Autor: Francisco de Quevedo Título: Vida del Buscón
Colección Clásicos Españoles
Nº de páginas: 224
ISBN:84-226-7900-0
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Edgar Gevaert (1891-1965) |
Francisco Gómez de Quevedo y Villegas nació en Madrid, el 17 de septiembre de 1580, en el seno de una familia hidalga procedente de la Montaña santanderina. Su padre, Pedro Gómez de Quevedo, se había establecido en la corte como secretario de la princesa María, hija de Carlos V, y había permanecido en el cargo al servicio de doña Ana de Austria, cuarta esposa de Felipe II. La madre de Quevedo, María Santibáñez, pertenecía a la familia de los Santoyos, un apellido con larga tradición de altos funcionarios palaciegos; ella misma fue dama de la reina.
A los seis años de edad, su padre falleció, quedando bajo la tutoría de don Agustín de Villanueva, protonotario del Consejo de Aragón, quien probablemente lo matriculó en el Colegio Imperial Jesuita.
Estudió en la Universidad de Alcalá, donde alcanzó el grado de bachiller, y en 1601 marchó a Valladolid, donde prosiguió sus estudios en la Facultad de Teología y conoció a las plumas más prestigiosas de la época: Vicente Espinel, Luis Vélez de Guevara..., incluso Góngora y Cervantes residían en la corte vallisoletana o la visitaban asiduamente. Alcanzó un buen conocimiento de los clásicos, una buena formación bíblica y el dominio de varias lenguas, llegó a dominar incluso el árabe y el hebreo. De estos años data su correspondencia con Justo Lipsio, uno de los humanistas más célebres del momento.
En 1606 regresa a Madrid, su carencia de grandes apellidos y patrimonio, unida a su poco agraciado físico ( era cojo y corto de vista) no le auguraban demasiado éxito en el mundo hostil de las intrigas palaciegas. Sin embargo, su extraordinario talento literario le proporcionó, a la par que un sinfín de enemigos, algunas amistades en extremo valiosas de algunos de los personajes más poderosos de la época.
En 1613 entra al servicio de don Pedro Téllez Girón, duque de Osuna y virrey de Sicilia, ejerciendo de consejero de hacienda, embajador y hombre de confianza tanto en Sicilia como, más tarde, en Nápoles. Sin embargo, debido a su supuesta participación en la Conjuración de Venecia. Cuenta la leyenda que tras el fracaso del golpe de Estado que se produjo contra la República de Venecia en 1618, Quevedo huyó disfrazado de mendigo. Tanto el duque de Osuna como Quevedo son llamados a España para dar cuenta de sus actos. Caído en desgracia, don Pedro Téllez Girón fue encarcelado y murió al poco tiempo. Quevedo es confinado en Uclés y, más tarde, desterrado a sus posesiones de la Torre de Juan Abad. De sus servicios al duque solo había obtenido, a la postre, el hábito de la orden de Santiago.
En 1621 Felipe IV había llegado al trono y con él don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares y duque de San Lúcar la Mayor, iba a convertirse en el artífice de esa voluntad. Quevedo, huérfano de protector, no dejó de advertir que el hecho de agradar intelectualmente al poderoso valido podía traducirse en la obtención de un cargo público. Las relaciones del escritor tanto con Felipe IV como con el conde-duque están plagadas de altibajos. Sin embargo, y a pesar de que Quevedo obtenía con sus escritos el beneplácito del conde-duque, hombre realmente interesado por las letras, su pluma satírica le hizo ganar la animadversión de muchos otros.
