viernes, 18 de enero de 2019

El Teatro Real


El Teatro Real símbolo de la ambición cultural de gobernantes y ciudadanos, es además una de las referencias urbanas fundamentales de Madrid, un hito escogido entre la lista de sus monumentos.

Situado sobre el solar del contiguo Teatro de los Caños del Peral, frente al Palacio Real del que nació, como pieza de transición entre los entonces distantes mundos de la Villa y Corte, se prolongaba inicialmente en unas galerías que conformaban un espacio homogéneo de ordenada geometría, subordinada a la fachada oriental de la residencia regia. Pronto se vio privado de ellas y hubo de soportar en solitario el rosario de transformaciones que se desarrollarían tanto en el interior como en los alrededores.


El Teatro Real nunca ha dejado de ser la casa de la ópera, aunque desde la lejana primavera de 1925, cuando los ecos de los últimos compases de La bohéme se difuminaron por la sala, se iniciará un largo paréntesis de silencio, sólo aliviado cuando en 1966 fue transformado en sala de conciertos.
 

Veinte años más tarde, el Ministerio de Cultura decidió devolver al Real su antigua función de Teatro de la Ópera. La primera operación fue desalojar a los inquilinos que habían ocupado gran parte del edificio durante las últimas décadas, para lo que se construyeron las nuevas sedes permanentes del Auditorio, Conservatorio, Ballet Nacional y Escuela Superior de Arte Dramático.
 
Es sabido que un teatro de ópera, una de las típologías edificatorias más complejas que existen, solo muestra al visitante una pequeña parte de sus entrañas. Al espectador se le ofrecen tras el telón mundos fantásticos a los que se deja llevar por la música, pero se le oculta la maquinaria que posibilita ese milagro. El teatro es, a la vez, institución cultural y palacio de espectáculos, salón social y casa de la música, y en un sólo edificio el que debe asumir todas las facetas de esta camaleónica personalidad. 


Desde el exterior, la inmensa mole hexagonal se veía encorsetada por las dos fachadas laterales, que siempre le impidieron el crecimiento en esa dirección, pero que no ataban compositivamente la singularidad de los dos alzados principales, cuyo distinto carácter responde a la diversidad  del espacio ciudadano inmediato: hacia la Plaza de Oriente, concebida como parte de una fachada urbana que sirviera de contrapunto al Palacio Real, la piel del Teatro Real resultaba opaca a sus espacios interiores. En cambio, cara a la ciudad, en la plaza de Isabel II, el teatro se singularizaba a través deuna fachada más transparente.






El vestíbulo principal cuyas columnas son de madera de cedro del Líbano y bronce, que destacan sobre el fondo de piedra y estuco en un sobrio diálogo donde la representatividad  descansa en la elegancia de líneas y la nobleza de los materiales y no en los ornamentos.


La historia del Teatro Real no había permitido la conclusión de ningún plan globalizador, por lo que episodios de gran penuria arquitectónica proliferaban en amalgama por diversas zonas de su interior y exterior. Había que respetar la historia del edificio, pero había que recuperar también  el espíritu que la propia historia no había respetado, sin vacilaciones a la hora de adoptar decisiones que a primera vista pudieran parecer drásticas.

Escalera principal de acceso a los pisos superiores, acabada en latón, piedra de Colmenar y mármol.


El propósito era conseguir que la nueva arquitectura se superpusiera a la anterior logrando una perfecta simbiosis que potenciara sus cualidades y fijara su imagen histórica, construyendo un edificio unitario con una estructura compositiva global que respondiera a las más modernas exigencias técnicas y se mostrara acabado y rematado en su interior y exterior.


Esta forma de abordar el proyecto nos hace distinguir tres  actitudes posibles ante el proyecto.
  La superposición de una arquitectura que se singularice de la preexistencia buscando su propio lenguaje contemporáneo y contraponiéndolo al histórico. 

  La adición de una arquitectura mimética con la preexistente, reivindicando la historia y fingiendo que la evolución del edifico se congeló en un época determinada.

  Una tercera vía en que la arquitectura actual se sume sin violencia a la existente pero sin renunciar a su propio lenguaje. Una arquitectura que respete las huellas de la historia y se esmere en conseguir que el edificio sea unitario y coherente. 


EL Teatro Real se ha afrontado desde la perspectiva  de esta tercera vía. La intención expresa ha sido renunciar a un lenguaje de autor, dejando que la arquitectura se manifieste silenciosamente en un diálogo donde las referencias históricas son subrayadas por los elementos contemporáneos que las rematan y completan. 

