domingo, 10 de septiembre de 2017

Patones de Arriba


El sifón de Patones del Canal de Isabel II, dentro de la red de distribución de la presa de El Pontón de la Oliva.

Cuenca del Jarama

A borbotones nace el Jarama en Peña Cebollera, en la sierra del Rincón, a 2.119 metros de altitud. Lo hace no lejos del hayedo de Montejo, en el corazón de Reserva de la Biosfera.
  Tras una pronta y breve incursión por tierras de Guadalajara y un leve coqueteo fronterizo desde que se encuentra con el Lozoya al pie de las Calerizas, descenderá un Jarama ya decididamente madrileño hasta desaguar en el Tajo, cerca de Aranjuez. De estos 138 km de vida nos van a interesar los que discurren desde su reingreso en Madrid, algo más abajo de la venerable presa de El Pontón de la Oliva, hasta que supere los términos municipales de El Vellón y Talamanca del Jarama. Fértil vega esta, generosamente abonada por un río aún no demasiado agradecido, que desde Roma hasta nuestros días sedujo a cuantos asomaron por sus tierras. La huella visigoda visible en la cordillera de La Cabrera; el castro de la dehesa de la Oliva, en Patones.
 

  Cuenta Antonio Ponz que "en aquella desgraciada edad en que los sarracenos se hicieron dueños de España" algunos buenos cristianos  se escondieron en estos agrestes parajes y eligieron de entre ellos un rey que los gobernase, y así durante siglos, olvidados de todos y, el rey bajaba a Torrelaguna a vender cargas de leña. 

  Dice la tradición que uno de sus orgullosos monarcas, llegó a escribir una carta que comenzaba diciendo: "Del Rey de los Patones al Rey de las Españas". El monarca que por entonces debía ser Felipe II, mandó averiguar quien era aquel súbdito tan descarado que presumía de tener un reino dentro del suyo. Pero, enterado de su situación, sin caminos que hasta allí llegaran, los dejó tranquilos. Más tarde, Carlos III intentó ponerles impuestos sin, al parecer, demasiado éxito, así permanecieron ignorados de todos.
 

  Hay dos Patones, el de Arriba y el de Abajo. Los separan dos kilómetros por una empinada cuesta. El de Arriba es el de la curiosa historia, toda ella oral, pues los pocos archivos que había fueron quemados por un secretario considerándolos papel viejo.

 A mediados de los años cincuenta del pasado siglo, los patones decidieron que era mejor bajar al llano e instalarse en la vega del Jarama. Justo lo contrario de lo que hicieron sus antepasados. Nació así Patones de Abajo despoblándose el de Arriba, que ha salvado su soledad gracias a una interesante oferta hotelera y gastronómica.
 


Este diminuto y encantador pueblo de pizarra, ofrece infinitas posibilidades paisajisticas, asentado en una cortadura del Cerro de las Calerizas, su agreste entorno, verdero paríso para la practica del senderismo.
 

Patones de Arriba es un lujo a 60 kilómetros de Madrid. El cauce seco del Labradillo parte en dos el pequeño casco, y las empinadas calles se abren paso con dificultad entre las edificaciones, tallando incluso la piedra para hacer escalones.
 


Los primeros colonos, un grupo de apellido Patón, ganaderos, que vieron más práctico vivir junto a sus ganados que hacerlo en lejana villa. Según el catastro de Ensenada de 1752, los patones tenían una importante cabaña lanar (1.553 cabezas) y de cabrío (1.510). Disponían además de colmenares y agricultura de cereal, viña y hortalizas en la vega del Jarama. Medio centenar de casas forman el caserío, con 61 vecinos dedicados a trabajar campo y ganados.
 

