Autor: Antón P. Chéjov
Título original: Ogni
Traducción: Víctor Gallego
Nº de páginas: 94
Alba Editorial
ISBN: 978-84-8428-603-5
Antón Pávlovich Chéjov nació en Taganrog, a orillas del mar de Azov, en el sur de Rusia, en 1860, hijo de un modesto comerciante, antiguo siervo que había conseguido comprar su libertad. Estudió medicina en la Universidad de Moscú.
1888 fue un año clave en su carrera: publicó su novela corta La estepa junto con En el barranco, escribió su primera obra teatral, Ivanov, y recibió el premio Pushkin. En 1890 viajó a la isla de Sajalín, "con la intención de escribir un libro sobre nuestra colonia penal", que aparecería al año siguiente con el título La isla Sajalín.
En 1896 estrenó La gaviota y en 1899 Tío Vania a las que seguirían Tres hermanas (1901) y El huerto de los cerezos (1904). Maestro del relato corto, algunas de sus obras más importantes se encuentran en este género, en el que ha ejercido una influencia aún hoy vigente.
Una línea de ferrocarril en construcción. Un hombre perdido en la estepa, en un paraje que recuerda "los tiempos del caos". Un ingeniero entusiasta de la vida y la civilización. Un joven Barón pesimista, convencido de que al cabo de mil años no quedará ni huella de la línea ni de los hombres que la construyeron. Al fondo, rescatada del recuerdo, una historia de amor fugaz, triste, vergonzosa.
Luces, publicada en la revista El Mensajero del Norte en 1888, es un cuento canónico en la obra de Chéjov. Posiblemente también lo sea en la historia del propio género. En una entrevista, George Steiner declaró: "Dos páginas de Chéjov crean todo un mundo, y uno nunca olvida las voces".
Benito Pérez Galdós.
Con la Guerra de la Independencia como fondo, Pérez Galdós (1842-1920), refleja el nombre de Alcobendas en Napoleón en Chamartín, uno de sus Episodios Nacionales, en varios pasajes:
...Echóse todo el mundo a la calle en averiguación de lo ocurrido y corriendo de boca en boca las nuevas, exageradas por la ignorancia o la mala fe, bien pronto llegó a decirse que los franceses estaban en Alcobendas (...) .
Y si no, figúrate si será bonito ver a lo mejor de cuando tranquilamente avanzan los franceses, creyéndose seguros, aparecen como llovidas por el flanco derecho las tropas españolas y me lo cogen sin disparar un tiro entre Alcobendas y San Agustín (...) pero bien podría suceder que ese hombre, conociendo que no puede vencernos por la fuerza, intente dar al traste con la astucia a nuestro poderío, y se disfrace con el traje de un payo huevero de Alcobendas, para acercarse a nuestras formidables fortificaciones y estudiarlas cómodamente.
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