domingo, 7 de septiembre de 2025

Los cuernos de don Friolera. Ramón María del Valle-Inclán

 
Hace cien años Valle-Inclán retrató con crudeza uno de los grandes problemas que sufría España: el maltrato a las mujeres. De paso, dio unos cuantos bofetones al ejército, a la iglesia, al rey, al Gobierno y sus corrupciones y a esa cosa del honor español.
Concibió, en un momento de plenitud literaria, la trilogía Martes de carnaval. Encabeza este conjunto la obra Los cuernos de don Friolera, donde el autor sienta las bases teóricas de un género dramático de su invención, el esperpento, para desarrollarlo posteriormente en la propia obra. Los cuernos de don friolera, se publicó por primera vez en 1925 y tuvo su primera representación en 1926 con gran éxito.
 
La trama se expone en tres formatos discursivos distintos: teatro de títeres, representación teatral y romance de ciegos. En ella el protagonista, un militar, entra en una espiral de locura al recibir un escrito anónimo con información infundada sobre su mujer -al modo en que las fake news interesadas pueblan hoy Internet-. El teniente Friolera no sabe gestionar el bulo y desemboca en un aquelarre de celos y honra trasnochada.
 

Partiendo de aquí Valle-Inclán ofrece una apuesta ética y estética en la que transita desde los rapsodas griegos hasta  la farsa, pasando por el redescubrimiento del honor calderoniano, el melodrama, los celos shakespearianos, la reflexión sobre el arte y la historia de España, la variada geografía de la Península, el distanciamiento brechtiano y la omnipresente sabiduría ancestral del pueblo. Todo ello apuntalado por las muy literarias acotaciones del dramaturgo, que en esta ocasión se suman al parlamento de los intérpretes.
 
El protagonista, un ser patético, se mueve en un espacio a modo de panóptico en el que una supuesta colectividad lo observa y lo acorrala como si estuviese en una cárcel o un matadero. La música, el vestuario, la iluminación y todos los elementos que conforman la puesta en escena están al servicio de un expresionismo de alta carga simbólica, que pinta desde lo popular el universo valleinclanesco, con seres estrambóticos, pero también inmensamente humanos. 
 

Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936) llenó toda su época con su extravagante personalidad y su extraordinaria literatura. Desde el ciclo narrativo de las Sonatas (1902-1906) hasta la trilogía incompleta de El ruedo ibérico, pasando por las novelas de La guerra carlista (1908-1909), las Comedias bárbaras (1907-1922) y su impresionante teatro de vanguardia (dentro del cual ocupan un lugar de honor Divinas palabras luces de bohemia, 1920), su espectacular evolución a partir del modernismo de sus primeros años hasta el esperpento conserva en todo momento una profunda coherencia, determinada por su radical compromiso con el lenguaje y su vena de genial estilista.
 

 


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