miércoles, 12 de agosto de 2020

Soy un gato. Natsume Sóseki.



Soy un gato, es una sátira descarnada de la burguesía Meiji. Recorre las peripecias de un voluble filósofo gatuno que no se cansa de hacer los comentarios más incisivos sobre la disparatada tropa  de seres humanos con la que le ha tocado convivir.



 Autor: Natsume Sóseki
Título original: Wagahai wa neko de aru
Traducción del japonés: Yoko Ogiara y Fernando Cordobés
Editorial Impedimenta
Edición: Octubre 2019
Nº de Páginas: 646


Me entretuve un buen rato olfateando una por una las raíces de las plantas de té, y me llegué hasta la valla del cedro que quedaba en la parte más occidental de la plantación. Había un enorme gato negro dormido sobre una cama de crisantemos. Las flores se doblaban bajo el peso de su cuerpo. No pareció darse cuenta de que me acercaba, o al menos no mostró ningún tipo de reacción. En cualquier caso, allí estaba, acostado, todo lo largo que era, roncando ruidosamente. Estaba realmente sorprendido del atrevimiento que mostraba durmiéndose tan despreocupadamente en un jardín. Era negro como el carbón...(Pág.22)
 

Kuro, Emperador del país de los Gatos


"En días de primavera, los gatos leen libros, o bailan".
 


 
(...) Desde el punto de vista de los humanos, la vida de los gatos puede parecer extremadamente simple y económica: siempre tenemos la misma cara y vestimos todas las estaciones del año el mismo traje, viejo y usado. Pero los gatos, eso os lo puedo asegurar, también sentimos el calor y el frío. Había veces en las que incluso consideraba seriamente la posibilidad de darme un buen baño...(Pág. 273)
 
 

 
(...) Como nunca he cazado ninguna rata, Osan no deja de proponer mi expulsión inmediata de la casa. Pero el maestro sabe que no soy un gato vulgar y corriente, y esa es la razón por la que me permite continuar con mi vida ociosa. Por esa comprensión suya, me siento muy agradecido. Es más, aprovecho cualquier oportunidad para mostrarle mi respeto por su perspicacia. Tampoco me enfado especialmente con Osan por lo mal que me trata, pues la pobre es tan corta de raciocinio que no entiende por qué soy como soy. Pero ya veréis cuando llegue el día en que venga a esculpirme para el frontispicio de un templo algún maestro tipo Hidari Jingoró, el autor de la escultura del Gato Durmiente del templo de Nikkó; o bien el equivalente japonés del famoso retratista de gatos francés Steinlen...(Pág. 105)
 
 

 
 
 (...) Una tarde salí a la galería a echarme mi siesta de costumbre. Cuando me quedé dormido, soñé que me había convertido en un enorme tigre. Ordenaba al maestro que me trajese panecillos al vapor rellenos de carne de pollo. El maestro, temblando como una hoja, me traía el encargo con grandes inclinaciones de cabeza, y me daba evidentes muestras de total sumisión. Al poco rato apareció Meitei (Pág. 400)