La guerra es una expresión de la cultura de los pueblos que implica a todos los miembros de la comunidad y afecta a todas las esferas de la vida. Su análisis, desde el enfoque de la arqueología del conflicto, aporta información a cerca de la sociedad, la organización territorial y política, las prácticas ceremoniales o las conductas de comportamiento.
Aratis, identificada con el yacimiento de Castejón I - El Romeral (Aranda del Moncayo, Zaragoza), fue una importante ciudad celtibérica de la que procede el conjunto de cascos hispano-calcídicos más numeroso que se conoce a día de hoy. Además de su función como arma defensiva, fueron importantes objetos de prestigio. Sus elementos ornamentales reafirman el carácter simbólico que los animales, y en concreto las aves, debieron tener en las creencias celtibéricas, así como su relación con el honorable destino de los guerreros caídos en la batalla: la entrega de su cuerpo a los buitres.
Aratis, un asentamiento celtibérico, controlaba el valle del río Aranda y el camino hacia las minas de hierro y cobre del área del Moncayo. Destaca por su complejo sistema defensivo y es conocido por las monedas con la leyenda de caracteres ibéricos Aratikos /Aratiz. Aunque existen indicios de ocupación de los siglo V-IV a.C., su esplendor se sitúo entre los siglos III y I a.C., momento en el que aumentó considerablemente su extensión, llegando a alcanzar las 12 hectáreas. Su final fue violento y, al parecer, relacionado con la guerra de Sertorio que, entre los años 76 y 74 a.C., asoló todo el valle medio del Ebro.
Nacimiento e infancia
Dar a luz en algunas culturas preindustriales se asemeja a la lucha en la batalla debido al peligro de muerte de la madre y el recién nacido y al acto heroico del alumbramiento. Algunos de los bebés muertos antes o después del parto fueron enterrados bajo las viviendas. Mientras, los niños y niñas suelen representarse en el registro arqueológico a través de juguetes y piezas que muestran un aprendizaje por imitación del mundo adulto.
Los historiadores grecorromanos otorgaron el nombre de la Celtiberia a una zona concreta del interior de la península ibérica situada alrededor de los cursos altos de los ríos Tajo, Jalón y Duero. durante los siglo VI-I a.C., ese espacio fue habitado por pueblos que compartieron rasgos culturales, lingüísticos y materiales (oppida) y menor tamaño (vici, castella) situados en altura y protegidos con murallas y fosos.
Cerca de ellos situaron sus necrópolis de cremación que destacaron por contar con ajuares funerarios de relevante impronta guerrera. Asimismo, establecieron espacios rituales dentro y fuera de los lugares de hábitat.
Su economía se basó en la agricultura, la ganadería, el artesanado y el comercio, labores que fomentaron el contacto con otras culturas, al igual que hizo el mercenariado. Algunos de los asentamientos acuñaron moneda entre los siglos II-I a.C., evidenciando así la jerarquización del territorio y el desarrollo económico y comercial de esta área.
Monedas de Sekobirikez coins of Sekobirikez
(Pinilla Trasmonte, Burgos)
La ceca de Sekobirikez fue una de las más importantes de la Meseta Norte, destacando su gran producción de denarios. Junto con Kolounioku, marca el límite de la Celtiberia por el oeste.
Numancia ( Cerro de la Muela, Garray, Soria) s.II a.C.
La actividad trashumante, fuente de riqueza de la aristocracia, precisó de pastores-guerreros que cuidaran las reses. Al desplazarse por amplios territorios bajo el control de grupos diferentes, fue necesario el establecimiento de pactos para poder atravesarlos sin peligro, un tipo de acuerdo que se materializó en las llamadas "téseras de hospitalidad". Muestra de este intercambio fue la adaptación de la escritura ibérica a su propia lengua.
Trompeta celtibérica. Castiterreño (Izana, Quintana Redonda, Soria). Cerámica. Siglo II a I a.C.
En Hispania no ocurrió nada digno de mención salvo el hecho de que los generales romanos trajeron a su lado a la juventud celtíbera por la misma paga que habían convenido con los cartagineses, y enviaron a Italia más de trescientos hispanos de la alta nobleza para que tratasen de atraerse a los paisanos suyos que servían como auxiliares en el ejército de Aníbal... estos celtíberos fueron los primeros mercenarios que hubo en el ejercito romano. Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, 24, 49.
Los valores asociados a los conflictos bélicos fueron relevantes no solo en la Celtiberia, sino también en las sociedades de la Edad del Hierro, tanto en el resto de Europa (Galia, Etruria, Grecia...) como en la Península Ibérica (galaicos, vettones, iberos...), influenciándose mutuamente. Los celtíberos participaron como mercenarios en algunas de las guerras de las que formaron parte grandes potencias como Roma y Cartago, lo que supuso que el Robur Hispaniae (Floro 1. 33. 9) o "vigor de Hispania" fuera elogiado por los autores clásicos. En todas estas culturas, las armas fueron elementos destinados a proteger y atacar, pero también se consideraron objetos de prestigio como lo fueron determinados adornos asociados a la élite como los collares rígidos o torques.
Los arreos de caballo aparecen en numerosas tumbas con armas pues la posesión de estos animales fue un importante elemento de prestigio. Del mismo modo, las fíbulas de jinete y caballito se interpretan como un símbolo de la élite ecuestre, pero también en la práctica guerrera de cortar la cabeza a los enemigos y de funciones psicopompas, es decir, del transporte del alma del difunto al más allá.
Si bien parte de la historiografía mantiene que la presencia de armas, en las tumbas es un marcador masculino, hubo mujeres que se enterraron con este tipo de elementos. Seguramente este hecho sucediera al ser considerados como un símbolo de alto estatus de la difunta, lo que refuerza el valor de prestigio con el que contó el armamento.
Alas para la guerra (siglos IV - III a.C.)
El uso del bronce en el armamento de esta época queda prácticamente limitado a los cascos. Es ahora cuando aparece el tipo hispano-calcidíco que destaca por su ergonomía, eficiencia en el combate y distinción social.
Las espadas se generalizan, aunque el puñal sigue siendo utilizado mayoritariamente y las lanzas continúan desempeñando su papel como principal arma a nivel táctico. Estas piezas suelen localizarse en las necrópolis, pero también en otros espacios rituales, hecho que refuerza la importancia simbólica del armamento.
Una de las características más destacadas de este tipo de cascos son los elementos decorativos, sobre todo los apliques metálicos que representan alas o cuernos y los soportes para otros adornos perecederos como plumas o cresta de crines. Estos elementos rebasan su funcionalidad defensiva para adentrarse en la esfera psicológica y simbólica.
De esta manera, su portador transmite un mensaje de poder y fuerza al enemigo y también a su comunidad, pues la posesión de estos elementos pudo estar relacionada con su estatus particular.
En la cultura material celtibérica destaca la representación de la cabeza humana, lo que hace pensar que pudo ser la parte del cuerpo asociada simbólicamente al alma y la identidad de cada persona. De ahí que los cascos fueran un arma defensiva de gran importancia simbólica que hubo que decorar, depositar con los difuntos y ofrecer a las divinidades.
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