares, pero especialmente a su hermana Anna María. Ella será la protagonista en seis de las diecisiete pinturas que Dalí mostró en su primera individual en las Galerías Dalmau de Barcelona en 1925.
Figura en una finestra (Figura en una ventana) es probablemente la más importante de estas pinturas de Anna María, una composición equilibrada, clasicista y mediterránea deudora de Jean-Auguste-Dominique Ingres y de Pablo Picasso, en la que Dalí retrata a su hermana, de espaldas, contemplando por una ventana un paisaje de la bahía de Cadaqués. Un paisaje que recuerda, en su quietud y horizontalidad e incluso en su posición, al que aparece representado en el Tránsito de la Virgen de Andres Mantegna, que Dalí observó en el Museo del Prado y que también utilizaría -aunque en este caso solo la referencia a las nubes- en su retrato de Luis Buñuel.










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