miércoles, 12 de febrero de 2025

La visión del juicio. Poemas de amor. Lord Byron


 George Gordon Byron nació en Londres en 1788, pero ha pasado a la historia de la literatura como lord Byron. Descendía de una estirpe de aristócratas marineros, aunque su padre solo heredó deudas. Nació con los dedos del pie derecho hacia dentro, cojeó toda su vida, pero esta leve deficiencia no impidió que desarrollase un temperamento desafiante, viajero y seductor que ha sido recogido y amplificado por la literatura popular, de la que se ha convertido en un icono.
 
  Como poeta su nombre suele pronunciarse al lado de los otros grandes románticos ingleses: Wordsworth, Keats, Coleridge y Shelley. Su fama empezó a cimentarse tras la publicación de Las peregrinaciones de Childe Harold (1818) y desde entonces alternó las composiciones extensas: La visión del juicio (1821), Don Juan (1824); las obras dramáticas: Manfredo (1817), Caín (1821); y las colecciones de piezas más breves.
  Comprometido con los valores de la Revolución Francesa y con los movimientos nacionales de independencia murió en Missolonghi en 1824 tras un ataque epiléptico y unas sangrías mal aplicadas, a las que se resistió tanto como pudo. Al enterarse de su muerte Goethe escribió: "Descansa en paz, amigo, tu corazón y tu vida han sido grandes y hermosos".José C. Vales
 
 

 Autor: Lord Byron 
Título: The Visian of Judgement
Traducción: José C. Vales
Editorial Alba
Edición bilingüe
ISBN: 978-84-9065-425-5 
 
Hilma Klim

4.
Y luego esos pensativos ojos se cerraban
y los párpados intentaban buscarse y unirse,
ocultando las esferas azules que había debajo;
mientras sus largas y brillantes pestañas oscuras
parecían querer ocultar tus dulces mejillas,
como cuando el cuervo extiende su plumaje en la nieve.
 
Hilma klim

5.
Anoche soñé que nuestro amor volvía,
y, qué agradable es decirlo, ese mismo sueño
es más dulce en su fantasía
que si yo ardiera en realidad por otros corazones,
porque nunca habrá miradas que como las tuyas puedan brillar
en la voraz verdad del deseo.
 
Hilma Klim
6.
Por eso, no me hables, no me recuerdes,
aquellos momentos que, aunque se hayan ido para siempre,
aún pueden devolverme un sueño delicioso,
hasta que tú y yo seamos historias olvidadas
e insensibles como la lápida musgosa
que asegura que ya no existimos.
                                                       13 de agosto de 1808 [1809]
 
Hilma Klim



 
 

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