París 1925 Exposición Internacional de las Artes Decorativas e Industriales Modernas
Esta exposición marcó un antes y un después en el diseño, la arquitectura, la moda y las artes aplicadas. Inicialmente prevista para 1915, se retrasó una década por la I Guerra Mundial. Entre abril y octubre, un gran eje urbano acogió pabellones de distintos países y de reconocidas firmas francesas como Sévres, Christofle o Baccarat, junto a espacios como el Hôtel du Colleccionneur o el Salón del Perfume, donde brillaron marcas como Guerlain y Houbigant.
Esta exposición fue clave para consolidar el Art Decó, un estilo que combinaba racionalismo arquitectónico, vanguardias, nuevos materiales y una estética refinada, aplicable tanto al lujo como a la producción en serie. La muestra fue visitada por 16 millones de personas, convirtiéndose en una plataforma internacional para esta nueva modernidad.
La moda tuvo un papel protagonista, especialmente en el Pabellón de la Elegancia, con creaciones de Callot Soeurs, Jenny, Worth o Lanvin, que aprovechó la ocasión para lanzar su perfume My Sin. Paul Poiret también destacó por su puesta en escena con espectáculos y espacios recreativos.
La exposición no solo dio nombre al estilo Art Decó, sino que proyectó una visión moderna de la vida cotidiana, mostrando como el arte y la industria podían mejorar la belleza, el confort y el optimismo de la nueva era.
Madrid la ciudad en obras
Durante los años veinte y treinta, Madrid vivió una transformación urbana profunda, impulsada por el crecimiento demográfico y las corrientes modernizadoras europeas. La población superó el millón de habitantes, lo que motivó grandes reformas como la tercera fase de la Gran Vía (1925-1932), que cambió el perfil de la ciudad con edificios de líneas modernas y funcionales.
El Art Decó dejo su huella en muchas de estas construcciones como el Edifico Telefónica (1929), emblema del skyline madrileño, o el Edificio Carrión (Capitol), el Coliseum y el Banco Hispano de Edificación. Estos inmuebles combinaban oficinas, viviendas y espacios de ocio, reflejando las nuevas dinámicas sociales y económicas.
Este estilo, sus formas geométricas, líneas estilizadas y materiales industriales, aportó una imagen moderna, cosmopolita y sofisticada a la ciudad, en contraste con los gustos más clásicos de parte de la sociedad. La Gran Vía, en particular, se convirtió en símbolo de modernidad e innovación.
El desarrollo urbano también transformó la vida cotidiana. La aparición de grandes almacenes y galerías acercó el lujo y la moda a nuevos públicos. Cafés, restaurantes y cines introdujeron nuevos hábitos de ocio, convirtiéndose en lugares de encuentro donde el diseño interior y el nuevo estilo de vida se entrelazaban, marcando el pulso de una ciudad en plena modernización.
El diseño gráfico
La exposición de París de 1925 impulsó en España una renovación de diseño gráfico y publicidad, que ya contaban con una base sólida gracias al talento de ilustradores y la calidad de sus imprentas. En Madrid, el Art Decó se incorporó con fuerza a las artes gráficas, destacando por sus motivos geométricos, colores intensos y tipografías estilizadas. Estos elementos dieron vida a figuras dinámicas que expresaban la velocidad y las nuevas actitudes modernas.
El estilo permitió todo tipo de soportes gráficos: envoltorios, catálogos, programas de cine, cubiertas de libros o folletos publicitarios, aportando valor estético a objetos cotidianos. También se reflejó en la prensa ilustrada, con publicaciones como Blanco y Negro, La Esfera o Mundo Gráfico.
Un factor clave en la estética Art Decó fue la influencia del hallazgo de la tumba de Tutankamón en 1922. El fenómeno egiptomaníaco, alimentado en Madrid por las visitas del arqueólogo Howard Carter en 1924 y 1928 -invitado por el Duque de Alba-, avivó la fascinación por los jeroglíficos, los motivos faraónicos y las formas de arte egipcio, que se integraron en carteles, tipografías y decoración.
Este gusto por lo exótico se combinó con las vanguardias europeas como el Cubismo y el Futurismo, creando una estética gráfica audaz e innovadora. La geometría abstracta convivía con la ornamentación inspirada en civilizaciones antiguas, dotando al diseño gráfico de una expresividad sin precedentes y convirtiéndose en un signo de modernidad y sofisticación.
Tiempo Libre
La aprobación de la jornada laboral de ocho horas en 1919 y su reducción a cuarenta horas semanales en 1931 marcaron un hito en la historia social de Madrid. Por primera vez, los trabajadores disponían de tiempo libre regular, dando paso a nuevas formas de vivir y disfrutar la ciudad. Este cambio, unido al crecimiento urbano y demográfico , impulsó una nueva cultura del ocio.
La Gran Vía se convirtió en el corazón del espectáculo madrileño, con cines y teatros que deslumbraban por su arquitectura Art Decó. El Teatro Coliseum, el Cine Callao o el Capitol no solo ofrecían entretenimiento, sino una experiencia visual y estética moderna. El cine, en plena edad dorada triunfaba con las películas de Hollywood, que dictaban modas y actitudes. Pero también había estrellas locales como Raquel Meller, Catalina Bárcena o las Hermanas Pinillos, protagonistas de un vibrante panorama cultural.
El ocio nocturno se renovó con bares y cafés de estética moderna, como Chicote, Miami o el Café Zahara, convertidos en puntos de encuentro de una juventud elegante, urbana y cosmopolita. espacios donde socializar, escuchar música y disfrutar de una atmósfera refinada, acorde al nuevo espíritu de la época.
El deporte también se democratizó. Fútbol, ciclismo, boxeo o natación se popularizaron, dejando atrás el elitismo de practicas como el golf o el polo. La ciudad se llenó de clubes y pistas deportivas, consolidando el deporte como nueva forma de ocio y socialización para todas las clases sociales.
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