Monasterio del Escorial y Monte Abantos
El Monasterio del Escorial se levanta sobre un collado. La ladera meridional de este collado desciende bajo la cobertura de un boscaje, que es a un tiempo robledo y fresneda. El sitio se llama "La Herrería". La cárdena mole ejemplar del edificio modifica, según la estación, su carácter merced a este manto de espesura tendido a sus plantas, que es invierno cobrizo, áureo en otoño y de un verde oscuro en estío. La primavera pasa por aquí rauda, instantánea y excesiva -como una imagen erótica por el alma acerada de un cenobiarca. Los árboles se cubren rápidamente con frondas opulentas de un verde de un verde claro y nuevo; el suelo desaparece bajo una hierba de esmeralda, a su vez, se viste un día con el amarillo de las margaritas, otro con el morado de los cantuesos. Hay lugares de excelente silencio. Cuando callan por completo las cosas en torno, el vacío de rumor que dejan exige ser ocupado por algo, y entonces oímos el martilleo de nuestro corazón, los latigazos de la sangre en nuestras sienes, el hervor del aire que invade nuestros pulmones y que luego huye afanoso.
Vista del Monasterio de El escorial con monje
Michael Ange Houasse (1680-1730)
Todo esto es inquietante porque tiene una significación demasiado concreta. Cada latido de nuestro corazón parece que va a ser el último. El nuevo latido salvador que llega parece siempre una casualidad y no garantiza el subsecuente. Por esto es preferible un silencio donde suenen sones puramente decorativos, de referencias inconcretas. Así en este lugar. Hay aguas claras corrientes que van rumoreando a lo largo y hay dentro de lo verde avecillas que cantan -verderones, jilgueros, oropéndolas y algún sublime ruiseñor.
Una de estas tardes de la fugaz primavera, salieron a mi encuentro en la Herrería estos pensamientos...(José Ortega y Gasset "Meditaciones del Quijote")
Cuenca del Guadarrama
Hasta Guadarrama, el río Guadarrama no recibe un bautizo bien definido. Ha nacido de forma dispersa con las aguas recogidos en el puerto de la Fuenfría, Cerro Ventoso y Siete Picos, por los arroyos de la Vega y Navalmedio. Drena toda la rampa de El Escorial y cruza los términos de Cercedilla, Los Molinos y Guadarrama, de donde, toma su nombre.
Es río de largo recorrido, casi 80 kilómetros hasta que desemboca directamente en el Tajo, aguas abajo de la ciudad de Toledo. Y productivo, pues da forma y vida a los embalses de La Jarosa, Valmayor y Los Arroyos.
Guadarrama comparte con la sierra madrileña por excelencia.. En su cuenca se acomodan buena parte de las localidades -San Lorenzo de El Escorial y Cercedilla a la cabeza- en las que se inventó el concepto de veraneo, mucho antes de que las lejanas poblaciones costeras recibieran el aprecio de los madrileños.
Jardín de los Frailes y Galería de Convalecientes
El ferrocarril puso la sierra al alcance de los dedos. Hace algo más de siglo y medio. Fue entonces cuando las gentes buscaron airear sus pulmones al abrigo de cumbres como el Abantos, Siete Picos, la Maliciosa, la Peñota, la Bola del Mundo, el cerro del Telégrafo...
Después vinieron la revolución del utilitario, el adosado y las escapadas de fin de semana para transformar un paisaje hasta entonces dominado por ganaderos y canteros.
El Escorial
Población: 12.975 habitantes.
Distancia de Madrid: 50 kilómetros.
Altitud: 909 metros.
Superficie: 48.90 kilómetros cuadrados.
Elevada a la categoría de villa por Felipe II con el fin de levantar el Monasterio de San Lorenzo, El Escorial vive como a su sombra, paso obligado a través del Paseo de los Olmos para quien llega por ferrocarril.
La botica de El Monasterio de San Lorenzo llegó a tener, en época de Felipe II, hasta siete dependencias y poseía una torre filosofal, en la que se destilaban a la vez, hasta 120 alambiques. Por ella pasaron los más famosos alquimistas. El motivo no era otro que la búsqueda de la piedra filosofal para conseguir oro.
El mismo Felipe II estaba al tanto de las investigaciones, lo que salvó a los investigadores de las manos de la Inquisición, que consideraba que aquello era brujería. El Escorial era el lugar de experimentación.
En la biblioteca se guardaban multitud de libros "prohibidos" recopilados por Arias Montano, confesor y consejero del Rey, a los que añadió la propia biblioteca real formada por más de 4.000 volúmenes.
El Monasterio considerado la octava maravilla del mundo, fue encargado por Felipe II a Juan Bautista de Toledo, que muere cuando se estaba empezando a construir por lo que e sustituirá Juan de Herrera.
En El Escorial se celebraban corridas de toros a las que Felipe II era muy aficionado y que consiguió que la iglesia las permitiera.
Las medidas del Monasterio de San Lorenzo son grandiosas, más de 200 metros de su fachada principal, con tres portadas, hasta la cúpula de 92 metros. Sus muros encierran 15 claustros y 16 patios y en el museo de pinturas hay obras de Velázquez, Tiziano, Alonso Cano, El Greco y Ribera.
