"No volverás a mirar tu reloj, ese objeto inservible que mide falsamente un tiempo acordado a la vanidad humana, esas manecillas que marcan tediosamente las largas horas inventadas para engañar el verdadero tiempo, el tiempo que corre con la velocidad insultante, mortal, que ningún reloj puede medir."
Es uno de los escritos más vertiginosos de Carlos Fuentes, un jardín maléfico circunda una casona en la que el tiempo, indócil, favorece el desconcierto. Habitan este enclave elementos como el laberinto, el doble, la espectral línea entre la vida y la muerte que, al difuminarse, hace brotar lo ominosos y genera una Aura poblada por sombras ambiguas y silencios enmohecidos.
Autor: Carlos Fuentes
Ilustraciones: Alejandra Acosta
Epílogo: María Negroni
Nº de pág. 68
Libros del Zorro Rojo
ISBN: 978-84-946744-9-5
Fuertes escribió esta nouvelle de un tirón, en 1962, cuando todavía se hallaba bajo el efecto hipnótico del film Ugetsu Monogatari (Cuentos de la luna pálida de agosto), de Kenji Mizoguchi. Inspirándose, a su vez, en un relato gótico de Guy de Maupassant ("Décoré), el cineasta japonés había elegido un escenario de niebla, violencia y silencio para desplegar, en un contexto medieval, el tema de la ambición y la lujuria de un hombre. La necrofilia, la imposibilidad de discernir sueño y vigilia, el vinculo elusivo entre sexualidad y poder, la mujer duplicada (dos figuras femeninas tratan de seducir a Genjuro) y las sorpresas de un tiempo no lineal están allí presentes sin remedio.
Carlos Fuentes ( ciudad de Panamá, 1928 - Ciudad de México, 2012), hijo de un diplomático, pasó su infancia en diversas capitales de América. A los dieciséis años llegó a México para terminar el bachillerato, licenciarse en Derecho y economía y seguir la carrera diplomática.
Entre otros premios, recibió el Rómulo Gallegos (1977), el Cervantes (1987) y el Príncipe de Asturias de las Letras (1994).
El hombre caza y lucha. La mujer intriga y sueña; es la madre de la fantasía, de los dioses. Posee la segunda visión, las alas que le permiten volar hacia el infinito del deseo y de la imaginación... Los dioses son como los hombres: nacen y mueren sobre el pecho de una mujer...Jules Michelet
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