Pedro Calderón de la Barca nació en Madrid el 17 de enero 1600 en el seno de una familia hidalga de mediana fortuna procedente de Viveda, en la Montaña santanderina. Antes que él habían nacido sus hermanos Diego y Dorotea; le seguirían José y Antonia. Destinado como segundón a ocupar una capellanía fundada por la abuela materna, cursó sus primeras letras en el Colegio Imperial de los Jesuitas (1608-1613). 
La madre, doña Ana de Henao y Riaño, moría en 1610 de parto, así como la hija que traía al mundo. El padre, don Diego, casado en segundas nupcias con doña Juana Freyre en 1614, fallecería el 21 de noviembre de 1615 dejando de herencia a sus hijos el oficio (había sido secretario del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda del Rey), la capellanía y, sin quererlo, un largo pleito con la madrastra.
Entretanto, Pedro ingresaba en 1614 en la Universidad de Alcalá para estudiar lógica y retórica y, un año más tarde, en la de Salamanca, de donde saldría  en 1620 con el título de Bachiller en Cánones. Por estas fechas, al no pagar el alojamiento en el Colegio de san Millán de Salamanca, fue excomulgado y encarcelado con un primo suyo. En 1621, ya en Madrid, tuvo que refugiarse con sus hermanos Diego y José en la Embajada de Austria, acusados de haber matado a Nicolás de Velasco, hijo de Diego, criado del Condestable de Castilla; los gastos del proceso supusieron la venta del cargo hereditario de su padre.
Las primeras noticias literarias de Calderón, además de ciertos versos de su etapa salmantina, son algunas poesías de circunstancias en certámenes poéticos de carácter religioso. En 1629 ocurría uno de los incidentes más sonados de su vida: persiguiendo al cómico Pedro de Villegas (había herido en una riña a su hermano Diego), quebrantó con otros hombres, espada en mano, el convento de las Trinitarias, lo que le supuso la enemistad de Lope, que ahí tenía a su hija Marcela, y los atques del predicador trinitario fray Hortensio Paravicino, ridiculizado en La dama duende (1629), De todos modos había conseguido integrarse en la buena sociedad y entraba en la década en que compondría muchas de sus obras más célebres, un período en el que merecía cargos y honores en la corte, que es donde pasa a representarse una buena parte de su producción, al tiempo que empezaba a destacar en la celebración del Copus.  
En 1634, el nuevo coliseo del Palacio del Retiro es inaugurado con uno de sus autos y, un año más tarde, es nombrado director de las representaciones de palacio, donde se estrena la primera parte de La hija del aire. en reconocimiento a su labor, Felipe IV le concede el hábito de caballero de Santiago: el proceso tuvo lugar durante los años 1635-1637, y fue necesaria una dispensa papal debido al oficio manual de su padre y, antes, de su abuelo. A todo esto, calderón ya había compuesto La vida es sueño (1635) y El gran teatro del mundo (1636).
Título: El alcalde de Zalamea
Prólogo: John E. Varey
Nº de páginas: 189 
ISBN: 84-226-7903-5  
 Como si se tratara  del foro  de un auténtico tribunal de justicia, la presentación, remontándose a aquellos elementos que aclaran la génesis y naturaleza del caso, seguirá la ordenada lógica del raciocinio.
 Calderón escoge como héroe trágico a un labrador rico, cuya acción, directamente alusiva a graves conflictos sociales del momento, se encamina a la defensa de sus derechos como persona. La constatación de este punto implicará asentir con el protagonista a que, por encima de cualquier distingo que pretenda aducirse, todos somos portadores de una misma dignidad, sobre la que solo el propio sujeto posee la potestad de disponer. 
 Ahí reside una de las grandezas de la obra de Calderón, porque supo dotar a su personaje de una entidad que lo hace resistente a sus circunstancias y, por ello, se eleva desde su situación personal a motivo universal.
los adoquines de la Plaza Mayor
leen y escriben.
                            Latino de Hispalis








 
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