José Zorrilla y Moral, escritor del romanticismo. Nació en Valladolid el 21 de febrero de 1817 y falleció en Madrid el 23 de enero de 1893. Con Zorrilla moría, seguramente el último gran dramaturgo del romanticismo español.
Zorrilla sitúa a su Don Juan en Sevilla, pero en los últimos años del emperador Carlos V, a mediados del XVI, y divide su obra en dos partes. En la primera, se suceden cuatro actos en una sola noche. el primer acto,"Libertinaje y escándalo", uno de los mas densos de la obra, narra el encuentro entre Don Juan y Don Luis Megía para confirmar la apuesta que un año antes se hicieron en la hostería de Buttarelli.
Presentes quieren estar Don Diego Tenorio, padre de Don Juan, y Don Gonzalo de Ulloa, el Comendador. El encuentro se produce, y el famoso catálogo de las hazañas amorosas se duplica aquí, al ser dos caballeros de los que compiten ante la mirada atónita de dos aventuraros, el capitán Centellas y Avellaneda.
La recriminación y la indignación del padre de Don Juan sucede a la de Don Gonzalo, que ha visto a su hija novicia, y antigua prometida de Don Juan, sobre el tablero de la apuesta como el colmo de la osadía que Don Juan quiere consumar. Con ella va en la apuesta también Doña Ana de Pantoja, la prometida de Don Luis Mejía.
El acto segundo "Destreza", sucede en los alrededores de la casa de Doña Ana de Pantoja, donde Don Luis ha acudido temeroso de que el asalto de Don Juan se produzca. Allí se encuentran a pesar de que ambos han recomendado a la Justicia que prenda al contrario y lo encierre en prisión para tener despejado el campo. Los dos, claro está, se han valido de sobornos para quedar libres, y es ahora Don Juan junto con los suyos el que consigue inmovilizar a Don Luis para conseguir la apuesta. Con el soborno y las respectivas criadas de Doña Inés y Doña Ana, Brígida y Lucia se prepara el acto tercero.
"Profanación" es el acto destinado al secuestro de doña Inés preparado por el mensaje que Brígida le trae dentro del libro de las horas. La llegada y posterior salida precipitada del Comendador ante el asombro de la abadesa cierra el acto. Acaba la primera parte con "El diablo a las puertas del cielo". Aquí es donde se produce la célebre escena del sofá entre Don Juan y Doña Inés en la quinta que este posee a orillas del Guadalquivir.
Ésta es una de las escenas que más maltrata el autor en sus reconocidos Recuerdos de un tiempo viejos, por considerarla fuera del ritmo de la obra. Lo cierto es que la escena se produce una vez despierta del desmayo Doña Inés, y es interumpida por la llegada de Don Luis, aunque ya a Zorrilla le ha dado tiempo de mostrar a un Don Juan enamorado y respetuoso escasos momentos después de lo que se supone que ha sucedido, la seducción de Doña Ana.
El duelo con Don Luis se pospone ante la llegada del Comendador. Don Juan intenta a éste su amor por Doña Inés, pero es interrumpido por Don Luis, que con una carcajada burlona deshace la escena. El doble asesinato y la posterior huida de Don Juan por el río cierran esta primera parte, en la que todos gritan. "Justicia por Doña Inés". La inverosímil paradoja en boca de ésta, "Pero no contra Don Juan", prepara en la segunda parte el papel definitivo que Zorrilla va a darle a la novicia.
En esta segunda parte, comienza el acto primero, "La sombra de Doña Inés", con la escena del escultor autor del panteón de los Tenorio, que explica su grandeza, y con el dialogo de Don Juan con la sombra de Doña Inés. Centellas y Avellaneda van a ser ahora testigos de su invitación a la cena. No hay epitafio, no hay burla, sólo hay osadía, ante los muertos. tampoco el hilo de la venganza existe ya, pues la hija vengadora ha desaparecido.
"La estatua de Don Gonzalo" representa la primera cena con el Comendador en casa de Don Juan y el presagio de la sombra de Doña Inés, que le pide su arrepentimiento. "Misericordia de dios y apoteosis de amor" es el último acto. Zorrilla dispone un ritmo lento para estas escenas, que contemplan la segunda cena con el Comendador y las vacilaciones y las dudas de un Don Juan temeroso ante la muerte.