La gran mole del Monasterio lo preside todo pero, junto a él hay más edificios monumentales.
El Escorial, en realidad son dos municipios: la villa de El Escorial, que fue la primitiva población y el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, que creció en torno al monasterio.
En los alrededores , se levantaron casas señoriales de gente importante cercana a la Corte. En cuanto a El Escorial, debe su nombre a una herrería y una forja donde se trabajaba el hierro.
A mediados del siglo XX empezó a ponerse de moda y se convirtió en típico lugar de veraneo, construyéndose por los alrededores pequeños "hotelitos".
Las fachadas de mediodía y este del Monasterio están rodeadas de un amplio espacio ajardinado -540 metros de longitud por 27 de anchura- en el que se diseñó una docena de verdes parterres perennes en torno a un número idéntico de reducidos estanque cuadrados de cuyos centros surge una fuente de sonoras aguas que acompañan al silencio que impone la grandiosa construcción granítica. Jardines que se comunican, mediante una docena de escaleras palaciegas, con el amplio valle constituido por la ancestral huerta de los frailes.
Las estaciones
Los inviernos crudos de San Lorenzo de El Escorial parecen haberse quedado en un período histórico pretérito que ya sólo permanece en nuestra memoria, con copiosas nevadas. Su frío, seco, fino, que no apaga un candil pero mata a un alguacil, aún se distingue del de los inviernos húmedos de otros parajes más próximos a las aguas de los ríos o los mares.
Inviernos escurialenses en los que, después de las noches heladas, o cuando el viento cesa de balancear loa arboleda, se aproximan todos los espacios, entre los que ya no hay más que una fina capa de aire terso y limpio que produce cierta sensación de haberse hecho vacío. Días en los que todo está más cerca. El cielo, el monte, la piedra, los árboles.
Los inviernos crudos de San Lorenzo de El Escorial parecen haberse quedado en un período histórico pretérito que ya sólo permanece en nuestra memoria, con copiosas nevadas. Su frío, seco, fino, que no apaga un candil pero mata a un alguacil, aún se distingue del de los inviernos húmedos de otros parajes más próximos a las aguas de los ríos o los mares.
Inviernos escurialenses en los que, después de las noches heladas, o cuando el viento cesa de balancear loa arboleda, se aproximan todos los espacios, entre los que ya no hay más que una fina capa de aire terso y limpio que produce cierta sensación de haberse hecho vacío. Días en los que todo está más cerca. El cielo, el monte, la piedra, los árboles.
La primavera: la inexistencia de un río caudaloso en el entorno está suplida en primavera por el cantar, siempre alegre, de una infinidad de arroyos, manantiales y fuentes que brotan por doquier reverdeciendo el paisaje y aclarando los trinos de las aves enmudecidas hasta entonces por el frío.
Y con ellas todo comienza un nuevo ciclo vital que ya venía anunciándose desde comienzos de año -para Reyes, lo conocen los bueyes- con la paulatina pero certera victoria del día sobre la noche. En abril se alternan, sin aviso previo, las lluvias, los vientos, los hielos y el sol.
"El principio de la Sabiduría es el temor del Señor"
El verano: las noches largas de la sierra madrileña se parecen todas entre sí, el descanso merecido después de no haber hecho nada durante el día.
A comienzos de agosto se celebran las fiestas de San Lorenzo y con septiembre se cierra oficialmente en la localidad la temporada de verano, cuyo broche es la fiesta romera que se celebra en La Herrería en honor a la Virgen de gracia.
Otoño: en los meses de otoño los grises del cielo, que empiezan a ser frecuentes, envuelven al Monasterio gris formando un conjunto totalmente armónico. El verde de los pinares sigue siendo verde, pero la arboleda toda de la Herrería y de las zonas más bajas de Abantos cambia sus colores en una amplia gama que va de los marrones, ocres, rojizos al los dorados, lo que permite a cada especie mostrar su personalidad.
(...)Se irá el bosque descomponiendo, desgranando en una serie de trozos sucesivamente visibles. Pero nunca lo hallaré allí donde me encuentre. El bosque huye de los ojos...
... El bosque está siempre un poco más allá de donde nosotros estamos acaba de marcharse y queda sólo su huella aún fresca.. Los antiguos, que proyectaban en formas corpóreas y vivas las siluetas de sus emociones, poblaron las selvas de ninfas fugitivas. Nada más exacto y expresivo. Conforme camináis, volved rápidamente la mirada a un claro entre la espesura y hallaréis un temblor en el aire como si se aprestara a llenar el hueco que ha dejado al huir un ligero cuerpo desnudo. Desde uno cualquiera de sus lugares es, en rigor, el bosque una posibilidad. Es una vereda por donde podríamos internarnos...
... El bosque es una suma de posibles actos nuestros, que, al realizarse, perderían su valor genuino. Lo que del bosque se halla ante nosotros de una manera inmediata es sólo pretexto para que lo demás se halle oculto y distante... (José Ortega y Gasset)
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