jueves, 20 de junio de 2024

Libro de Horas de Isabel la Católica

Iglesia de la Milagrosa

El Libro de Horas, definido como breviario, tiene su origen en París en el siglo XIV y se difunde ampliamente por Europa de la mano de los reyes, la nobleza y la burguesía enriquecida, que lo utiliza como símbolo de su posición social.

  La generalización del libro manuscrito desde el siglo XIII, con la creación de la mayor parte de las Universidades de Europa, hubo de abaratar sus precios, rebajando en consecuencia sus calidades artísticas o suprimiéndolas en absoluto; así, como reacción al libro vulgar y utilitario, surge una nueva clase de lectores y poseedores de libros, los bibliófilos, sosteniendo con sus encargos y adquisiciones la maestría y buen arte de los talleres caligráficos y de pintura de libros.
 
 
En Castilla, el primero de nuestros bibliófilos fue Alfonso X el Sabio que poseyó una exquisita colección: los códices de sus propias obras son preciosos y característicos, obras maestras del del gótico español del siglo XIII, del taller de libros instalado en el Palacio Real.
  Uno de los grupos de libros selectos que comenzaron a realizarse y cuya perfección se alcanza en el siglo XV, fueron los Libros de Horas, así denominados porque reunían en su texto una colección de oraciones derivadas del Breviario, el calendario, la Vida y Pasión de Jesús, el Oficio de la Virgen, los Salmos de David o Salterio; los Salmos penitenciales y el Oficio de difuntos y como en una especie de apéndice, el Santoral muy restringido, con oraciones a los santos de la devoción de un determinado país o personales del poseedor del libro.


Estos manuscritos fueron enriquecidos desde muy pronto con miniaturas y muy bellos adornos y se llegó a crear una categoría libraría de precio y de valor artístico, sobre todo en Francia, en Italia y más tarde en Flandes. Se conservan un gran número de ellos en todas las grandes Bibliotecas y colecciones de Europa y por su carácter excepcional Las Ricas Horas del duque de Berry (siglo XV) entre otros.
 
  La mayor parte de Libros de Horas existentes en España proceden de las antiguas colecciones de los monarcas de Castilla y Aragón y de la Casa de Austria, como lo demuestran los importantes depósitos de las Bibliotecas de El Escorial, Biblioteca Nacional de Madrid (primera Real Pública) y del Palacio Real de Madrid (privada de la corona) y de los libros legados por Isabel la Católica a la Capilla Real de Granada.
 
 
Cuando examina el contenido de los ejemplares, de lecturas de la reina se comprueba que uno de los valores predominante de la soberana era la religiosidad, aspecto sobre el que Gómez Manrique reconvino con mesura a la interesada en unos conocidos versos:

El rezar de los Salterios
y el dezir de las Horas
dexad a las oradoras
que están en los monesterios.
Vos, señora, por regir
vuestros pueblos y regiones,
por hazerlos bien bevir,
por los males corregir,
posponed las oraciones.
 
Las palabras del poeta respondían a una realidad si nos atenemos a los datos que proporciona su inventario. Tal vez la tónica general de ese conjunto refleje lo que era estimado como literatura ideal para la condición femenina, sobre todo si la interesada pertenecía a un estrato social elevado.
 

 

Un suntuoso códice para un famoso personaje histórico
 
 La legendaria biblioteca del Duque de Berry fue conocida y admirada por sus contemporáneos gracias a la alta calidad y profusa decoración con la que contaban la mayoría de sus volúmenes.
Jean de Berry fue, por encima de todo, famoso por su condición de coleccionista bibliófilo y apasionado por la artes, coleccionó un elevado número de obras de arte, incluyendo manuscritos iluminados de incalculable valor. Fue mecenas de los iluminadores más exitosos de su época y buscó infatigablemente los mejores ejemplares. También llegaron a sus manos muchos manuscritos en forma de presentes por parte de familiares y amigos. En total, se calcula que su biblioteca comprendía unos 300 manuscritos al final de sus días.
 

Las Bellas Horas
fue, sin duda, su libro más personal. Para un encargo de semejante importancia contó con los iluminadores más famosos de su tiempo: los hermanos Pol, Herman y Jehanequin, Limbourg. Criados en el barrio artesano de la ciudad de Nimega (Paises Bajos) durante el siglo XIV, trabajaron durante un tiempo al servicio del Duque de Borgoña, hermano del Duque de Berry. Cuando el primero murió, Jean de Berry les ofreció puesto como artistas en su corte y les encomendó la tarea de llevar a cabo la magnífica decoración de las "Belles Heures". Sin la perfecta y fructífera combinación del talento de estos tres artistas, junto con la generosidad insuperable de su patronazgo, esta verdadera obra maestra no habría visto nunca la luz. 
 


Iglesia de san Judas Tadeo. Madrid

La Virgen de la granada


 

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