Rosaleda del jardín de san Francisco el Grande |
Real Basílica de san Francisco el Grande
Aunque el nombre oficial del templo sea el de santa María o Nuestra Sra. de los Ángeles, el pueblo de Madrid siempre lo ha conocido como san Francisco el Grande, para diferenciarlo de otro pequeño convento en la puerta del Sol. Ubicado en el lugar donde la tradición cuenta que el propio san Francisco levantó una pequeña capilla en su peregrinación a Santiago de Compostela a principios del siglo XIII, la primera piedra de la actual Real Basílica de san Francisco el Grande fue puesta en 1761.
El diseño inicial del franciscano Francisco Cabezas se enfrentó a algunos problemas que retrasaron su construcción y que produjeron que otros arquitectos como Francisco de Sabatini o Miguel Fernández, director de la Real Academia de san Fernando, fueron los encargados de su construcción.
Este jardín se encuentra en el solar de 4.200 metros cuadrados donde estuvo el antiguo convento de san Francisco, demolido a mediados del siglo XX por encontrarse en ruinas.
Hasta 2.007 no tuvo ningún uso y fue en ese año cuando el Ayuntamiento de Madrid convirtió el espacio en un jardín temático de dalias, la antigua dalieda de san Francisco. Posteriormente, en 2.016, se modificó la composición de las plantaciones y se apostó por los rosales debido a su gran capacidad de adaptación al clima madrileño y a su mayor floración.
En la actualidad los Jardines de san Francisco el Grande cuenta con 21 variedades de rosales que alcanzan su máximo esplendor en los meses de mayo a junio.
El parque se encuentra en la zona denominada "Las Vistillas" por ser la más alta del Madrid de los Austrias y su mirador se ha convertido en uno de los lugares más transitados para ver puestas de sol en la ciudad.
Antecede al mirador el grupo escultórico san Isidro Labrador, obra en la que se representa al patrón de Madrid recostado y un ángel que posa una mano sobre su cabeza para inducirle a dormir. Esta fue una de las esculturas que realizó Santiago Costa en 1952 para homenajear al arquitecto Juan de Villanueva. su emplazamiento original fue la fuente del la Glorieta de san Vicente, donde estuvo hasta 1955.
El 6 de diciembre de 1784, tuvo lugar la solemne inauguración de la iglesia bajo la presidencia del rey Carlos III, quedando vinculada desde entonces a la Obra Pía de los Santos Lugares. De esta época data también la construcción del convento para el alojamiento de la Orden Franciscana.
Su estricto estilo neoclásico (el uso de los órdenes clásicos en su simétrica fachada; la combinación de los volúmenes de la esfera y el cubo en su interior; y la sobriedad de su decoración original) es la expresión del ideario de la Ilustración, donde la razón se alza como el instrumento modernizador del país.
Los muros interiores y la cúpula, de 33 metros de diámetro, estaban encalados para resaltar las pinturas de enorme formato obra de los más importantes artistas de la época. La indulgencia de la Porciúncula de Francisco Bayeu ocultaba el altar mayor y a san Bernardino de Siena, de Francisco de Goya en la capilla de san Bernardino de Siena, donde el pintor se incluyó entre los caballeros mirando directamente al espectador.
La iglesia de san Francisco el Grande pasó a convertirse en la sede permanente de los capítulos de varias de las órdenes militares españolas y de la Orden del Santo Sepulcro, como atestigua la capilla de Santiago. Por su parte, la capilla de Nuestra Sra. del Olvido o de Carlos III, con la que el reformismo borbónico premiaba a sus más destacados reformadores.
Durante el reinado de Fernando VII fue el escenario de varios de sus enlaces y de los funerales de las reinas María Isabel de Braganza y María Josefa de Sajonia. La iglesia sufrió un importante deterioro durante la Guerra de la Independencia y la desamortización del gobierno de Juan Álvarez de Mendizabal en 1835 que dispuso su uso como cuartel durante un siglo.
Durante estos años hubo un proyecto de convetir el edifico en Panteón Nacional, llegándose incluso a trasladar a él los restos de Garcilaso de la Vega, el Gran Capitán, Francisco de Quevedo, entre otros. Tras el abandono de esta idea, la celebración en san Francisco el Grande de los solemnes funerales de la reina Mercedes, esposa de Alfonso XII, obligó al gobierno de Antonio Cánovas del Castillo a emprender su recuperación que se prolongó hasta 1917.
Una recuperación que fue más allá de una restauración, pues los trabajos del arquitecto Simeón de Ávalos, del decorador José Marcelo Contreras y del pintor de temas históricos Carlos Luis de Rivera transformaron su original sobriedad neoclásica en la actual abigarrada exhibición iconográfica repleta de color.
Su reinstauración como lugar de culto en 1889 y el regreso de la orden franciscana en 1926 marcaron su uso durante el primer tercio del siglo XX.
Durante la Guerra Civil, san Francisco el Grande albergó y protegió las colecciones del Palacio Real de Madrid. A partir de 1939 la iglesia de san Francisco el Grande retomaría su carácter religioso y su adscripción a la Orden Pía de los Santos Lugares dependiente del Ministerio de Estado. En 1963, el Papa Juan XXIII elevó la dignidad de la Real Iglesia de san Francisco el Grande a la de basílica.
Zarzuelas, novelas, teatros, cuplés...La violetera, homenaje a las floristas callejeras del siglo XIX.
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