martes, 16 de septiembre de 2025

Búcaros, valor del agua y exaltación de los entidos en los siglos XVII y XVIII


 Museo de América 
Avda. Reyes Católicos, 6. Madrid
 

 

Valor del agua y exaltación de los sentidos en los siglos XVII y XVIII 
 
Como otra forma de adaptación y resistencia, los grupos indígenas desarrollaron, tras la Conquista, una extraordinaria creatividad y asumieron un papel activo mediante elaboraciones artísticas que triunfaron en el mundo hispano barroco: bateas lacadas, muebles taraceados o cerámicas aromáticas, como los búcaros.
 
Los búcaros -barros o cerámicas para consumir agua fresca-, cautivaron por su aroma, sus formas y su color desde el siglo XVI hasta que arraigó el cambio de gusto con la nueva dinastía borbónica, avanzado el siglo XVIII. Relacionados con los cinco sentidos, y en particular con el gusto y el olfato, los búcaros nos aproximan a aspectos inmateriales de la cultura barroca. Su circulación fue intensa en ambos sentidos, poniendo en relación el Mediterráneo con América y Asia.
 
El agua es la gran protagonista asociada al búcaro, pues le da sentido activando su aroma particular. Utilizados para beber, servir, enfriar o aromatizar el agua, eran también piezas usadas para ambientar y refrescar las estancias, o para ingerir su arcilla (bucarofagia) y como soportes para velas o flores. Además, contaban con un valor simbólico de prestigio, especialmente entre las mujeres quienes se sintieron atraídas por estos barros.
 
Tibor dorado

Tonalá o Cuautitlán (Guadalajara, México), virreinato de Nueva España, siglo XVIII. Cerámica. En este caso, el poder civil está presidido por el personaje femenino y el eucarístico por el masculino. 
 
Isabel de Farnesio, reina de España

 Anónimo, siglo XVIII. Óleo sobre lienzo. Isabel de Farnesio refleja el nuevo gusto, pues prefirió las porcelanas a los búcaros para exponer en el gabinete de los espejos del palacio de La Granja. Los aromas fuertes de origen animal (algalia, ámbar, gris, almizcle) se cambiaron también por aguas de colonia.
 

Origen e historia de la colección 
 
En esta exposición se muestra una pequeña parte de la colección de cerámicas procedente del legado que Dª María Josefa de la Cerda, condesa viuda de Oñate, hizo en 1884 al Museo Arqueológico Nacional y que desde 1941 están integradas en las colecciones fundacionales del Museo de América. Alguna de ellas aún conserva las etiquetas antiguas de aquel museo. Parte del conjunto había sido formado por otra dama, Dª Catalina Vélez ladrón de Guevara, que dos siglos antes había llegado a juntar más de tres mil búcaros. Aunque la dama no tuviera relación con América, pues era hija y esposa de virreyes de Nápoles y Cerdeña, su colección incluía producciones de los diferentes virreinatos (Guadalajara, Natá y Chille) además de barros de la Península, tanto portugueses (Estremoz, La Maya, Lisboa...) como de distintas regiones españolas (Salvatierra, Plasencia, El Duque...).
 
Con esta exposición se pretende rendir un merecido reconocimiento a las mujeres que coleccionaron y utilizaron estas cerámicas, pero también a los artistas indígenas o peninsulares que elaboraron estas magníficas obras de arte en cada uno de esos centros de producción.
 
Vista de los jardines de la Real Casa de Campo. El jardín del caballo

El exterior de las ciudades virreinales: el valor del agua
 
El agua es imprescindible para la vida y ha condicionado la ubicación de los asentamientos del ser humano. El acceso al agua es, hasta hoy día, un privilegio de unos pocos. Solo el 0,01% del agua de la Tierra es potable y se reduce cada año por la contaminación. Más de una tercera parte de los seres humanos viven en territorios con escasez de agua y el porcentaje está en aumento.
 