Para favorecer su arrepentimiento, le es permitido ver desfilar su propio entierro, escena extraña a los clásicos Don Juanes y procedente de la contaminación con la leyenda de Miguel de Mañara.
Todo este acto está situado en el terreno de lo fantástico. Zorrilla juega con una larga agonía de Don Juan, a quien supone muerto por el capitán en el acto anterior, pero no completamente, puesto que conserva la consciencia para arrepentirse cuando al fin se ha decidido a hacerlo. Zorrilla introduce la consabida frase del comendador "Ya es tarde" para permitir a Doña Inés que interceda por su salvación.
Pero el Paraíso debió de parecerle a Zorrilla demasiado premio para un Dios clemente. Así, las llamas que salen de las bocas de ambos nos hacen pensar en un purgatorio final aunque amoroso.
La recriminación y la indignación del padre de Don Juan sucede a la de Don Gonzalo, que ha visto a su hija novicia, y antigua prometida de Don Juan, sobre el tablero de la apuesta como el colmo de la osadía que Don Juan quiere consumar. Con ella va en la apuesta también Doña Ana de Pantoja, la prometida de Don Luis Mejía.
El acto segundo "Destreza", sucede en los alrededores de la casa de Doña Ana de Pantoja, donde Don Luis ha acudido temeroso de que el asalto de Don Juan se produzca. Allí se encuentran a pesar de que ambos han recomendado a la Justicia que prenda al contrario y lo encierre en prisión para tener despejado el campo. Los dos, claro está, se han valido de sobornos para quedar libres, y es ahora Don Juan junto con los suyos el que consigue inmovilizar a Don Luis para conseguir la apuesta. Con el soborno y las respectivas criadas de Doña Inés y Doña Ana, Brígida y Lucia se prepara el acto tercero.
"Profanación" es el acto destinado al secuestro de doña Inés preparado por el mensaje que Brígida le trae dentro del libro de las horas. La llegada y posterior salida precipitada del Comendador ante el asombro de la abadesa cierra el acto. Acaba la primera parte con "El diablo a las puertas del cielo". Aquí es donde se produce la célebre escena del sofá entre Don Juan y Doña Inés en la quinta que este posee a orillas del Guadalquivir.
Ésta es una de las escenas que más maltrata el autor en sus reconocidos Recuerdos de un tiempo viejos, por considerarla fuera del ritmo de la obra. Lo cierto es que la escena se produce una vez despierta del desmayo Doña Inés, y es interumpida por la llegada de Don Luis, aunque ya a Zorrilla le ha dado tiempo de mostrar a un Don Juan enamorado y respetuoso escasos momentos después de lo que se supone que ha sucedido, la seducción de Doña Ana.
El duelo con Don Luis se pospone ante la llegada del Comendador. Don Juan intenta a éste su amor por Doña Inés, pero es interrumpido por Don Luis, que con una carcajada burlona deshace la escena. El doble asesinato y la posterior huida de Don Juan por el río cierran esta primera parte, en la que todos gritan. "Justicia por Doña Inés". La inverosímil paradoja en boca de ésta, "Pero no contra Don Juan", prepara en la segunda parte el papel definitivo que Zorrilla va a darle a la novicia.
En esta segunda parte, comienza el acto primero, "La sombra de Doña Inés", con la escena del escultor autor del panteón de los Tenorio, que explica su grandeza, y con el dialogo de Don Juan con la sombra de Doña Inés. Centellas y Avellaneda van a ser ahora testigos de su invitación a la cena. No hay epitafio, no hay burla, sólo hay osadía, ante los muertos. tampoco el hilo de la venganza existe ya, pues la hija vengadora ha desaparecido.
"La estatua de Don Gonzalo" representa la primera cena con el Comendador en casa de Don Juan y el presagio de la sombra de Doña Inés, que le pide su arrepentimiento. "Misericordia de dios y apoteosis de amor" es el último acto. Zorrilla dispone un ritmo lento para estas escenas, que contemplan la segunda cena con el Comendador y las vacilaciones y las dudas de un Don Juan temeroso ante la muerte.
Para favorecer su arrepentimiento, le es permitido ver desfilar su propio entierro, escena extraña a los clásicos Don Juanes y procedente de la contaminación con la leyenda de Miguel de Mañara.
