Pero no compré nada.La ciudad me cubrió con un tesoro mayor que el que podía llevarme. Aquel tesoro salía de oscuras callejuelas en camellos rojizos cargados de cacharros o en burritos apresurados medio sepultados debajo de sacos de trébol recién cortado; estaba en las manos exquisitamente modeladas de los niños que corrían de la cantina a casa con la comida vespertina, apretando la barbilla contra el borde de la bandeja...(pág. 67)
Autor: Rudyard Kipling
Título original: Egypt of the magicians, 1914
Introducción y traducción: Emili Olcina
Laertes S.A. de Ediciones
Edición 2011
Nº de páginas: 160
Aquel que murió en viernes
se acabó para siempre.
Pues la vida es vapor.
Porque la carne es hierba.
Pues la vida es ceniza.
Porque la carne es barro.
Más la hierba vuelve como res.
Y la nube vuelve como lluvia.
Con ceniza se repara una senda,
y con barro se tapona una grieta.
¿Por qué razón, entonces,
él y Faraón no han de volver?
Estos versos fueron posteriormente integrados a un poema más extenso. El primer verso está tomado e Shakespeare, Enrique IV, actoV, escenaI, última entrada (Falstaff).
(...) Me enseñó un pequeño prospecto seductor. Lo que es yo preferiría dejar en paz el ajuar funerario de un hombre, especialmente si se fue a la tumba creyendo que las baratijas garantizaban su salvación. Tenemos, claro, el argumento inverso, esgrimido por los escépticos: que el egipcio hacía descaradamente propaganda de sí mismo y nada lo complacería más que la idea de ser examinado y admirado al cabo de tantos siglos. Con todo, puede que uno esté perpetrando un robo contra un alma menguante que no veía las cosas bajo esa luz...(Pág. 91-92)
-Vivimos junto al Río...una línea sin anchura ni grosor. Detrás tenemos el Desierto, al que nada afecta, al que nadie va hasta después de muerto. (Uno no malgasta la buena tierra de cultivo en cementerios.) Prácticamente, pues, nos movemos tan solo sobre dos dimensiones: corriente arriba y corriente abajo. Dejemos de lado el Desierto, al que no hacemos más caso del que hace a la muerte un hombre sano, y verás que no tenemos ninguna clase de telón de fondo. Nuestro mundo e una franja recta de tierra marrón o verde y, durante unos meses, una superficie de agua que refleja el cielo y lo borra todo...(Pág. 97)
-Vivimos junto al Río...una línea sin anchura ni grosor. Detrás tenemos el Desierto, al que nada afecta, al que nadie va hasta después de muerto. (Uno no malgasta la buena tierra de cultivo en cementerios.) Prácticamente, pues, nos movemos tan solo sobre dos dimensiones: corriente arriba y corriente abajo. Dejemos de lado el Desierto, al que no hacemos más caso del que hace a la muerte un hombre sano, y verás que no tenemos ninguna clase de telón de fondo. Nuestro mundo e una franja recta de tierra marrón o verde y, durante unos meses, una superficie de agua que refleja el cielo y lo borra todo...(Pág. 97)
Rudyard Kipling
Los constructores de puentes
(The Bridge Builders, 1898)
Lo fantástico, en los cuentos de Kipling (1865-1936), nace del contraste entre dos mundos: las culturas de la India, con toda la riqueza de sus tradiciones religiosas y filosóficas y de su modo de vida, y la moral del inglés, convencido de estar construyendo en la India una nueva civilización y que siente la responsabilidad de tal deber y la angustia por la incomprensión de los hindúes y de muchos compatriotas. Ambos mundos son objeto en Kipling de un profundo conocimiento y de una profunda pasión.
Emblemático entre los demás en este cuento que parte de la crónica de una empresa tecnológica, la construcción de un puente sobre el Ganges (el volumen en el que está incluido se titula The Day's Work, El trabajo diario), que choca con las fuerzas de la naturaleza y con la religión que en estas fuerzas se inspira -hay una evocación visionaria de los dioses de la India-. El diálogo entre los dioses a que asistimos es un debate ideológico sobre una posible integración de ambas civilizaciones, en el sentido de que la hindú, mucho más antigua, podría englobar perfectamente a la inglesa.Italo Calvino
Findlayson, Ingeniero Gefe, giró en su vagoneta y contempló el aspecto del paisaje que él había cmbiado en siete millas a la redonda. Miró hacia atrás a la aldea bulliciosa con sus cinco mil obreros; río arriba y río abajo, hacia las perspectivas de salientes y arena, por encima del río hasta los pilares más alejados, apenas visibles por la calima...(Pág.13)
-¿De qué sirven las ofrendas y las lamparitas de keroseno y el grano seco -gritó Peroo-, si lo único que puedes hacer es sentarte en cuclillas sobre el barro? Has tratado mucho a los Dioses cuando estaban contentos y bien dispuestos. Ahora están enfadados. ¡Háblales!...(pág.37)
Findlayson, Ingeniero Gefe, giró en su vagoneta y contempló el aspecto del paisaje que él había cmbiado en siete millas a la redonda. Miró hacia atrás a la aldea bulliciosa con sus cinco mil obreros; río arriba y río abajo, hacia las perspectivas de salientes y arena, por encima del río hasta los pilares más alejados, apenas visibles por la calima...(Pág.13)
-¿De qué sirven las ofrendas y las lamparitas de keroseno y el grano seco -gritó Peroo-, si lo único que puedes hacer es sentarte en cuclillas sobre el barro? Has tratado mucho a los Dioses cuando estaban contentos y bien dispuestos. Ahora están enfadados. ¡Háblales!...(pág.37)
Cuentos Fantásticos del XIX
Tomo 5
Círculo de Lectores, S.A.
Nº de páginas: 123
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