El Palacio del Infantado es una auténtica joya de la arquitectura civil europea. Construido siguiendo una estética propia del tardogótico, refleja una mezcla de estilos e influencias artísticas.
En 1482, el segundo duque del Infantado don Iñigo López de Mendoza, manda derruir las casas de sus antepasados y construir un Palacio, " para mayor gloria de su linaje". El resultado es este magnífico edificio, residencia durante siglos de la familia de los duques del Infantado.
El palacio vivió grandes momentos de esplendor, cubierto de obras de arte y convertido en una pequeña "corte" en torno a los duques del Infantado. Alojó a reyes de España y albergó varias bodas reales, como las de Felipe II e Isabel de Valois y Felipe V e Isabel de Farnesio.
En el siglo XVI, el quinto duque del Infantado decidió ampliar el palacio para dar cabida a su elevado número de familiares y sirvientes, adaptándolo al nuevo estilo imperante: el Renacimiento. Además, concibió un impresionante jardín, adornado con estatuas, fuentes monumentales y con un estanque artificial con barcas y cisnes.
En el siglo XVII los duques se trasladan con la corte a Madrid quedando el Palacio sólo como vivienda ocasional. En 1878 lo ceden al Estado para que se instale el Colegio de Huérfanos de la Guerra.
En 1936 el Palacio del Infantado fue bombardeado por la aviación franquista y quedó seriamente dañado, conservándose solamente en pie las fachadas y las galerías del Patio de los Leones y la del jardín, manteniéndose en ruinas hasta 1960, fecha en que comenzaron las obras de rehabilitación, finalizadas en 1972 y que dieron al edificio su imagen actual.
En 1936 el Palacio del Infantado fue bombardeado por la aviación franquista y quedó seriamente dañado, conservándose solamente en pie las fachadas y las galerías del Patio de los Leones y la del jardín, manteniéndose en ruinas hasta 1960, fecha en que comenzaron las obras de rehabilitación, finalizadas en 1972 y que dieron al edificio su imagen actual.
A pesar de los siglos y las destrucciones, el Palacio del Infantado sigue conservando su nobleza y no pocos elementos artísticos originales, como la fachada principal, en la que se aprecian detalles góticos como la galería corrida de la parte superior, los arcos y tracerías de los garitones o la decoración de la portada. También la estética mudéjar, tan arraigada en España, se puede apreciar en las cornisas de mocárabes o la trama de puntas de diamante. En el siglo XVI se abrirán las ventanas de la planta baja y varios balcones renacentistas, rematadas por un frontón triangular.
Son también interesantes las otras dos fachadas: la de poniente o galería del estanque, fue trazada por Lorenzo de Trillo en 1496 y ejecutada en 1512 por Cristóbal de Adonza y Martín Gamecho. Viene a ser una personal interpretación de las prototípicas "logias" o galerías italianas.
La fachada del ala este fue construida hacia 1911 por el capitán de ingenieros militares de Guadalajara Senén Maldonado, tras ser derribada la iglesia de Santiago que se adosaba al Palacio por este lado. Se inspiraba en las trazas renacentistas de la fachada principal, aunque fue transformada por la rehabilitación de los años 60.
Patio de los Leones, el Patio es el elemento central del Palacio, entorno al que se configuran todos los espacios. Las trazas arquitectónicas y decorativas se deven al arquitecto Juan Guas y al escultor Egas Cueman.
Con una riquísima decoración tardogótica, su nombre viene dado por los relieves de la planta baja: parejas de leones enfrentados sujetando tolvas de molino -el emblema del primer duque del Infantado-, y entre ellos, sobre las columnas, los escudos de Mendoza y de Luna en honor a la familia de la esposa del duque. Sobre los arcos de la planta superior están esculpidas figuras de grifos, animales mitológicos de carácter protector, también enfrentados y encadenados a árboles de la vida. Los corredores de esta misma planta están reforzados con ocho arcos decorados con pajecillos que sostienen los escudos de Mendoza y Luna.
En un rincón de la planta baja se encuentra el único artesonado original conservado in situ, de estilo mudéjar.
Sobre el Patio se pueden apuntar varias curiosidades:
- Hay 48 figuras de leones y otros tantos grifos.
- Los leones son todos diferentes, el escultor les dio rasgos distintivos.
- Entre la decoración vegetal fueron esculpidas pequeñas figuras de animales, varios caracoles, un camaleón y una rana, que se esconden entre la hojarasca.
Tránsitos es el título de la exposición permanente del Museo de Guadalajara. En esta muestra se han reunido algunas de las piezas más relevantes de las colecciones de Bellas Artes, Arqueología y Etnografía de este Museo, cubriendo un período cronológico que comprende desde el Paleolítico hasta el siglo XX.
