El día y la noche: dos caras para una sola plaza
La famosa plaza Jemaa el Fna es una de las más fotografiadas de Marruecos y uno de los mayores puntos de interés de Marrakech. Es mucho más que un espacio amplio rodeado de construcciones: es el corazón donde late la ciudad, el punto de encuentro de sus gentes, es un trasiego constante de gentes, voces, músicas, algo indescriptible que merece la pena ser vivido.
Marrakech e, junto a Fez y Mekínez, es el centro de esa cultura de la algaravía que tiene al mercado como eje fundamental de la vida social. La plaza Jemaa el Fna fue declarada Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por la Unesco.
Uno de los rasgos de identidad de la plaza Jemaa el Fna es la metamorfosis que experimenta al caer la noche. Si por el día reina un ambiente social y comercial, por la noche este gran espacio se impregna del aroma de las especias, de la comida recién hecha procedente de los diferentes puestos, de las músicas y el bullicio de la gente. una atmósfera única y genuinamente marroquí.
El colorido de los productos en venta, la confusión de voces, las llamadas a la oración desde cercana Koutubia, la música. La lista de puestos y oficios que aquí se ven desplegados es enorme: aguadores, encantadores de serpientes, escritores de cartas, vendedores de todo tipo de artículos.
Además de todos estos puestos desmontables, en el perímetro de la plaza Jemaa el Fna, hay locales permanentes, principalmente de hostelería: restaurantes, cafés y bares con un ambiente que va desde lo turístico a lo literario. El más famoso el Café Francia.
La plaza Jemaa el Fna cuenta con algunas construcciones de interés. Sobresale el minarete de la gran mezquita Koutubia, emparentada estilísticamente con la Torre Hassan de Rabat y la Giralda de Sevilla. La muralla que recorre una parte de la plaza y rodea la Medina es también un interesante legado de la historia, datan del siglo XII.
Cave mencionar el nombre de varios personajes importantes que están ligados a la plaza Jemaa el Fna. El cineasta Alfred Hitchcock, que rodó aquí escenas de El hombre que sabía demasiado. Y el escritor español Juan Goytisolo, gran amante de la cultura árabe, asiduo de los cafés de esta plaza.
Marrakech
Oía tu voz en el zoco,
los anfitriones anudaban su oración
en el tramo del día
y en la noche eras la luz
dentro de las lámparas.
En Casablanca el mar parloteaba y creí escucharlo
en mis latidos en Gueliz.
Los monos y serpientes
abrazaban su sombra
antes de convertirse en jirones.
Y la esmeralda de de Majorelle
era un espejismo habitado por bereberes.
Aún leo tu nombre
Sudo por el que dejó de reír,
por el que ha perdido los motivos.
lloro por mí.
Aún leo tu nombre.
Sudo por el que dejó de reír,
por el que ha perdido los motivos.
Lloro por mí.
Abro mi desierto de par en par
con mi casa en las pupilas
y en las alas de mis ojos te encuentro.
Marizela Ríos Toledo
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