Entre naranjos
Tras largos años de andanzas por el mundo, representando óperas y devorando amantes, la famosa cantante Leonora regresa a su pueblo natal con la intención de tomarse un respiro. Allí conoce al joven Rafael Brull, diputado en Madrid y heredero de la familia más poderosa del lugar, y aunque al principio su relación no promete, pues entre ellos media el abismo que separa al bohemio del burgués o al republicano del cacique, al fin la sensual noche de valencia y el perfume del azahar obran el milagro...
Con esta novela Blasco Ibáñez está a punto de cerrar el ciclo de su obra valenciana. Las pasiones agrarias que envolvían la ciudad fueron coronadas con una fuga hacia la mitología: Sónica la Cortesana bailó voluptuosamente a la sombra del castillo de Sagunto y después de esta danza Blasco emprendió vuelo hacia temas supuestamente universales pero nunca su literatura alcanzaría la intensidad de esta primera etapa en que de verdad su pluma tocaba tierra, el suelo que conocía, las raíces que le alimentaban.
La novela Entre naranjos, publicada en 1900, es un melodrama que recoge unas experiencias directas del autor. Dos años antes había conseguido su acta de diputado, también conocía ya Italia, donde pasó un exilio de tres meses y en una de sus correrías por ese país del arte se había encontrado con una cantante de ópera, de nacionalidad rusa, mujer de gran carácter, una auténtica walkiria.
El trazo grueso con que Blasco pone en pie a sus personajes oblingando a cada uno a arrastrar un destino esquemático hubiera hecho también hoy a este autor uno de los artífices más seguros de los seriales modernos.
Los personajes malvados que componen la dinastía Brull, familia de caciques de la Restauración, cincelada por la usura del fundador don Jaime, inteligente, hipócrita y tramposo;; seguida por la lujuria del hijo Ramón, dispuesto a llegar hasta el crimen para satisfacer sus deseos y por la ambición del nieto Rafael en quien esta saga de desenfrenados trata de adquirir estatus social mediante la política, gobernado de cerca por la dureza de su madre doña Bernarda y los consejos del administrador don Andrés. (Manuel Vicent)
Santiago Rusiñol. Patio de naranjos |
(...) al ver la cerca de altas adelfas y punzantes espinos, las dos pilastras azules en que se apoyaba la puerta de verdes barrotes; y empujando ésta, entró en el huerto.
Los naranjos extendíanse en filas, formando calles de roja tierra anchas y rectas, como las de una ciudad moderna tirada a cordel en la que las casas fuesen cúpulas de un verde oscuro y lustroso. A ambos lados de la avenida que conducía a la casa extendíanse y entrelazaban los altos rosales sus espinosas ramas. Comenzaban a brotar en ellas los primeros botones anunciando la primavera.
Entre el rumor de la brisa agitando los árboles y el parloteo de los gorriones que saltaban entorno de los troncos. Rafael percibió una música lejana, el sonido de un piano apenas rozado con los dedos, y una voz velada, tímida, como si cantase para sí misma.
Era ella. Rafael conocía la música: un Lied de Schubert, el favorito de aquella época; un maestro que "aún tenía lo mejor por descolgar", según decía la artista en el argot aprendido de los grandes músicos, aludiendo a que sólo se habían popularizado las obras más vulgares del melancólico compositor.
Autor: Vicente Blasco Ibáñez
Título: Entre naranjos
Editado por : Círculo de Lectores, S.A.
Nº Páginas: 329
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