Restaurante "El jardín del Poleo". Calle Despeñadero,3



Amabilidad, simpatía y calidez en el trato


Hizo fortuna la leyenda del Rey de los Patones, tanto que ha terminado por encarnarse en la historia. Fue a finales del siglo XVII, por mano de fray Antonio Jesús de María, cuando aparecieron las primeras noticias del rey pastoril. Y no deja de ser curioso que fuera un hombre ilustrado como Antonio Ponz el principal valedor de la leyenda.
 

Cuando  Carlos III hizo independiente a Patones, el rey pasó a la historia sustituido por un alcalde común. El entorno inmediato de Patones de Arriba se rodea de tinadas y de eras que componen un atractivo paisaje, con su suelo de pizarra, que en las últimas componen dibujos geométricos.
 

 

El entorno de Patones ofrece interesantes atractivos: las numerosas obras del Canal de Isabel II; la vieja presa de El Pontón de la Oliva, o las más pequeñas de Navarejo y de la Parra; el azud de Valdentales, que se levanta el el lugar conocido como junta de dos ríos, punto de unión del Jarama y el Lozoya.
 


Eras de pizarra
La separación del grano: la trilla y el aventado

En la era se limpiaba y separaba la paja del grano de las cosechas de cereal y leguminosas. En Patones, los cultivos estaban distribuidos por zonas. En las vegas y campiñas del río Jarama se cultivaban cereales como el trigo, la cebada y la avena, mientras que el centeno se cultivaba en las sierras de pizarrosas; por su parte, en las vegas también se cultivaban leguminosas, como los garbanzos, lentejas y almortas.

La separación del grano y de la paja se hacía mediante labores de trilla y aventado de la mies, que es el cereal maduro, y que era acarreada hasta aquí en lomos de burros o mulas. La mies, primero era trillada (desgranar las espigas con el pisoteo de las mulas, que arrastran el trillo) y posteriormente (lanzarla al aire para que el viento separe el grano de la paja, que era arrastrada por el aire). De la mies se aprovechaba todo; el grano para hacer pan y la harina, la paja para el forraje de los animales y cama de los mismos.

Las eras de pizarra son superficies planas de piedra de pizarra o caliza, con diferentes formas geométricas que datan del s. XVIII.
 
  
 
Localización geográfica y accesos
Localizado en el noroeste de la Comunidad de Madrid. Se accede por la autovía A-I (Madrid-Irun). En el P.K. 50 se toma la salida de la N-320 dirección Torrelaguna. se cruza esta localidad para continuar por la M-102 hasta llegar a Patones de Abajo.
 
Transporte público
Salida diaria autobús 197 desde el intercambiador de Plaza de Castilla. telf.: 91 315 95 60. Empresa Alsa telf.: 902 442 242


Para ver un mundo en un grano de arena
y un paraíso en una flor silvestre,
sostén el infinito en la palma de la mano
y la eternidad en una hora.
                                                     William Blake

 




 

miércoles, 28 de junio de 2017

La Aljafería de Zaragoza


Zaragoza ha apoyado su trayectoria bimilenaria sobre su privilegiada posición en el valle medio del Ebro, encrucijada de vías naturales que, siguiendo el río, llevan al Mediterráneo por el este y al Cantábrico por el oeste y conducen, por los valles de sus afluentes Gállego y Jalón a Francia y Castilla.

 Esta situación propició el gran crecimiento de la Caesaraugusta romana, sostuvo durante algo más de cuatro siglos la Saraqusta musulmana, afirmó la Zaragoza cristiana como capital del reino de Aragón.
 
El Ebro a su paso por Zaragoza bajo el Puente de Piedra.

El Puente de Piedra, dos leones recuerdan el símbolo de Zaragoza.

Palacio de la Aljafería, situado extramuros de la medina de Saraqusta, nombre que los musulmanes dieron a Caesaraugusta, el castillo de la Aljafería tiene un controvertido origen. El más aceptado es el campamento militar llamado al-Jacira, levantado por orden de Abderramán III hacia 935, con el fin de someter a los rebeldes zaragozanos al poder del califato cordobés.

