miércoles, 17 de abril de 2024

Alfama y Belém. Lisboa


Castelo y Alfama: la ciudad vieja
 
Por haber sido poco afectada por el terremoto de 1755, la colina en que se alza el castillo de Sáo Jorge es quizá el verdadero casco antiguo de la ciudad. El carácter laberíntico y policromo de sus escarpadas y sinuosas calles, salpicadas de escadinhas, becos (callejones) y recovecos muy castizos, no podrá desmotivar al viajero que se aventure a descubrir esta parte de Lisboa que recuerda ciudades como Toledo o Segovia.
 
 
En Castelo y Alfama, núcleos de la Lisboa musulmana, se condensan los más genuinos encantos alfacinhas: mercadillos, ropa tendida en balcones con geranios en flor, tascas, pequeños comercios...ambientados por un ambiente popular y acogedor que tiene más de pueblo que de ciudad.
 

 
 
Un pequeño vagón amarillo con asientos de madera y campanilla de repique nostálgico nos traslada hasta el pasado de Lisboa. El icónico tranvía 28 sube a una de las colinas más altas de la ciudad hasta llegar al mirador de Graça, uno de los doce que alberga la capital portuguesa, donde guardan las mejores vistas del castillo de san Jorge, el río tajo y las torres de las iglesias que emergen entre los rojizos tejados de las casas

Alfama ("agua buena" en árabe) y Mouraria, sobre todo, por los azarosos caprichos del devenir, o por la divina providencia, el desastre no afectó tanto a estas zonas como a la que, en tiempos del rey Dom José, pudo ser reconstruida bajo la dirección  del ministro José Sebastiáo de Carvalho, marqués de Pombal.
 

La dimensión de estos barrios es sin duda humana, lo cual constituye uno de sus rasgos más encantadores. Un posible hilo conductor a lo largo de la visita puede ser el trayecto del tranvía 28 (en dirección Graça) que surca las cuestas de estos barrios, ya que, siguiendo las vías del tranvía, el caminante podrá llegar siempre al punto de partida y saber donde se encuentra.
 

 
Pasteles de Belém, este pastel de crema y hojaldre, la parte superior se adereza con canela, dándole un toque tostado, que hace de los bocados una explosión de texturas, se ha convertido en el dulce más famoso de todo Portugal.
 


Monasterio de los Jerónimos

 
Bajando por la avenida Iha da Madeira se llega a la Rua dos Jerónimos, en la que se encuentra el majestuoso monasterio dos Jerónimos, cumbre del manuelino portugués.


La ribera occidental: Belém

Rastelo, la parte más occidental del casco urbano de Lisboa, y una de las más lujosas zonas residenciales, con sus embajadas y palacetes, enlaza con Belém y Ajuda, plagadas de resonancias históricas, que no dejan de sorprender por su monumentalidad y luminosidad: los Jerónimos y la Torre de Belém, son algunos de los ejemplos que convierten esta zona en un punto de visita obligado.


La ejecución del proyecto del monasterio de los Jerónimos -costeado gracias a las riquezas generadas por los descubrimientos y a la Vintena da Pimenta, especie de impuesto de un 5% sobre las recetas resultantes del comercio marítimo- fue una de las primeras medidas tomadas por el rey  Manuel I cuando subió al trono.
En 1495 el monarca pidió autorización al Papa para edificar un monasterio de la orden de san Jerónimo en Restelo, junto a las puertas de Lisboa.
En este lugar, en una época en la que las playas del antiguo Restelo eran utilizadas como lugar de ataque y de partida de muchas embarcaciones rumbo a otros países del mundo, ya existía una pequeña ermita consagrada a santa María de Belém y apadrinada por Enrique el Navagante. 

 
Esta ermita fue donada en 1460 por el infante a la orden de Cristo, de la que él era gran maestre. Los trabajos se iniciaron en 1501, unos 40 años más tarde, inmediatamente después del regreso de Vasco de Gama de la India, y tardó alrededor de un siglo en construirse.
para el monarca, su edificación posee un carácter ideológico y además de índole personal, ya que tenía como propósito afirmar su casa dinástica (los Avis-Beja) y construir un ambicioso panteón familiar.

 
Además, era una manera de reforzar el absolutismo monárquico en Portugal y la imagen del imperio. Fueron varios los responsables de la obra: Diogo Boytac, Juan del Castillo, Diego de Torralva y Jerónimo de Torráo (este último ya en el siglo XV).
Durante el reinado de Manuel I las obras se llevaron a cabo a un ritmo frenético, pero a su muerte (1521) se paralizaron y solo fueron retomadas a mediados de siglo.
 

 


El desarrollo urbanístico de Belém se debe sobre todo a la intervención de los monarcas lusos. Y también directamente relacionado con los descubrimientos portugueses, ya que desde su playa salieron las naves de Vasco de Gama y Pedro Álvares Cabral, y a ella regresaron cubiertos de gloria tras sus conquistas.
 
Puente 25 de abril



Al fondo la Torre de Belém


Un interesante paseo es el que,hacia el oeste, se abre a la zona de los muelles, cruzando la vía del tren (hay un pasaje subterráneo). Allí junto a la doca de Belém, está enclavado el enorme Padráo dos Descobrimentos con su aspecto de nave que e adentra en el río, donde se pueden admirar la Rosa de los Vientos y subir en ascensor al mirador.
 



 
Construido en hormigón y las estatuas en mármol de lioz, es una réplica del original realizado en material desechable para la Exposición del Mundo Portugués de 1940 por los arquitectos Conttinelli Telmo y Leopoldo de Almeida. Posee un auditorio y diversas salas en su interior. Fue inaugurado en 1960 para conmemorar el V Centenario de la muerte de Enrique el Navegante, cuya figura encabeza lo alto de la proa con una pequeña carabela en las manos.
Le sigue una serie de 33 personajes históricos relacionados con los descubrimientos, agrupados en dos hileras.


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