Palacio Real de Aranjuez |
El Palacio Real es uno de los edificios más atractivos del clasicismo. Su alegre arquitectura de ladrillo rosado y piedra blanca de Colmenar desvela la cara menos conocida de la monarquía española: amable, culta, festiva.
El origen del Palacio Real se remonta al año 1581 cuando el rey Felipe II ordenó su diseño y construcción al arquitecto Juan Bautista de Toledo, labor continuada por Juan de Herrera, que plantearon un edificio cuadrado en torno a un patio, flanqueado por dos torres rematadas en cúpulas.
El Salón de baile, ocupa un lugar destacado en el eje central del Palacio, sirviendo de conexión entre las habitaciones del rey y de la reina. Se prolonga en una amplia perspectiva exterior por el Jardín del Palterre, hasta la iglesia de Alpajés.
Su decoración responde también a la reforma isabelina. Fue entonces cuando lo habitaron como pieza de café, al colocarse una colección de espejos de marco dorado y varios divanes de seda en capitoné.
Las consolas que pueden verse hoy son de estilo Rococó, con jarrones y pebeteros del artista francés Thomire. Los tapices de emparrados fueron tejidos en Bruselas hacia 1625.
Estas enmarcaban la fachada principal formando detrás dos pequeños jardines adosados y cerrados a los que el palacio abría mediante galerías. Su originalidad nace de la unión de las tradiciones de las casas castellanas, de raigambre militar y las villas italianas, que dan mayor importancia a la relación de la arquitectura con el entorno y espíritu propio de un lugar de descanso y recreo.
Tras un incendio acontecido en 1748, Felipe V ordenó su reconstrucción continuada por el arquitecto italiano Bonavía, autor de la fachada en tiempos de Felipe VI. Finalmente, Sabatini, para acoger a la extensa familia de Carlos III, realiza la última ampliación añadiendo dos alas perpendiculares a la fachada principal. Destaca el frontón con el escudo de Fernando VI, sobre el que están colocadas las estatuas de los reyes Felipe II, Felipe V y Fernando VI.
Cascada de las Castañuelas |
Fuente de Hércules y la Hidra |
Felipe IV manda construir a José de Villarreal y Bartolomé Zumbido esta fuente. Colocada sobre un zócalo y una basa de jaspe negro, con una gran taza y pedestal, la estatua representa a Hércules y la Hidra, segundo trabajo de Hércules que consistió en matar a este monstruo creado por Juno. Hércules intentó combatirla con la maza, pero viendo que de cada cabeza machacada surgían dos, decidió cauterizar los cuellos descabezados y así consiguió someterla.
Sinfonía de sonidos envolventes, las fuentes monumentales de Aranjuez de los jardines rebosan agua en sus vasos y sonidos refrescantes de chorros y cascadas; sumado al arte de sus tallas de piedra, plomo, bronces, los amarillos, ocres, dorados, rojizos y verdes del paisaje de fondo y la ingeniería hidráulica en forma de juegos de agua que brotan por sus caños, sitúan a esta ciudad como punto de jornada y contemplación, estudio de sus prodigios, aventura de la mente y deleite del alma. El corazón de agua y piedra de un paisaje soñado oído y vivido, elogiado por intelectuales, artistas y viajeros.
Fuente del Niño de la Espina, Jardín de la Isla |
Esta fuente representa un atleta en actitud de sacarse una espina clavada en su pie izquierdo. Se trata de una copia del original que se encuentra en el Vaticano. Las cuatro columnas de mármol de Carrara con capiteles corintios están coronadas por cuatro "Arpias", (perversos seres mitológicos que robaban el alma a los niños).
Fuente de la diosa Ceres |
La fuente de Ceres, diosa protectora de la agricultura, se representa con espigas de trigo y el saco de la abundancia que simboliza la riqueza de las huertas de Aranjuez. Aparece sentada, con una antorcha en una mano y un ramillete de adormideras en la otra.
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