sábado, 16 de febrero de 2013

Caperucita en Manhattan. Carmen Martín Gaite



Caperucita
en
Manhattan 
                                                                        
  Caperucita es un clásico de la literatura sobre sobre la iniciación a la vida adulta, sobre los peligros a los que tenemos que hacer frente y la exigencia de hacerlo en libertad y soledad.
  Gaite nos recrea magistralmente esta historia y la adapta a la sociedad en que vivimos, con una Caperucita que es una niña de hoy y que se mueve en un bosque muy diferente (Manhattan), aunque también se encontrará con los personajes del famoso cuento, aquí completamente diferentes: miss Lunatic, mister Wolf, etc.
  Al leer Caperucita en Manhattan se nos proporciona la ocasión de reflexionar sobre nuestro propio mundo, sobre la manera en que nosotros intentamos cada día ser diferentes y sobre cómo ser nosotros mismos en la sociedad en que nos ha tocado vivir.
 
 
  La sociedad francesa de finales del siglo XVII en la que el abogado Charles Perraut, funcionario serio y bondadoso al servicio del rey Luís XIV, que durante un tiempo ha ejercido el cargo de protector de la familia, publica una bonita colección de cuentos: Historia y cuentos del tiempo pasado. 
  Cuentos de la madre oca (1697), la ha escrito para sus hijos pero teme que le tachen de escritor poco serio, así que los publica a nombre del mayor de ellos llamado Pierre Darmancourt.

  Los cuentos alcanzaron gran éxito y entre ellos aparece Caperucita roja, Perrault terminará su cuento con una moraleja: Caperucita es el símbolo de la codiciada inocencia, de todas las niñas buenas y hermosas que desgraciadamente, hacen caso de toda clase de personas, de los que los más peligrosos son los "lobos melifluos", los embaucadores, de los que hay que guardarse especialmente.

  La Caperucita de Perrault es victima de la maldad. Para una sociedad gobernada por un rey absoluto (Luís XIV, las buenas maneras deben ser siempre respetadas, de lo contrario puede caerse en poder de los malvados que atropellan la inocencia. Carmen Martín Gaite
 
 
                                   
Título: Caperucita en Manhattan
Autora: Carmen Martín Gaite
 
Ilustraciones: Carmen Martín Gaite
Editorial: Siruela
 
Invitación a la lectura: Mª del Carmen Ponz Guillén
Nº Páginas: 260
ISBN 84-7844-406-8 


Invitación a la lectura
  
  Imagínate una sociedad primitiva de cazadores. Cuando los muchachos de la tribu llegan a la adolescencia, sus padres emprenden un viaje con ellos hacía el corazón del bosque. En él hay una cabaña en la que vive el brujo, el mago o chamán los muchachos quedan a su cuidado y el los instruye...

El lugar: la ciudad-bosque
y sus peligros

  De entre todas las grandes ciudades del mundo occidental moderno, la autora ha escogido la más representativa, que ella conoce no solamente por el cine, sino por haber vivido durante un tiempo en ella. Se trata de una enorme ciudad en la que los peligros físicos y morales son, como en el bosque del cuento, frecuentes. Si consultamos una guía turística nos informaremos de cosas como éstas: la isla de Manhattan, considerada "el corazón de la Gran Manzana"; Brooklyn, situado al sur, barrio en el que vive la protagonista de esta historia, Sara Allen y sus padres; el barrio de Queens, al este; el Bronx, considerado el más peligroso de la ciudad (en él está situado el Yankee Stadium y el Zoo); y finalmente, State Island, unido a la isla de Manhattan mediante un servicio de transbordadores.

Carmen Martín Gaite

   Carmen Martín Gaite nació en Salamanca un 8 de diciembre de 1925 y falleció en Madrid un 23 de julio de 2000. Se licenció en filosofía en la Universidad de Salamanca. En 1950 se traslada a Madrid. Entre otros premios recibió el Premio Nadal y el Príncipe de Asturias. publicó Caperucita en Manhattan en 1990.
 

