lunes, 20 de mayo de 2024

Gustavo Adolfo Bécquer. Leyendas en la ciudad de Soria

Soria, homenaje a Bécquer

 Gustavo Adolfo Bécquer nació en 1836 en Sevilla, en el seno de una familia de artistas. Desde muy temprana edad, sintió inclinación por el arte, primero el dibujo, más tarde la poesía, pero su vida no fue fácil.
En 1841, a punto de cumplir cinco años, muere su padre, dejando a la familia en una difícil situación económica, y pocos años más tarde fallece su madre. En su adolescencia, gracias a su madrina, lee a Victor Hugo, Lord Byron y a José de Espronceda.
 Deseoso de comenzar una carrera como escritor, en 1854 se traslada a Madrid, donde sobrevive como puede colaborando en revistas y periódicos, llegando a dirigir algunas de estas publicaciones. En esta época escribe los textos que le han hecho pasar a la posteridad, pero su temprana muerte a los 34 años le impidió ver publicadas sus Rimas y leyendas, apenas un año después, en 1871. 
 

 
Valeriano y Gustavo llegaron a Soria buscando las raíces, lo genuino. Una provincia para descubrir, un lugar donde las tradiciones, que tanto les interesaban, seguían intactas. En Soria capital escogieron como escenarios de sus obras las margenes del río Duero, los restos de la muralla, los monasterios de san Juan de Duero y la ermita de san Saturio.
 
 
 En Soria conocerá Gustavo Adolfo a su futura esposa, Casta Esteban y de las tradiciones locales de esta tierra castellana extrajo la materia prima para algunas de sus inmortales Leyendas. El rayo de luna. El monte de las Ánimas y La mano muerta, ambientada en tierras de Gormaz, en época medieval. También Antonio Machado escribiría sobre esta Leyenda de la Laguna Negra, La tierra de Alvargonzález. La avaricia y la violencia de unos hermanos enfrentados por la sed de tierra.


 Acompañado de Valeriano y sus respectivos hijos se marchan a Soria, a casa de su tío Francisco, entre 1859 y 1868, las tierras de Soria fueron lugar de reposo, fuente de inspiración y referencia literaria y pictórica para los hermanos Bécquer.


 Por los tenebrosos rincones de mi cerebro acurrucados  y desnudos duermen los extravagantes hijos de mi fantasía, esperando en silencio que el Arte los vista de la palabra, para poderse presentar decentes en la escena del mundo.
   Fecunda, como el lecho de amor de la Miseria, y parecida a esos padres que engendran más hijos de los que pueden alimentar, mi Musa concibe y pare en el misterioso santuario de la cabeza, poblándola de creaciones sin número, alas cuales ni mi actividad ni todos los años que me restan de vida serían suficientes a dar forma.
 


Ermita de san Saturio del siglo XVII. Cuenta la tradición que en el siglo VI el noble soriano Saturio repartió sus riquezas entre los pobres y marchó a vivir a unas cuevas junto al río Duero. Los primeros datos que dejan constancia de la existencia de un oratorio de san Miguel que luego pasó a llamarse san Saturio, datan del año 1148. Posteriormente se hicieron algunas reparaciones y debido al hundimiento del mismo, en el año 1694 la ciudad de Soria acordó reedificar una iglesia de nueva planta. 

 
El edificio: El conjunto está formado por unas grutas naturales, sobre las que se construyó un edificio dedicado a uso religioso. Cuenta con diferentes salas. La iglesia es de planta central octogonal, el altar barroco profusamente decorado, alberga un busto relicario del santo con sus restos. Bóveda, cúpula y muros están decorados con frescos, del pintor barroco soriano Juan Zapata Ferrer. En las paredes pasajes de la vida del santo y en la cúpula, aparecen os principales anacoretas de la cristiandad.
 


Iglesia de santo Domingo del siglo XII. La Biblia de piedra.
 
 
Historia: De la primitiva iglesia en honor a santo Tomé solo quedan algunos tramos. Este templo se destruyó parcialmente y a finales del siglo XI se construyó otro más grande. En el siglo XVI se reformó gran parte de la iglesia y se fundó anejo un convento de dominicos que la rebautizaron como iglesia de santo Domingo. En 1853 ocupan el edificio la Comunidad de Hermanas Clarisas, actuales moradoras.
 
La esposa de Alfonso VIII, posible mecenas de la obra, era Leonor de Plantagenet, hija de los reyes ingleses Enrique II y Leonor de Aquitania y hermana de Ricardo Corazón de león y Juan sin Tierra.
 

El templo tiene planta de cruz latina, con tres naves siendo más grande la central y cubierta por bóveda de cañón. Destaca sobre todo la fachada. Tiene forma de frontón triangular  coronado por una cruz florenzada, con un gran rosetón central y filas de arcos ciegos en los laterales. En las jambas de la entrada los capiteles están decorados con escenas biblicas del Génesis y de la vida de Cristo. En el tímpano aparece Dios sedente con el Niño en sus piernas, cuatro ángeles portando los símbolos de los evangelistas, el profeta Isaías y la Virgen María. La riqueza de las arquivoltas la convierten en una de las más alabadas del románico español. La 1ª representa los 24 ancianos músicos del Apocalipsis, la 2ª la matanza de los Inocentes, la 3ª escenas de la vida de la Virgen y del nacimiento y vida de Jesús y la 4ª la pasión, muerte y resurrección de Jesús. 


 El Monte de las Ánimas

  La noche de difuntos me despertó, a no sé qué hora, el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.
 
  Intenté dormir de nuevo; ¡Imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que desboca, y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato, me decidí a escribirla, como, en efecto, lo hice.

   Yo no la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza, con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche...
 

 El rayo de luna

  Era noble, y había nacido entre el estruendo de las armas, y el insólito clamor de una trompa de guerra no le hubiera hecho levantar la cabeza un instante ni apartar sus ojos un punto del oscuro pergamino en que leía la última cantiga de un trovador.
 
  Los que quisieran encontrarle, no lo debían buscar en el anchuroso patio de su castillo, donde los palafreneros domaban los potros, los pajes enseñaban a volar a los halcones y los soldados se entretenían los días de reposo en afilar el hierro de su lanza contra una piedra...
 



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