viernes, 3 de mayo de 2013

Palacio Real de Aranjuez


Fernando VI y Bárbara de Braganza en los jardines de Aranjuez, 1757
Francesco Battaglioli (Escuela italiana)
Museo Nacional del Prado 


  Aranjuez, es una comarca emplazada en las vegas de convergencia entre el Tajo y el Jarama, al sur de Madrid. Su extensión era un vergel, un oasis y un fértil territorio que fue cedido por Alfonso VIII (siglo XII) a la Orden de Santiago como premio y reconocimiento a su papel desempeñado en la defensa de los territorios cristianos frente a los musulmanes, en época de la Reconquista.


  Felipe II (1527-1598), ejemplo de monarca renacentista, potenció el desarrollo del Arte y de la Naturaleza y sentó las bases del desarrollo posterior de Aranjuez como un "Jardín del Edén" con palacio, jardines, bosques, sotos y huertas.
 
  La monarquía borbónica (1683-1819), transformó Aranjuez en un hermoso paraíso natural y urbano, enclavado en un valle rodeado de huertas, sotos y campos de cultivo.
 
  En el año 2001, Aranjuez es declarada por la UNESCO Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad. El Paisaje Cultural incluido en esta catalogación, hace referencia a Palacio Real, Jardín de la Isla  y Jardín del Príncipe; las Huertas y Sotos Históricos; el Casco Histórico o Ciudad Ilustrada.

Jardín de la Isla




Jardín del Rey

Palacio Real


  El Palacio Real fue iniciado en época de Felipe II (s. XVI) que encargó la obra a sus arquitectos reales, Juan Bautista de Toledo y, Juan de Herrera. Lo más novedoso del conjunto arquitectónico fue la aportación de la filosofía renacentista de la época, preocupada por una vuelta a la Naturaleza, al cuidado del entorno natural y al paisaje.
 
Escalera principal
 

 Sala de Alabarderos del rey, esta sal se conserva tal y como se construyó en el antiguo palacio de Felipe II, con forma de salón cubierto por una bóveda de cañón con lunetos. Con los Borbones fue compartimentada en dos estancias, la primera para la Guardia de Alabarderos, y la segunda como saleta.
 

 La decoración actual es la habitual en los palacios de los Austrias, en que los tapices recubrían eventualmente los muros desnudos. La serie principal narra los desvelos de Vertumno por conquistar a Pomona, y fue tejida en Bruselas. La segunda serie también es flamenca del siglo XVI, y presenta pasajes de la historia de Ciro, rey de Persia.
 
  La Plaza de Armas (extensión flanqueada por la fachada principal y las dos alas del palacio), se convierten en escenario de los desfiles, conmemoraciones y juegos ecuestres propios de la corte.
 
El Niño de la espina

  Finalmente, Carlos III encargó a Sabatini la última ampliación del Palacio añadiendo dos alas unidas a la fachada principal. También data de esta época, la Parada de Palacio, con diez bancos de piedra, en forma de circo romano que es la antesala de la Plaza de Armas. Estos espacios, junto con la Plaza de Parejas fueron escenarios de todos los juegos ecuestres, ceremonias reales y desfiles de la corte española.
 

  Las cortinas de colores y haces de luces entre las hojas, el mosaico cromático, especialmente en otoño, el silencio, el sonido de las aves, el murmullo del agua de las fuentes en las plazoletas, son elementos que nos trasladan a un momento mágico con la naturaleza en su estado más puro.


  Una vez que el impacto del paraje nos permite reparar en otros detalles, es preciso resaltar y valorar la originalidad y genialidad de los creadores de esta obra tan singular.
 

  Originalmente, era un meandro del río Tajo y un canal llamado La Ría. Felipe II y Juan Bautista de Toledo, convirtieron el vergel de la isla en un jardín italoflamenco, regado por las numerosas presas creadas a partir de una ingeniería hidráulica muy avanzada para la época (Presa de Ontigola y Fuente Grande de Ocaña, entre otras).
 

 Los monarcas posteriores poblaron el jardín de fuentes y esculturas mitológicas que, actualmente, ofrecen al turista un paseo acompañado de los dioses: Hércules, Apolo, Diana, Venus, Baco, Neptuno, Cibeles.





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