Níjar, pueblo blanco recostado al pie de la sierra de Alhamilla, a 250 m de altitud sobre el nivel del mar y a 30 km de Almería. A mitad de camino entre los desolados parajes del desierto de Tabernas y el Mediterráneo.
Níjar conserva su pasado árabe, con calles estrechas, empinadas, con pequeñas casas de un blanco muy intenso. Y alrededor del pueblo, un paisaje espectacular. Sus habitantes se dedican a la agricultura, al turismo y al comercio ya que mantiene una fuerte tradición artesanal del barro y del telar.
Níjar estuvo poblada desde la Prehistoria, pero no tuvo gran importancia hasta la época árabe. En el siglo XIV formó parte del reino nazarí de Granada. Los cristianos la conquistaron en el siglo XV y a partir de entonces, buena parte de su historia ha sido una lucha contra el medio inhóspito.
Todavía en los años sesenta del siglo XX el escritor Juan Goytisolo, en su obra Campos de Níjar (1959), al tiempo que refleja su fascinación por la comarca, daba cuenta de su atraso. Actualmente, gracias a la captación de aguas subterráneas y al turismo se ha producido un enorme crecimiento y modernización.
El blanco es el color predominante en las casas de Níjar, la mayoría de planta baja y de las que cuelgan y adornan macetas llenas de flores y verdor. Al ascender por las estrechas calles que conducen al núcleo antiguo salen al paso casas encaladas y la mayor parte de ellas con terrazas soleadas y frescos zaguanes.
En Níjar se mantiene muy viva la tradición artesanal que viene de antiguo y que se concreta en la producción de una variada cerámica de tipo tradicional y moderno.. También hay que resaltar los trabajos en esparto y los tejidos como las jarapas multicolores.
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