En el siglo XI, el segundo rey de la dinastía de los Banu-Hud, al-Muqtádir, mandó construir un palacio en el interior del recinto militar, decorado tan espléndidamente que fue llamado por los poetas Castillo de la Alegría y Sala de Oro.
Tras la conquista cristiana pasó a ser alcázar real, con su iglesia dedicada a San Martín. fue residencia de los monarcas aragoneses, sufriendo diversas reformas. La más importante la propiciaron los Reyes Católicos, a finales del siglo XV, que incluyó el salón del trono con su artesonado mudéjar.
 
En época moderna instaló su sede, con sus cárceles, el tribunal de la Inquisición, hasta 1706, momento en el que se convirtió en cuartel y arsenal, función que mantuvo durante los siglos XVIII, XIV y mitad del XX. Iniciada su recuperación por Francisco Iñiguez en 1947, el palacio de la Aljafería es sede de las Cortes de Aragón desde 1985.




Murallas y torres, los lienzos de muralla, con sus torres ultrasemicirculares influenciadas por las de Oriente Medio, son de los más originales e interesantes de Al-Andalus. Sólo se conserva este lienzo.



Parterres se han recreado siguiendo las directrices de los jardines andalusíes, muy alejados de las supuestas evocaciones románticas del siglo XIX.
 


Restos de la alberca sur (siglo XI), alberca original del palacio musulmán, en sillar de piedra caliza, de uso tanto ornamental, puse tuvo surtidor, como de riego del jardín.
 





La Aljafería, foco del mudéjar de Aragón. Un mudéjar es "aquél a quien se permite quedarse" (del árabe dayan, 'quedarse'), un moro que permanece voluntariamente después de la conquista cristiana. El estilo mudéjar (expresión moderna empleada por vez primera en 1859) designa el arte islámico producido o no por mudéjares, aplicado principalmente al arte cristiano pero también utilizado en la construcción de mezquitas y sinagogas.
 
  Este estilo es el único original del arte hispánico y posee diferencias según los diferentes focos regionales: el leonés y castellano viejo, el toledano, el extremeño, el sevillano, el grandino y el aragonés, a los que se suma el americano.
 
El aragonés distinguido con la calificación de Patrimonio Mundial por la Unesco, se caracteriza por la importancia decorativa del uso masivo del ladrillo y de la cerámica. A estas singularidades se suma la trascendencia formal del arte taifa zaragozano en el que el palacio de la Aljafería es su principal foco y espejo.
 

 
Blasón de los Reyes Católicos. Anónimo. Alcora, después de 1860.
 
 


Salas de pasos perdidos (siglo XV), una de las tres antesalas del Salón del Trono ocupaba la parte alta de la mezquita, hoy restituida. En las dos restantes se aprecian las solerías de azulejos, en parte reaprovechados del suelo mudéjar y en parte heráldicos, y las techumbres con los emblemas de los Reyes Católicos. El texto latino reproduce la solemne inscripción del Salón del Trono. En la primera sala, el escudo de la Monarquía va timbrado con un monstruo alado, creación de Pedro IV, para significar "D'Aragón" (dragón) apellido y título de la dinastía.
 



"El Palacio de la Alegría", el Corán hace referencia abundante de los árboles y sus frutos encontrados en los jardines del Más Allá. Destacan las menciones a la palmera y el granado, tan grandes y hermosos que nadie los podría describir. Del banano se escribe que su sombra es tan extensa que un jinete al galope emplearía cien años en atravesarla. Los paneles decorativos del Salón Dorado poseyeron además de un bello e intenso colorido y unas complejas formas geométricas (como los arcos entrecruzados mixtilíneos) una decoración vegetal exuberante dispuesta con horror al vacío. La granada reaparece en la decoración mudéjar de la Aljafería y alcanza a ser el emblema parlante más importante del monarca Fernando el Católico y de sus estados.