Felipe II trató de dotar de un abastecimiento digno a la ciudad de Madrid, buscando nuevos acuíferos a través de zahorís. La negativa del Ayuntamiento de Madrid a mejorar la traída de aguas fue una de las cusas del traslado de la corte a Valladolid en 1601 y 1606. Un par de años después se creó el Concejo y Junta de Aguas de Madrid para regular su consumo.
 
En Madrid, en el siglo XVII, había entonces más de quinientas fuentes en jardines o fincas particulares y unas setenta y siete públicas, de acceso gratuito. Los aguadores la vendían por vasos en las cales o las acercaban a los hogares, pues la mayor parte de la población no contaba con agua corriente en sus casas.
 
El principal problema del agua almacenada es su conservación. En grandes tinajas o barriles, con el tiempo se pudría y sabía mal. Parece ser que el barro de estos búcaros conservaba mejor el agua o, al menos, le proporcionaba un aroma que enmascaraba el mal sabor del agua estancada.
 
(Detalle)

Virreinatos y triangulaciones (Madrid- Nápoles-México/Perú)
 
La distribución internacional de los búcaros no parece que estuviera vinculada con una ruta comercial establecida, como sí ocurría con la porcelana. Los búcaros eran fabricados para su venta en mercados locales o regionales. La localización de colecciones en Europa parece deberse sobre todo a envíos o adquisiciones personales. El movimiento de las familias generó una discriminación de objetos, ceremonias o costumbres, entre las que se encontraba este tipo de cerámicas.
 
Los virreyes eran los representantes del rey se elegían entre las principales familias nobiliarias hispanas, por lo general tras una carrera administrativa. Las familias que ocupaban los virreinatos mediterráneos no solían desempeñar el cargo en los territorios de ultramar y viceversa. Nápoles fue el virreinato que mayor reconocimiento y prestigio alcanzó. Cuanto más alejados de la corte, menos interesantes resultaban los cargos, debido a la dificultad de ejercer influencia política.
 
Los búcaros conectaron todos estos territorios. Durante el siglo XVI circularon de forma continuada y en abundancia desde España hacia América, en forma de brinquiños de barro y vasos de búcaro, pero en los siglos siguientes las producciones americanas de vasos de olor se convirtieron en obsesión en Europa y los inventarios están repletos de cerámicas mexicanas, panameñas y chilenas, junto a las de Portugal y Extremadura.
 
Tibor dorado. Tonalá (Guadalajara, México) s. XVIII

  Protagonistas: las damas de las cortes
 
La población femenina de los virreinatos hispanos consumía estos búcaros con pasión. Las virreinas, con la reina a la cabeza como centro desde el que manaba influencia en todos los ámbitos, tejían sus propias redes y se enviaban presentes. Estas damas se convirtieron en referentes a imitar en relación con el gusto, el protocolo y la moda.
 
El cambio de siglo y de dinastía , a la muerte de Carlos II y con la llegada de Felipe V al trono español, supuso el comienzo de una transformación en los gustos de la Corte hispana. la austeridad y el rígido protocolo de los Austrias se reemplazó, paulatinamente, por nuevas decoraciones, preferencias musicales, perfumes, costumbres higiénicas o indumentarias distintas.
 



Alacenas y aparadores
 
Los búcaros se podían disponer adornando diferentes rincones de las estancias en las casas, desde las cocinas a los salones. En los siglos XVII y XVIII destacan dos muebles que se vinculan con este tipo de objetos. Por un lado, la alacena, que era una especie de estantería abierta en cuyas baldas se almacenaba y exhibía la vajilla, independiente del estatus económico de la familia.
 
Por otro lado destaca el aparador, que es el mueble por excelencia del siglo XVII madrileño. Representaba una pequeña cámara de maravillas repleta de objetos de todo tipo elaborados en plata, concha, carey, etc... 
 
 
 
Nuñez de Balboa, descubridor del Pacífico
 




 
 
 
 

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