En Tránsitos se ha creado un discurso unitario de carácter antropólogico en torno a la idea de la vida, muerte y religiosidad, presente en todas las culturas que se han sucedido en la provincia de Guadalajara.
La vida en tránsito, adj. Dicho de una persona: Que no reside en el lugar, sino que está en él de paso.
La vida es el bien más preciado de cada ser humano y a su conservación encamina una gran parte de sus actos, siendo consciente de que su paso por el mundo es breve.
A lo largo de la Historia ha pasado de la mera recolección ha los productos en su estado natural a producirlos y transformarlos para garantizarse el sustento.
Y para hacer su existencia más llevadera ha ingeniado técnicas, ha creado instrumentos, ha diseñado momentos de diversión y de gozo y ha intentado prevalecer sobre el resto del grupo mediante la posesión de riqueza y el ejercicio del poder.
A lo largo de la Historia ha pasado de la mera recolección ha los productos en su estado natural a producirlos y transformarlos para garantizarse el sustento.
Y para hacer su existencia más llevadera ha ingeniado técnicas, ha creado instrumentos, ha diseñado momentos de diversión y de gozo y ha intentado prevalecer sobre el resto del grupo mediante la posesión de riqueza y el ejercicio del poder.
Luisa Roldán. Primeros pasos de Jesús (1692-1704) |
Tránsitos muestra el ansia ancestral del ser humano por no desaparecer, porque su muerte no signifique el fin.
Su título quiere expresar el camino, continuado pero lleno de etapas, trazado por nuestros antepasados y las fases por las que el ser humano como individuo ha de pasar durante su existencia material de camino hacia la vida eterna, idea común en todos los seres humanos pero con distintas formas según las épocas y culturas.
Su título quiere expresar el camino, continuado pero lleno de etapas, trazado por nuestros antepasados y las fases por las que el ser humano como individuo ha de pasar durante su existencia material de camino hacia la vida eterna, idea común en todos los seres humanos pero con distintas formas según las épocas y culturas.
Luisa Roldán. La Virgen niña con san Joaquín y santa Ana. (1654-1704) |
Arrimadero de azulejos del Salón de Linajes, capilla del Palacio del Infantado. Barro cocido y vidriado. Autor: Fernando Loaysa. Taller de Talavera de al Reina (1595). procedencia: Jardines del Palacio del Infantado (Guadalajara).
Esta serie de azulejos fue encargada por el quinto duque del Infantado durante las reformas que realizó en el Palacio. Cubría la parte baja de los muros del Salón de Linajes, cuyo riquísimo artesonado era un árbol genealógico de la familia Mendoza, profusamente decorado con numerosas figuras.
Autor: Alonso Cano. Virgen de la leche (1657-1660) |
(detalle) |
La familia Mendoza
Los Mendoza tienen su origen en las tierras alavesas, donde eran dueños de un lugar fortificado del mismo nombre. Su ascensión comienza cuando se declaron vasallos del rey Alfonso XI de Castilla, afianzándose su fortuna y su posición en la Corte. el primero de ellos en pasar a la escena castellana fue Gonzalo Yánez de Mendoza, Montero Mayor del rey, que se asienta en Guadalajara en 1340.
Intervinieron activamente en las continuas disputas bélicas del reino de Castilla, cambiando de bando según sus intereses, lo que les llevó a apoyar a la nueva dinastía Trastámara; esto unido a su inteligente política matrimonial, les permitió controlar extensos dominios señoriales, acaparar innumerables títulos nobiliarios y ocupar las más altas dignidades políticas y religiosas, en España y en América.
Y el epicentro de su poder estaba aquí, en Guadalajara, en el Palacio de los duques del Infantado.
Con don Íñigo López de Mendoza, I marqués de Santillana, la familia inicia un ascenso que la encumbrará sobre los demás clanes aristocráticos castellanos. Dotado de una habilidad política inigualable fue capaz de organizar una red basada en los lazos de parentesco, unido por todas las ramas familiares a favor de los intereses del clan, creando una auténtica dinastía nobiliaria.
La decadencia de los Mendoza comienza, lenta pero inexorablemente, en el siglo XVII extinguiéndose en el siglo XVIII. Los títulos que acumulaban irán a parar a otras familias, pero ya sin la influencia de antaño, apareciendo sus nuevos poseedores vinculados al poder en algunos momentos del siglo XIX, muy menguados ya en sus posesiones y sus rentas. Tanto es así que en 1878 el duque del Infantado se vio obligado a vender su Palacio de Guadalajara.
Y el epicentro de su poder estaba aquí, en Guadalajara, en el Palacio de los duques del Infantado.
