En su libro La ruta de la luz dice el poeta Pablo García Baena que "en el principio era la luz y la luz era Huelva, y la luz de Huelva iluminaba la mar". La luz en Pablo garcía Baena tiene más bien un matiz de germen renovador que reinventa nombres y paisajes, define el color de las palabras y se sitúa como pórtico de la aventura colombina.
Juan Ramón Jiménez, desde las azoteas de la tarde, examina la luz declinante de octubre mientras "las lumbres del ocaso prenden las últimas rosas". La luz en Juan Ramón Jiménez es quizás exploración minuciosa de los fragmentos temporales en los que puede descomponerse el día. O ávido deseo de conocimiento, que provoca éxtasis, asombros y cegueras cuando se contempla desde la blancura inmóvil.
Por que tal vez las carabelas y la nao del Descubrimiento llevaban en las velas el recuerdo de la luz que, un alba imprecisa de 1492, iluminó la audacia de quienes partían a descifrar la incertidumbre. Porque tal vez la luz que deslumbró a Juan Ramón contenía los gérmenes de la verdadera poesía y llenó de fulgores sus versos y derramó la sangre que decora el crepúsculo visible desde las terrazas de Moguer.
Ocupando un terreno de cabezos y marismas, la ciudad de Huelva se extiende en la confluencia de los ríos Tinto y Odiel. De su más remoto pasado destacan los tiempos en los que brilló como centro de cultura tartésica (hacia los siglos VII y V a.c). Fue ocupada por fenicios y cartagineses, que llegaron atraídos por la riqueza minera.
También se asentaron los romanos , que le pusieron el nombre de Onuba. Durante la dominación islámica se conoció con el nombre de Welda y llegó a ser reino de taifa.
Es la iglesia del antiguo convento la que ostenta el título de catedral de Nuestra Señora de la Merced, una vez que , a partir de 1954, fuera creada la diócesis de Huelva. En la fachada barroca de tres calles, dos de ellas están rematadas por breves espadañas, que fueron añadidas en 1915 y se levantan a manera de torres para dar esbeltez al conjunto. La calle central se ordena en tres cuerpos y concentra el repertorio decorativo en los dos últimos, que aparecen poblados de molduras, hornacinas e imágenes. Toda la fachada está envuelta en un color rojizo.
En el interior tres naves luminosas, con altares barrocos que resplandecen en el blanco. Estucos rematando los pilares. Al fondo la capilla mayor, en una especie de camarín sobresale la talla de la Virgen de la Cinta atribuida a Martínez Montañes.
Hasta la Reconquista, perteneció a la cora musulmana de Niebla. Fue en 1262 cuando Alfonso X conquistó Niebla, concediéndole a Huelva fueros y privilegios como enclave integrado en su alfoz.
En el siglo XV pasó a formar parte del señorío de Medina-Sidonia, donde permaneció hasta mediados del siglo XIX.
La Plaza de las Monjas, se postula como el centro de la vida ciudadana, sufrió en 1907 una profunda reforma -a cargo del arquitecto Francisco Monís y Morales- que incluyó la ampliación del espacio entonces disponible a costa de los jardines y caballerizas pertenecientes al palacio de los condes de Niebla, que había sido erigido en los años 1656-57.
Ruta de la presencia ingles. En la Casa de Colón comienza este itinerario que invita a recorrer los lugares relacionados con la presencia inglesa en la ciudad de Huelva. la llegada de británicos a la provincia se explica por el permiso que en 1873 concedió el Gobierno de España para explorar las minas de Río Tinto.
Entre las obras arquitectónicas que mejor reflejan las huellas de la presencia británica en Huelva se encuentra la casa Colón, el barrio Reina Victoria, la estación de Sevilla, el muelle de Rio Tinto y las cocheras del puerto.
Casa Colón fue construida por el arquitecto José Pérez Santamaría como el Hotel Colón por encargo de Guillermo Sundheim entre 1881 y 1883 contando con la colaboración de Andrés mora y promovida Hugh Mathenson, Doetsch y el propio Guillermo Sundheim con el apoyo de la propia Río Tinto Compay.
Fue inaugurada el 26 de junio de 1883. En 1892 se celebraron los actos conmemorativos del IV Centenario del Descubrimiento de América. En 1896 la compañía trasladó sus oficinas y el alojamiento de su personal directivo a dicho edificio, y es a partir de ese momento cuando empezó a ser conocido por el nombre de Casa Colón.
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