Todo este acto está situado en el terreno de lo fantástico. Zorrilla juega con una larga agonía de Don Juan, a quien supone muerto por el capitán en el acto anterior, pero no completamente, puesto que conserva la consciencia para arrepentirse cuando al fin se ha decidido a hacerlo. Zorrilla introduce la consabida frase del comendador "Ya es tarde" para permitir a Doña Inés que interceda por su salvación.
Pero el Paraíso debió de parecerle a Zorrilla demasiado premio para un Dios clemente. Así, las llamas que salen de las bocas de ambos nos hacen pensar en un purgatorio final aunque amoroso.
El mismo año que Zorrilla estrena su Tenorio (1844), sale a la luz el poema dramático Don Juan del alemán Nicolás Lenau. Publicado inconcluso, debido a la locura del autor, que muere unos años después, este poema reúne una serie de elementos que van a continuar el prototipo romántico del mito.
Anuncia ya un desenlace de lo que será una de las variantes que el postromanticismo aportará a su desarrollo: el suicidio de Don Juan. El héroe se nos va mostrando como el eterno insatisfecho en busca de la mujer ideal que no encuentra.
Anuncia ya un desenlace de lo que será una de las variantes que el postromanticismo aportará a su desarrollo: el suicidio de Don Juan. El héroe se nos va mostrando como el eterno insatisfecho en busca de la mujer ideal que no encuentra.
Las versiones de Alonso de Córdoba y Antonio Zamora: antes de llegar a Zorrilla, el tema de Don Juan va a conocer dos versiones más en España. La primera de ellas, "La venganza del sepulcro", de Alonso de Córdoba y Maldonado, se supone compuesta a finales del siglo XVII.
De su autor se conocen hoy muy pocos datos; tan sólo que fue veedor y contador del Rey en 1662, por cierto opúsculo que se le atribuye, publicado en esta fecha por el Concejo de Segovia.
De su autor se conocen hoy muy pocos datos; tan sólo que fue veedor y contador del Rey en 1662, por cierto opúsculo que se le atribuye, publicado en esta fecha por el Concejo de Segovia.
La segunda versión, "No hay plazo que no se cumpla y deuda que no se pague y convidado de piedra", de Antonio Zamora, es obra mucho mas conocida y de mayor influencia que la anterior. Publicada en 1722, su autor gentilhombre de cámara del último de los Austrias Carlos II, tomo partido por la causa borbónica.
La actriz María Guerrero
Raimundo Madrazo 1891
Salvador Dalí boceto de escenografía para
Don Juan Tenorio 1949
Tirso de Molina( fray Gabriel Téllez ), nació en Madrid un 24 de marzo de 1579 y falleció en Almazán (Soria) un 12 de marzo de 1648. Fue un dramaturgo, poeta y narrador del Barroco, destacando como autor teatral.
El Burlador de Sevilla
En todas partes se lee el mito de Don Juan nace en el Burlador de Sevilla (hacia 1620) de tirso de Molina. El mito no pertenece al texto, sino al contexto; no se halla en los libros ni en los libretos, sino en la conciencia común y en el espejo de las palabras cotidianas.
Antes de Tirso, la mas significativa aparición de este prototipo de la literatura europea se produce también en España, concretamente en el Libro del buen Amor, de la primera mitad del siglo XIV.
El precursor se llama ya Juan, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, y es él mismo quien nos cuenta en detalle la larga historia de sus aventuras con mujeres de la mas variada condición: nobles, burguesas, plebeyas (desde una panadera procaz a unas serranas tan toscas como lujuriosas), sin olvidar a una mora y una monja.
Pero si los designios de Juan Ruiz son iguales a los de Don Juan, su destino es diametralmente opuesto al del personaje de Tirso ( aunque no tanto al de Moliére y Daponte) y, con escasas excepciones, sus lances eróticos están condenados al fracaso: ejemplo vivo de que solo cabe poner la esperanza en el "buen amor" de Dios.
La salvación de Don Juan, en tanto la trama lo despachaba a los infiernos, la extraordinaria teatralidad de El burlador de Sevilla alzó a Don Juan a la gloria.
El Don Juan con talla mítica, nacido entero de la cabeza de Tirso, es el héroe de la literatura. O, mejor, la respuesta al desafío escénico de conjugar el esbozo de un carácter y una pauta de motivos para el desarrollo.
