lunes, 15 de septiembre de 2025

Visitando un Museo



Realismo y superrealismo en el arte nuevo
 
En los años veinte y treinta se generaliza en Europa una vuelta a la figuración y a la tradición occidental, "un retorno al orden"  y según la expresión de Jean Cocteau. Esta recuperación de la figuración y el objeto fue considerada por algunos artistas como una actualización crítica del pasado artístico, historicista y nostálgico que representaba una auténtica liquidación de las vanguardias históricas. Este proceso que, había comenzado unos años antes, se había producido simultáneamente en distintos países europeos. Por un lado, Francia e Italia, que aportan un clasicismo mediterráneo, con Pablo Picasso, André Derain y los artistas italianos entorno a la revista Valori Plastici; por otro, la crítica social de los artistas alemanes de la Nueva Objetividad.
 

Pablo Picasso
Málaga, 1881-Mougins, Francia, 1973
La femme au Jardin 
 
Entre 1928 y 1932, una técnica nueva, pero conceptualmente semejante al assemblage (que había empleado con madera y cartón desde 1912), permitió a Pablo Picasso profundizar en el proceso constructivo con un nuevo material, el hierro. Para ello contó con la ayuda de su amigo y compatriota, el escultor catalán Julio González. Picasso creó unas obras de enorme libertad respecto a la tradición escultórica, aprovechando objetos encontrados y materiales diversos que serían unificados mediante la forja.
El trabajo de los dos artistas españoles está en el origen de la tradición moderna de la escultura en hierro, uno de los logros de este medio en el siglo XX. La femme au jardin (Mujer en el jardín) fue concebida como monumento funerario a Guillaume Apollinaire. Picasso realizó primero el ejemplar en hierro, encargando posteriormente a González la realización de esta replica en bronce en una tirada de una sola unidad. Ambas obras fueron expuestas en la primera retrospectiva de Picasso en la Galerie Georges Petit de París en 1932.
La escultura es una representación femenina de más de dos metros de alto, fabricada a partir de diversos elementos recuperados e inventados y asentada en una plancha triangular que acentúa el aspecto agudo de la obra. "Lineal y transparente", tal y como lo describió González, esta escultura es una sintesis puramente plástica y espacial en la que la presencia del vacío permite la visión simultánea de todos sus lados.
 

 

José Gutiérrez Solana 
Madrid 1886 - 1945
Procesión de la muerte, 1930 
 
El Solana macabro, atraído por la parca y sus irreversibles efectos, tiene su mejor ejemplo en La procesión de la muerte. Emiliano M. Aguilera, estudioso de la obra del pintor, afirma al referirse a este tipo de representaciones, que José Gutiérrez Solana acusa la impronta de las macabras escenas de Brueghel el Viejo, Holbein el joven o Durero (El caballero de la muerte y el diablo). Pero cabría añadir que a quien rinde homenaje aquí Solana sobre todo es a una cierta tradición hispánica no menos macabra y encarnada básicamente en las vanitas de Valdés Leal. Las imponentes composiciones barrocas ejecutadas con el fin  de recordar al espectador la fugosidad del tiempo -tempus fugit- y la inminencia de la muerte, renace en composiciones como esta impactante procesión o en otras similares del pintor.
El magnetismo que sobre Solana ejercían este tipo de escenas queda patente en el relato incluido en las páginas de su España negra, al descubrir el hallazgo, en una de las salas del Museo de Escultura de Valladolid, de un esqueleto del escultor Gaspar Becerra sobre cuyos descarnados huesos se retorcían multitud de gusanos. Paloma Esteban Leal
 

  

 Las paredes hablan
 
Carteles, prensa y revistas constituyen el medio más importante de difusión ideológica durante la Guerra Civil. Al servicio de una empresa colectiva de enorme magnitud como es la defensa de una idea de nación, fueron además objetos de experimentación en el campo de la propaganda en la que intervinieron numerosos artistas plásticos, fotógrafos, escritores y diseñadores comprometidos con la causa.
 
Durante los años de la contienda los carteles ocupan un lugar privilegiado como medio de comunicación de masas. "Por todas partes se veían carteles revolucionarios, flameando desde las paredes sus limpísimos rojos y azules, que hacían que los escasos anuncios que les rodeaban parecieran manchas de barro". Así recordaba Georges Orwell las calles de Barcelona en Homenaje a Cataluña, 1938. Su elevado número en la zona republicana, la multiplicidad de mensajes y organizaciones editoras y su acumulación en los muros resignificaban el espacio urbano convirtiendo las calles y plazas en un escenario, una máquina-altavoz de agitación y propaganda en el teatro de la guerra.
 

Con similares herramientas, durante la guerra un elevado número de periódicos y revistas apelaban a su público desde puntos de venta de prensa, ámbitos preferentes de intercambio de ideas en las calles. A través de imágenes impactantes, titulares llamativos, diseño de vanguardia o una mera acumulación seriada, la propaganda impresa fue fundamental en la "guerra de ideas". En combinación con los carteles, la propia ciudad, desde los muros y los quioscos, avisa, alerta, recuerda y amplifica su mensaje en todas direcciones.
 
Los proletarios de la cultura
La barraca y las misiones pedagógicas
 
Partiendo de las ideas renovadoras de la Institución Libre de Enseñanza fundada en 1876 por Francisco Giner de los Ríos, se crea en 1910 la Residencia de Estudiantes de Madrid, un auténtico espacio de modernidad, foro de debate y difusión del panorama intelectual de las ciencias y las humanidades de la Europa de entreguerras. Entre sus residentes se encuentran algunas de las figuras más importantes de la vanguardia española como Salvador Dalí, Federico García Lorca y Luis Buñuel.
 
También ligados a la herencia del institucionalismo, surgen durante la II República dos iniciativas culturales dos iniciativas culturales que tendrán como objetivo el desplazamiento hacia zonas rulares de la experiencia de la cultura y la modernidad urbana. La primera de estas iniciativas, en 1931 y bajo la dirección de Manuel Bartolomé Cossío, fueron las Misiones Pedagógicos. Durante los cerca de cinco años que funcionaron, llevaron a casi 7000 localidades de todas las provincias españolas, en muchos casos por vez primera, proyecciones cinematográficas, representaciones teatrales de obras del Siglo de Oro, espectáculos de guiñol, bibliotecas ambulantes exposiciones de arte con réplicas de obras del Museo del Prado. 
 

Con el mismo objetivo, se creó en 1932 el teatro universitario ambulante La Barraca, dirigido por Federico García Lorca y Eduardo Ugarte, cuyos intérpretes eran estudiantes de diferentes disciplinas que aportaban sus experiencias particulares para crear un proyecto transversal. Hasta su cese por la Guerra Civil, representaron por los pueblos de España obras de autores clásicos como Cervantes, Tirso de Molina, Calderón de la Barca o Lope de Vega. 
 



 














¡¡ Palestina Libre!!
  
 
 

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