Con don Íñigo López de Mendoza, I marqués de Santillana, la familia inicia un ascenso que la encumbrará sobre los demás clanes aristocráticos castellanos. Dotado de una habilidad política inigualable fue capaz de organizar una red basada en los lazos de parentesco, unido por todas las ramas familiares a favor de los intereses del clan, creando una auténtica dinastía nobiliaria.
La decadencia de los Mendoza comienza, lenta pero inexorablemente, en el siglo XVII extinguiéndose en el siglo XVIII. Los títulos que acumulaban irán a parar a otras familias, pero ya sin la influencia de antaño, apareciendo sus nuevos poseedores vinculados al poder en algunos momentos del siglo XIX, muy menguados ya en sus posesiones y sus rentas. Tanto es así que en 1878 el duque del Infantado se vio obligado a vender su Palacio de Guadalajara.
La vida en palacio
El palacio debía ser el universo ideal para plasmar los ideales de poder y placer de los nobles. Rodeados de lujo y ostentación, formaron entorno a ellos verdaderas cortes tanto más fastuosas que la de los reyes.
A la riqueza de la arquitectura había que unir los jardines, máxima expresión de la búsqueda del goce sensorial, y la suntuosa ornamentación de artesonados, azulejerías, yeserías, pinturas al fresco, ricos tapices y reposteros, la opulencia del mobiliario y sus escogidas colecciones.
La fiesta era el acto externo de mayor boato y su máxima expresión se alcanzaba en la acogida a los reyes en sus diversas visitas, las más conocidas el alojamiento ofrecido a Francisco I de Francia preso en la batalla de Pavía, en 1525, o la boda de Felipe II con Isabel de Valois en 1560, que se celebró con gran pompa en el Palacio del Infantado.
Música, bailes, banquetes, torneos, juegos de cañas, toros o fuegos artificiales se desarrollaron en su interior y ante su fachada, participando incluso la población de la ciudad, mostrando así también el poder sobre sus habitantes.
El palacio debía ser el universo ideal para plasmar los ideales de poder y placer de los nobles. Rodeados de lujo y ostentación, formaron entorno a ellos verdaderas cortes tanto más fastuosas que la de los reyes.
A la riqueza de la arquitectura había que unir los jardines, máxima expresión de la búsqueda del goce sensorial, y la suntuosa ornamentación de artesonados, azulejerías, yeserías, pinturas al fresco, ricos tapices y reposteros, la opulencia del mobiliario y sus escogidas colecciones.
La fiesta era el acto externo de mayor boato y su máxima expresión se alcanzaba en la acogida a los reyes en sus diversas visitas, las más conocidas el alojamiento ofrecido a Francisco I de Francia preso en la batalla de Pavía, en 1525, o la boda de Felipe II con Isabel de Valois en 1560, que se celebró con gran pompa en el Palacio del Infantado.
Música, bailes, banquetes, torneos, juegos de cañas, toros o fuegos artificiales se desarrollaron en su interior y ante su fachada, participando incluso la población de la ciudad, mostrando así también el poder sobre sus habitantes.
Salas de los frescos
Las denominadas Salas de los Frescos o Salas del Duque son las únicas salas de honor que se conservan tras el bombardeo de 1936. Sus techos fueron decorados con pinturas al fresco por el pintor italiano Rómulo Cincinato entre 1578 y 1580 durante las reformas emprendidas por el quinto duque del Infantado, D. Iñigo de Mendoza.
Cincinato, que anteriormente había trabajado en El Escorial al servicio de Felipe II, crea un complejo programa iconográfico concebido para exaltar el linaje de la familia Mendoza, representando historias heroícas, mitos clásicos y figuras alegóricas, todo ello junto a una profusa decoración de grutescos, demostrando un amplio conocimiento de historia, mitología, literatura y arte clásicos, muy propio del Renacimiento.
Se han conservado tres salas y dos saletas decoradas, ya que las pinturas de otras dos salas, las del Día y Escipión, y las de la escalera y la del piso superior desaparecieron en el incendio de 1936 posterior al bombardeo.
Actualmente se pueden contemplar las siguientes salas:
Saleta de los dioses
Espacio de compleja interpretación por las graves pérdidas y repintes que sufrieron las pinturas. Parece que todas las representaciones giran en torno a los escudos de los segundos y quintos duques y duquesas y, por lo tanto, un homenaje como responsables de la construcción y reforma del Palacio. De esta manera, se vincularían diversas deidades a cada uno de estos personajes, a los que atribuirían las virtudes de los dioses olímpicos.
Al igual que en la contigua Saleta de los Héroes cincinato representa a Marte y Minerva, dioses protectores de las armas y las letras, que parecen tener la consideración de tutelares de la Casa Ducal.
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