Particular importancia tiene uno de los recursos que Tirso presta al personaje. En el español clásico, burla es "engaño, trampa" y así mismo "broma, farsa, ficción jocosa". Don Juan, que se enorgullece del "gentil nombre" de "burlador", recorre y practica todo el ámbito de la burla, pero muestra particular aplicación a su sentido mas lúdico y teatral.
Precisamente por atender a ese sentido, no sólo seducir a una dama es para él hacerla caer en la ilusión cómica, sino que le importa constatar que tiene un público: por eso se congratula de que Sevilla entera lo llame "el Burlador" por excelencia.
Pero si ademas de fingir con las mujeres y conseguir engañarlas, resulta que Don Juan se desvive por lograr el aplauso de su inmenso público de devotos, es que vive permanentemente en escena, a conciencia de representar un papel de que tanto como la satisfacción propia le preocupa el juicio de los espectadores. ¡ naturalmente que ha sido el teatro quien lo ha inmortalizado! Como que la profesión de Don Juan es la de actor...
Argumento
La acción comienza en Nápoles, en los aposentos reales donde la duquesa Isabela ha sido seducida por Don Juan, aprovechando la oscuridad de la noche, que lo presenta como su prometido, el Duque Octavio.
Don Juan, hijo del camarero del Rey de Castilla, ha llegado a Nápoles huyendo de España, donde ha dejado seducida a otra dama. En la primera jornada el autor sitúa la acción en la corte de Nápoles, las playas de Tarragona y la corte de España en Sevilla. Así, tras el episodio de Isabela, y gracias a la complicidad de su tío Don Pedro Tenorio - el embajador de España en Nápoles, a quien el Rey ha pedido la intervención en el asunto de Don Juan -, consigue huir.
Poco después, victima de un naufragio, aparece en las costas de Tarragona con Catalinón, su criado. Allí es auxiliado por la pescadora Tisbea, orgullosa de no haber sucumbido nunca al amor. Por su parte el Duque Octavio, culpado por todos y sabiéndose engañado, huye igualmente a España.
La seducción de Tisbea tiene también lugar en la primera jornada con el intervalo de una escena en la Corte de España en la que Don Gonzalo de Ulloa informa al Rey Don Alfonso de Castilla de su estancia en Lisboa. El Rey, ignorante de la suerte de Don Juan, va a concertar las bodas de éste con Doña Ana de Ulloa, hija de Don Gonzalo.
En la segunda jornada Don Alonso, el Rey, informado de los sucesos de Don Juan por Don Diego Tenorio, su padre, decide desterrarlo a Lebrija y nombrar mayordomo mayor a Don Gonzalo para resarcirle por el incumplimiento de la promesa. Doña Ana pasa a ser concedida al Duque Octavio.
Don Juan, entre tanto, prepara la seducción de Doña Ana tras descubrir una cita que ésta ha concertado con su primo el Marqués de Mota. Con éste mantiene uno de los diálogos mas ingeniosos de la obra a propósito de cómo engañar a las prostitutas. Disfrazado con la capa del Marqués de la Mota, se introduce en las habitaciones de Doña Ana y al ser descubierto por Don Gonzalo lo mata después de un enfrentamiento.
Acusado el Marqués, es detenido, mientras Don Juan se dirije a Labrija. Al pasar por el pueblo de Dos Hemanas, presencia las bodas de Arminta y Batricio, campesinos del lugar, y prepara la seducción de Arminta, que tendrá lugar en la jornada tercera.
Con los celos de Batricio comienza ésta última. Cómplice Gaseno, padre de Arminta, Don Juan se hace dueño de la voluntad de ésta, tras la promesa de ser su esposo. Pero ya se están preparando las reclamaciones de venganza.
Y mientras Isabela se encuentra con Tisbea camino de satisfacer la suya, se va a producir el encuentro entre Don Juan con la estatua de Don Gonzalo, su víctima, a quien escarnece e invita a cenar. Tras esta primera cena con el convidado de piedra, que va anticipando el desenlace final, la acción se traslada a la Corte.
Allí el Rey y su camarero mayor Don Diego Tenorio intentan restaurar el honor de Isabela casándola con Don Juan y restablecer el compromiso entre Doña Ana de Ulloa y el Marqués de Mota, perdonado éste.
Antes de que se celebren sus bodas con Isabela, Don Juan ha dado palabra de devolverle la cena a Don Gonzalo, con la oposición de Catalinón. Y el convite que va a costarle la vida a Don Juan se produce mientras todos los ofendidos están reclamando del Rey venganza.