 
Camerinos colectivos e individuales distribuidos en tres plantas, muy cerca del escenario Los camerinos y vestuarios abrazan la caja escénica desde las crujías laterales, asomándose al basamento de las fachadas y conectando directamente con el escenario. Todos los artistas, cantantes, componentes del coro y ballet, músicos y figurantes, tienen su zona de camerino específica, desde donde, a través de un vestíbulo insonorizado de luz tenue, harán su entrada en escena en el momento preciso.


El primer paso para conseguir un sistema de comunicaciones y estancias perfectamente integrado que no sólo permitiera a todo el mundo llegar a su destino fácil e intuitivamente, sino que hiciera posible a todos los espectadores el disfrute de todos los espacios públicos. Así, siempre hay un vestíbulo cercano a cada localidad, pero en los entreactos también se puede acceder al gran vestíbulo o a cualquier otra sala del edificio, conservando a través de la fachada la referencia del espacio urbano circundante.


Todos los vestíbulos están intercomunicados, pero todos rinden pleitesía al gran vestíbulo principal, grande por su ambición espacial y su marcado carácter que lo hacen ensancharse más allá de las limitaciones de superficie que lo encorsetaban.
 



¡Es maravilloso, es sencillamente maravilloso! ¡Ah, si yo pudiera tan bien, en mis dramas hacer hablar cuatro personajes al mismo tiempo, para que el público pudiera captar las palabras y los diversos sentimientos! Victor Hugo cuando escuchó el cuarteto de Rigoletto


Sala de ensayo de la orquesta, revestida de madera sobre tejido absorvente, se deja envolver por la superficie curva de la cubierta, abarcando el volumen necesario para que las notas musicales resuenen en las mejores condiciones. Unos grandes paraguas de madera se despliegan con la doble función de iluminar y matizar la reflexión acústica, conformando un espacio singular y acogedor que contempla el escaparate del Madrid de los Austrias a través de la columnata de la fachada de Ópera.



 


Multitud de locales secundarios, de servicio y de gestión, completan el teatro que, como un organismo vivo necesita que la savia llegue a cada célula para poder funcionar.
 

Todo este organismo se asegura con un sistema de protección contra incendios que independiza las estancias, según su uso, con tabiques y puertas resistentes al fuego y compuertas cortafuego.






"La danza es el lenguaje oculto del alma"
                                                                 Martha Graham
 

 



"La única verdad es la música"
                                            Jack Kerouac



 


La sala principal con forma de herradura al estilo de los teatros italianos, decorada en rojo y oro con los antepechos que tuvo el teatro  a finales del siglo pasado.







Teatro Real

Plaza de Isabel II, s/n.

Capacidad 1756 personas

Arquitectos: Antonio López Aguado, Custodio Teodoro Moreno y Francisco Cabezuelo
Reconstrucción 1990-97 : José Manuel González Valcárcel y Francisco Rodríguez Partearroyo.



 

lunes, 14 de enero de 2019

Cuentos góticos. Emilia Pardo Bazán




Emilia Pardo Bazán nació en A Coruña en 1852, hija de una familia aristocrática. ya desde muy niña demostró una gran afición por la lectura y empezó a escribir con gran precocidad. Siempre se mantuvo atenta a las novedades literarias europeas, y en 1881 fue la primera que divulgó y defendió el Naturalismo francés en España. Unos años después fue también una de las primeras en señalar el declive del Naturalismo y su sustitución por nuevas corrientes espiritualistas. Tuvo que esperar hasta 1916 para ser nombrada catedrática de Literatura.




 (...) Un paisajista sería capaz de quedarse embelesado si viese aquel molino de la aldea de Tornelos. Caído en la vertiente de una montañuela, dábale alimento una represa que formaba lindo estanque natural, festoneado de canas y poas, puesto, como espejillo de mano sobre falda verde, encima del terciopelo de un prado donde crecían áureos ranúnculos y en otoño habrían sus corolas moradas y elegantes lirios... ("Un destripador de antaño" pág.29-30)


Ardían los cuatro blandones soltando gotazas de cera. Un murciélago, descolgándose de la bóveda, empezaba a describir torpes curvas en el aire. Una forma negruzca, breve, se deslizó al ras de las losas y trepó con sombría cautela por un pliegue del paño mortuorio. En el mismo instante abrió los ojos..."La resucitada" pág. 77)




 Autora: Emilia Pardo Bazán
Título: Cuentos góticos
Edita Uve Books
Colección Tenebre
Nº de Páginas: 147
Edición 2018