Escultura de la diosa Coatlicue. Cultura mexica. Coxcatlán, Puebla 1200-1521 d.C. Piedra toba riolítica, turquesa, pigmentos y concha.
Diosa de la fertilidad de la Tierra y madre de todos los dioses, el Sol, la Luna y las estrellas. Su nombre, que significa "la que lleva la falda de serpientes", alude a la superficie terrestre, que se creía, estaba cubierta por una red de ofidios. Creadora y destructora, encarna la dualidad de la vida y la muerte en la que la muerte es generadora de vida. Aquí la vemos con el rostro descarnado y manos y pies con garras amenazadoras. Su cabeza presenta agujeros en los que probablemente insertaban mechones de cabello humano.
Muerte y divinidad.Vasija con tapa y soporte en forma de cabezas de zopilote rey. Cultura Maya. Calakmul, Campeche 250-600 d.C. Barro.
Para los mayas el zopilote rey y el zopilote negro encarnaban las energías sagradas y femeninas de la muerte y del inframundo, y en algunos códices se les muestra posados sobre la diosa de la Luna.
Las dos partes del mundo
Lluvia y sequía, oriente y occidente, vida y muerte, masculino y femenino...estos son algunos de los pares opuestos, complementarios e inseparables que, en el pensamiento ancestral, son la esencia de todo cuanto existe. Todo ser -divino, humano o natural- es una mezcla de elementos contrarios, y el predominio de uno de ellos determina su clasificación.
La dinámica del universo
En el pensamiento indígena la vida es entendida como un ciclo y el mundo, como un lugar hecho de dualidades intrínsecamente vinculadas. Todo surge, se transforma, muere y se renueva mediante una secuencia de actos de creación y destrucción descritos como metáforas asociadas con lo femenino y lo masculino y basadas en la observación de los procesos naturales y su interrelación activa y continua.
El tiempo y el espacio obedecen a un ritmo de fases que se abren y se cierran, en un orden donde nada es estático. Lo femenino, asociado a la muerte y al origen, da paso a la vida; lo masculino, ligado al movimiento y a la fuerza vital, anticipa el fin. Estas fuerzas complementarias no compiten, se alternan en una dinámica que propicia el equilibrio del Universo y su perpetua renovación.
La abuela del alba. escultura de pizote -coatí o tejón- (nasua narica). Cultura Maya. Tenam Rosario, Chiapas 600-900 d.C. Piedra caliza.
Este pequeño animal dispersa las semillas de las plantas y propicia la regeneración de la vida. A diferencia de sus parientes cercanos de hábitos nocturnos, es muy activo al amanecer, tal vez por ello en los mitos de la creación del Popol Wuj, libro sagrado de los mayas k'iché, lo identificaron con la madre creadora, Zaqi-Nima Tziis, "Gran pizote blanco", la abuela del alba, vinculada con Venus precediendo la salida del sol.
Ofrenda para el agua. Deidades de papel recortado. Cultura nahua. Chicontepec, norte de Veracruz. Siglo XXI. Fibra de jonote negro, algodón, estambre, tel (rayón), plástico y barro.
La parte femenina del mundo
La visión dual del mundo indígena surge de la cuidadosa observación de los ciclos naturales: las aguas terrenas y sus mareas, influenciadas por la Luna, se relacionan con el liquido amniótico que protege al feto en el vientre materno. Según algunos investigadores, la cuenta calendárica mesoamericana de 260 días es una medida femenina de tiempo pasada basada en los nueve ciclos lunares que dura una gestación.
Entorno de vida. Cuadro de papel amate. Cultura hñähñü (otomí). San Pablito, Pahuatlán, Puebla. Siglo XX. Fibra de jonote negro.
Vínculo intrínseco. Figurilla. Cultura del Occidente de México. Tumbas de tiro, Nayarit 200a.C.-400d.C. Barro.
Soy la mujer que mira hacia dentro.
Soy la mujer que mira debajo del agua.
Soy la nadadora sagrada
porque puedo nadar en lo grandioso.
Soy la mujer Luna.
María Sabina
Fuente de vida. Vasija con decoración mamiforme. Cultura Casas Grandes. Casas grandes, Chihuahua 1200-1521 d.C. Barro.
Cuerpos floridos
El arte prehispánico representó el cuerpo revelando su propia concepción de la humanidad y sus paradigmas de belleza, no como mero valor estético, sino en su sentido más amplio: la belleza sublime en la que convergen la virtud y lo divino, las fuerzas de la naturaleza, la estructura del mundo y el tiempo cíclico.
Mensajes en la piel
Además de sus funciones estéticas, al parecer la pintura corporal, hecha a base de pigmentos de origen mineral, vegetal o animal, tuvo propiedades antisépticas y sirvió como protección contra los mosquitos, el calor y el sol. Es probable que algunos motivos decorativos fueran estampados sobre la piel mediante el uso de sellos cerámicos y que, más allá de decorar el cuerpo, sirvieran para señalar la pertenencia de la persona a un grupo determinado. La abundancia de estos objetos y la variedad de contextos en que se han hallado indican que su uso era común para toda la población.
Madres y diosas
Después de la Conquista, muchas deidades femeninas del mundo indígena fueron resignificadas en advocaciones de la Virgen cristiana, a la que otorgaron los atributos de fertilidad, protección y poder sobre la vida y la muerte, y abrazaron como madre de todos los dioses y de la Humanidad, y sus nuevos hijos la convirtieron diosa.
No se trató de una sustitución impuesta ni de una ruptura, sino de una continuidad bajo nuevos símbolos y una estrategia de resistencia cultural. Las vírgenes devinieron nuevas formas de lo sagrado femenino, protectoras, pero también castigadoras, madres tiernas pero poderosas, divinas, terrenales y comunitarias. En ellas sobre viven las memorias de Tozantzin, Cihuacóatl o Itzpapálotl: potencias ambivalentes que siguen habitando los cerros, los rituales y la vida comunitaria.
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