En un lugar de La Mancha...Consuegra




 

domingo, 10 de febrero de 2013

Carta a un hijo. Rudyard Kipling



Si puedes estar tranquilo cuando todos a tu alrededor
han perdido la cabeza y te culpan por ello,
si puedes confiar en ti mismo cuando todos dudan de ti
y, sin embargo, no desprecias sus dudas;


si puedes esperar sin que te canse la espera,
si te injurian y no respondes a la mentira,
si te odian y no cedes al odio,
y, aun así, no pareces demasiado bueno ni hablas como un sabio;


si puedes soñar, y no hacer de los sueños tu señor,
si puedes pensar, y no hacer del pensamiento tu meta,
si puedes encontrarte con el triunfo y la derrota
y tratar de la misma manera a esos dos impostores;


si puedes soportar escuchar la verdad que has dicho
distorsionada por granujas para engañar a tontos,
o ver cómo se destruyen las cosas por las que has dado la vida,
y agacharte y reconstruirlas con herramientas viejas;


si puedes poner en un montón todos tus triunfos
y arriesgando todo en un cara o cruz,
y perder, empezar de nuevo desde el principio,
y no decir una palabra sobre lo que has perdido;


si puedes forzar tu corazón, nervios y tendones
a que te sirvan cuando ya hace tiempo que se han gastado,
y resistir cuando no te queda nada
salvo la voluntad que dice: "Aguantad";


si puedes hablar con las masas y mantenerte íntegro,
 o pasear con reyes sin perder el sentido común,
si no pueden herirte ni los enemigos ni los buenos amigos,
si todos cuentan contigo pero ninguno en exceso;


si puedes llenar el minuto implacable
con sesenta segundos que valgan la pena,
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y -lo que es más- ¡ serás un Hombre, hijo mío!
                                                   Rudyard Kipling
                                                                                      

  El poema también conocido como Carta a un hijo, escrito en versos, fue compuesto por Rudyard Kipling en 1910. En 1995 una encuesta de la BBC lo señaló como el poema más valorado en Gran Bretaña.
  Citado en películas y canciones, traducido en todo el mundo, invocado por los mayores, agigantado en carteles, reducido en postales, es un poema duro, que exhorta a no rendirse nunca, a llevar siempre la cabeza alta, a no dejarse embaucar, a no perder el sentido de la responsabilidad incluso en las circunstancias más adversas.
Atenerse a este código de conducta es, sin ninguna duda, muy difícil, sugerirlo a un hijo, es audaz. Pero este discurso dicho en voz alta, solemne, calmo, integro, sin miedo a utilizar palabras trascendentes, evoca un mundo de nobles valores luminosos y eternos.



  Rudyard Kipling nació en Bombay (India) en 1865 y fue bautizado con el nombre del lago inglés donde sus padres se prometieron. Creció como cualquier niño de su época, acunado desde su nacimiento con leyendas y canciones indias.
Fue enviado a Inglaterra a los seis años para recibir una educación adecuada a su clase social. hasta los doce años estuvo, junto con su hermana menor, viviendo con un matrimonio que acogía a hijos de ingleses residentes en la India.

  Esa época fue muy feliz para él. Acabo los estudios en la escuela Devon, pero no de una manera tan brillante como para poder obtener una beca que le permitiera ir a Oxford, por lo que regresó a Lahore ya que su familia no podía afrontar el gasto.Allí su padre le encontró un empleo como redactor del diario local Civil & Military Gazette. En el publicó sus primeros cuentos.

  En 1887 comenzó a trabajar en un periódico más importante, The Pioner, en Allahabad. En 1889, dejó la India y recorrió América escribiendo para The Pioner. Al año siguiente llegó a Inglaterra donde sus cuentos enseguida encontrarón hueco en las revistas más prestigiosas.

  Se casó con Caroline Balestier y  se marcharon a vivir a Vermont ( EE UU ) donde nacieron sus dos hijas: Josephine y Elise. Y escribió, entre otras cosas, las historias de Mowgli que terminarían siendo "El libro de las tierras vírgenes".

  Regresó a los pocos años con su familia a Inglaterra, y gracias a sus novelas, poesías y artículos, Kipling se convirtió en un escritor prestigioso y popular al mismo tiempo. En 1907 se le concedió el Premio Nobel de Literatura.

  Perdió a su único hijo, John, en la Primera Guerra Mundial, lo que marcó su vida y su obra. Además de escritor y poeta fue un periodista brillante que recorrió Inglaterra y otros países con un nuevo y temerario medio de transporte: el automóvil, escribiendo sagaces reportajes. Murió en 1936.