El castigo divino le ahorra al casamiento rey el enfrentamiento con su privado y recompone el orden deshecho por Don Juan. Isabela, viuda, se casa con el Duque Octavio; Doña Ana, con su primo, el Marqués de Mora.
Y el "nosotros con las nuestras" que pronuncia Batricio al final de la obra hace suponer que las viudas del pueblo también pueden reparar su honor con sus respectivos ofendidos.
Origenes de una leyenda
Desde que Farinelli, en 1896, provocó a los estudiosos de Don Juan situando los origenes de la leyenda en una especie de moralidad representada en 1615 por los jesuitas de Ingolstadt - la historia del Conde Leoncio -, los comienzos del siglo XX han presenciado el resurgir de una de las muchas polémicas que acompañan siempre a estos estudios.
A pesar de una tradición ampliamente aceptada, que defendía su españolismo, y sin mucha convicción por carecer de datos objetivos, Farinelli pretendía, al igual que los estudios filosóficos habían hecho con Fausto,profundizar en los limites de un personaje teatral cuya historia personal se presentaba como símbolo nacional: la historia de Don Juan no era otra cosa que la historia de España.
Rastreando los orígenes de los complejos componentes de la leyenda del Convidado de Piedra, se retrotrae hasta la antigua creencia en las cabezas fatídicas que vaticinaban el porvenir, presentes ya en Virgilio y San Alberto Magno entre otros, y cuya tradición había recogido también Cervantes en El Quijote.
Antes de Tirso, la mas significativa aparición de este prototipo de la literatura europea se produce también en España, concretamente en el Libro del buen Amor, de la primera mitad del siglo XIV.
El precursor se llama ya Juan, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, y es él mismo quien nos cuenta en detalle la larga historia de sus aventuras con mujeres de la mas variada condición: nobles, burguesas, plebeyas (desde una panadera procaz a unas serranas tan toscas como lujuriosas), sin olvidar a una mora y una monja.
Pero si los designios de Juan Ruiz son iguales a los de Don Juan, su destino es diametralmente opuesto al del personaje de Tirso ( aunque no tanto al de Moliére y Daponte) y, con escasas excepciones, sus lances eróticos están condenados al fracaso: ejemplo vivo de que solo cabe poner la esperanza en el "buen amor" de Dios.
La salvación de Don Juan, en tanto la trama lo despachaba a los infiernos, la extraordinaria teatralidad de El burlador de Sevilla alzó a Don Juan a la gloria.
El Don Juan con talla mítica, nacido entero de la cabeza de Tirso, es el héroe de la literatura. O, mejor, la respuesta al desafío escénico de conjugar el esbozo de un carácter y una pauta de motivos para el desarrollo.
Particular importancia tiene uno de los recursos que Tirso presta al personaje. En el español clásico, burla es "engaño, trampa" y así mismo "broma, farsa, ficción jocosa". Don Juan, que se enorgullece del "gentil nombre" de "burlador", recorre y practica todo el ámbito de la burla, pero muestra particular aplicación a su sentido mas lúdico y teatral.
Precisamente por atender a ese sentido, no sólo seducir a una dama es para él hacerla caer en la ilusión cómica, sino que le importa constatar que tiene un público: por eso se congratula de que Sevilla entera lo llame "el Burlador" por excelencia.
Pero si ademas de fingir con las mujeres y conseguir engañarlas, resulta que Don Juan se desvive por lograr el aplauso de su inmenso público de devotos, es que vive permanentemente en escena, a conciencia de representar un papel de que tanto como la satisfacción propia le preocupa el juicio de los espectadores. ¡ naturalmente que ha sido el teatro quien lo ha inmortalizado! Como que la profesión de Don Juan es la de actor...
Argumento
La acción comienza en Nápoles, en los aposentos reales donde la duquesa Isabela ha sido seducida por Don Juan, aprovechando la oscuridad de la noche, que lo presenta como su prometido, el Duque Octavio.
Don Juan, hijo del camarero del Rey de Castilla, ha llegado a Nápoles huyendo de España, donde ha dejado seducida a otra dama. En la primera jornada el autor sitúa la acción en la corte de Nápoles, las playas de Tarragona y la corte de España en Sevilla. Así, tras el episodio de Isabela, y gracias a la complicidad de su tío Don Pedro Tenorio - el embajador de España en Nápoles, a quien el Rey ha pedido la intervención en el asunto de Don Juan -, consigue huir.
