Antonio Palacios
el Arquitecto de Metro
El comienzo del siglo XX sorprendió a Madrid sin haber experimentado las transformaciones urbanas de la Europa contemporánea. Tan solo la apertura de la Gran Vía da un apunte de cual es la escala de ciudad que es necesario manejar para conseguir cambios significativos. De la mano de Antonio Palacios, Madrid va ha conseguir esa nueva escala, acorde con la dimensión metropolitana que le corresponde.
Antonio Palacios, gran amante de las Bellas Artes, mantuvo siempre mucho interés por la plasticidad de los materiales y su capacidad de transmitir sensaciones a través de su distinto tratamiento y combinación. Uno de los aspectos más interesantes de su arquitectura es el uso que hace de los lenguajes arquitectónicos del pasado y como los redefine y actualiza en sus obras. Palacios es una figura que claramente destacaba por su capacidad creativa y su enorme virtuosismo lingüístico.
Su versatilidad arquitectónica, fruto en parte de la búsqueda incansable de un estilo propio le lleva a destacar como arquitecto con una sólida obra construida en la capital. Para entonces, los ingenieros de la Compañía Metropolitano Alfonso XIII ya habían confiado en su prestigio par respaldar el proyecto.
Su participación en tan singular empresa le condujo al estudio de la ciudad con unos nuevos parámetros desde los cuales la ciudad de la superficie convive con la nueva ciudad subterránea, se conectan y emergen la una en la otra. Un nuevo concepto de entender el espacio y de crear ciudad.
Estación de Sol Metro de Madrid 1949 |
Maison Macao
Calle Preciados, 33
La historia de Madame Lu contada a través de sus paredes y su carta. Miguel y María era una pareja felizmente casa que vivía en Madrid. Sus calles y su bullicio formaban parte del día a día de esta pareja, a la que también les encantaba viajar, sobre todo a destinos del sureste asiático. Estaban en uno de esos viajes por Macao cuando, en un día soleado visitando la Catedral de san Pedro y dando un paseo por los rincones aledaños, se encontraron con un orfanato donde sus imponentes puertas de estilo colonial llamaron su atención.
Ese lugar iba a cambiar sus vidas. La monja que estaba en la puerta les invitó a visitar el centro y, una vez dentro pudieron comprobar lo muy poco que hace falta para ser feliz, pues aquel precario sitio inundado por las risas y los correteos de los pequeños que lo habitaban. Fue alrededor de una gran mesa de madera en la que malcomían aquellos pequeños donde ocurrió el flechazo: María se quedó hechizada con la brillante mirada de los ojos rasgados de aquella pequeña niña risueña que, le cambiaría la vida por completo.
La pequeña les empezó a seguir y lo tuvieron claro: aquella conexión que estaban sintiendo era la señal para darle una vida mejor. Adoptarla y traerla a Madrid y mantener su nombre Lu, una conexión con sus raíces.
Lu, cuando sus padres fallecen, que ahora ya es Madame Lu, decide reconvertir ese piso en pleno centro, en un restaurante donde plasmar todos los detalles de los viajes que ella y su familia habían hecho. Ese restaurante abrió sus puertas...Maison Macao.
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