En 1632 Quevedo parecía haber logrado al fin congraciarse con el poder. En marzo de ese año fue nombrado secretario real, y poco después Olivares le ofreció la embajada de Génova, que Quevedo rechazó ya que conocía bien las tribulaciones que conllevaba un destino como ese. En 1636 la influencia del escritor en la corte era tal que incluso se le atribuía el haber conseguido meter en prisión a don Luis Pacheco de Narváez después de que éste hubiera escrito una comedia en prosa satirizándolo encarnizadamente. Sabemos, sin embargo, que Quevedo residió en la Torre de Juan Abad desde 1635 (un año antes había contraído matrimonio con doña Esperanza de Mendoza, de la que se separó apenas dos años después) hasta 1639 y que sus escapadas a Madrid eran muy escasas. Es por ello que sorprende su inesperada detención, en casa del duque de Medinaceli, el 7 de diciembre de 1639, y el subsiguiente encarcelamiento en el convento de san Marcos de León.
Quevedo envió varias cartas a Olivares pidiendo clemencia: alegaba su estado de salud, que era verdaderamente alarmante. Ninguna de ellas surtió efecto. El rey, más que su privado, parecía dispuesto a hacer oídos sordos al escritor. Cuando el conde-duque cayó en desgracia, en enero de 1643, Felipe IV liberó a todos los que se habían considerado, de alguna forma, enemigos del valido, excepto a Quevedo.
Solo la intercesión insistente de don Juan de Chumacero, por entonces presidente de Castilla, consiguió el perdón para el escritor, que fue liberado en junio de 1643. De vuelta en Madrid pidió audiencia al rey, pero éste quiso recibirle. Concluía así, definitivamente, la relación de Quevedo con el poder. Los dos últimos años de su vida los consagró a trabajar sin descanso: en 1644, desde la Torre de Juan Abad, dedica a Chumacero su Vida de san Pablo, el año siguiente lo ocupó en la redacción de la Segunda parte de Marco Bruto. El 8 de septiembre de 1645, en Villanueva de los Infantes, "cerraba los ojos la postrera sombra".
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Edgar Gevaert |
Vida del Buscón
Es, sin lugar a dudas, la obra festiva más célebre de Quevedo. Su análisis literario es extremadamente complejo ya que los textos conservados demuestran que hubo dos redacciones, suscitando la datación de la obra una gran controversia y un buen número de teorías y existiendo también puntos oscuros en cuanto a la publicación del libro.
La Vida del Buscón parece adscribirse, desde el título, al género de la novela picaresca. Sin embargo, a diferencia de Lazarillo del Tormes y el Guzmán de Alfarache, no existe un propósito que permita articular el relato. Quevedo no ideó al protagonista como ser humano sino como personaje de una farsa cuyo fin es provocar la risa en el lector.
El resto de personajes son, casi en su totalidad, inverosímiles desde el punto de vista de la novela picaresca por el ingenio que despliegan y el lenguaje que utilizan. La novela es una constante explosión de ingenio logrado gracias a la manipulación del lenguaje. El Buscón no pretende probar ninguna tesis , pero sí refleja la ideología de su autor, al menos literaria: la creación de la sorpresa sobrepasando toda lógica lingüística o la invención de las metáforas más arriesgadas son parte del juego que supone toda creación literaria, juego que divierte al autor y hace reír al que lee. Laura Fernández
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Edgar Gevaert |
Edgar Gevaert ( 20 de noviembre de 1891-1965), hijo de un fabricante textil de Oudenaarde. Durante la Primera Guerra Mundial fue soldado y sufrió heridas graves, para recuperarse fue a Aberystwyth en Gales. Allí conoció al escultor George Minne y a otros artistas de las escuelas Latemse. Gevaert se casó con la hija de George Minne, Marie Minne (1895-1985). Sus primeros hijos, de un total de 11, también nacieron en Gales.
Además de pintor fue poeta, escritor y compositor. En 1922 se trasladó a Sint-Martens-Latem. Diseñó su casa de estilo neo-renacimiento. Murió a la edad de 73 años en su amada aldea y está enterrado allí. Después de su muerte, su viuda abrió la casa y el estudio al público. Después de su fallecimiento, el municipio compró el edificio y abrió el Museo Gevaert-Minne en 1994.