Poco después, victima de un naufragio, aparece en las costas de Tarragona con Catalinón, su criado. Allí es auxiliado por la pescadora Tisbea, orgullosa de no haber sucumbido nunca al amor. Por su parte el Duque Octavio, culpado por todos y sabiéndose engañado, huye igualmente a España.
La seducción de Tisbea tiene también lugar en la primera jornada con el intervalo de una escena en la Corte de España en la que Don Gonzalo de Ulloa informa al Rey Don Alfonso de Castilla de su estancia en Lisboa. El Rey, ignorante de la suerte de Don Juan, va a concertar las bodas de éste con Doña Ana de Ulloa, hija de Don Gonzalo.
En la segunda jornada Don Alonso, el Rey, informado de los sucesos de Don Juan por Don Diego Tenorio, su padre, decide desterrarlo a Lebrija y nombrar mayordomo mayor a Don Gonzalo para resarcirle por el incumplimiento de la promesa. Doña Ana pasa a ser concedida al Duque Octavio.
Don Juan, entre tanto, prepara la seducción de Doña Ana tras descubrir una cita que ésta ha concertado con su primo el Marqués de Mota. Con éste mantiene uno de los diálogos mas ingeniosos de la obra a propósito de cómo engañar a las prostitutas. Disfrazado con la capa del Marqués de la Mota, se introduce en las habitaciones de Doña Ana y al ser descubierto por Don Gonzalo lo mata después de un enfrentamiento.
Acusado el Marqués, es detenido, mientras Don Juan se dirije a Labrija. Al pasar por el pueblo de Dos Hemanas, presencia las bodas de Arminta y Batricio, campesinos del lugar, y prepara la seducción de Arminta, que tendrá lugar en la jornada tercera.
Con los celos de Batricio comienza ésta última. Cómplice Gaseno, padre de Arminta, Don Juan se hace dueño de la voluntad de ésta, tras la promesa de ser su esposo. Pero ya se están preparando las reclamaciones de venganza.
Y mientras Isabela se encuentra con Tisbea camino de satisfacer la suya, se va a producir el encuentro entre Don Juan con la estatua de Don Gonzalo, su víctima, a quien escarnece e invita a cenar. Tras esta primera cena con el convidado de piedra, que va anticipando el desenlace final, la acción se traslada a la Corte.
Allí el Rey y su camarero mayor Don Diego Tenorio intentan restaurar el honor de Isabela casándola con Don Juan y restablecer el compromiso entre Doña Ana de Ulloa y el Marqués de Mota, perdonado éste.
Antes de que se celebren sus bodas con Isabela, Don Juan ha dado palabra de devolverle la cena a Don Gonzalo, con la oposición de Catalinón. Y el convite que va a costarle la vida a Don Juan se produce mientras todos los ofendidos están reclamando del Rey venganza.
El castigo divino le ahorra al casamiento rey el enfrentamiento con su privado y recompone el orden deshecho por Don Juan. Isabela, viuda, se casa con el Duque Octavio; Doña Ana, con su primo, el Marqués de Mora.
Y el "nosotros con las nuestras" que pronuncia Batricio al final de la obra hace suponer que las viudas del pueblo también pueden reparar su honor con sus respectivos ofendidos.
Origenes de una leyenda
Desde que Farinelli, en 1896, provocó a los estudiosos de Don Juan situando los origenes de la leyenda en una especie de moralidad representada en 1615 por los jesuitas de Ingolstadt - la historia del Conde Leoncio -, los comienzos del siglo XX han presenciado el resurgir de una de las muchas polémicas que acompañan siempre a estos estudios.
A pesar de una tradición ampliamente aceptada, que defendía su españolismo, y sin mucha convicción por carecer de datos objetivos, Farinelli pretendía, al igual que los estudios filosóficos habían hecho con Fausto,profundizar en los limites de un personaje teatral cuya historia personal se presentaba como símbolo nacional: la historia de Don Juan no era otra cosa que la historia de España.
Rastreando los orígenes de los complejos componentes de la leyenda del Convidado de Piedra, se retrotrae hasta la antigua creencia en las cabezas fatídicas que vaticinaban el porvenir, presentes ya en Virgilio y San Alberto Magno entre otros, y cuya tradición había recogido también Cervantes en El Quijote.