En 1775, una mujer, acompañada de su esposo, un suboficial naval francés, llegó a Francia procedente de Port Louis, en Isla Mauricio. Como equipaje traían 30 cajas que contenían algo más de 5.000 especies de plantas, además de animales, conchas y minerales.
Cuarenta y nueve años y trece días antes de la toma de La Bastilla, el 27 de julio de 1740, en La Comelle, una comuna francesa situada en el departamento de Saona y Loira, en la región de Borgoña, nacía Jeanne Pochard, un matrimonio humilde, sin muchos recursos y una nula educación. A penas había cumplido un año de vida cuando su madre falleció, y siendo una adolescente, con quince años, también perdió a su padre, por lo que se quedó sola, huérfana y sin fortuna.
Con este panorama surge la primera incógnita, uno de los varios misterios que rodearon su vida: ¿cómo obtuvo educación? Según sus biógrafos surgen al menos dos teorías. Una de sus biógrafas, Glynis Ridley, apunta a que su madre podría haber sido de origen hugonote, un grupo con una tradición de alfabetización más alta que la típica de las clases campesinas de la época. Otro biógrafo, John Dunmore, sugiere que la enseñó el párroco o un miembro de la nobleza local, que la tomó como un caso de caridad.
Con veinte años es contratada por el médico, botánico y naturalista Philibert Commerson (1727-1773) para hacerse cargo de las tares de su hogar al enviudar. La relación entre ellos va más allá he incluso se habla de que Baret tuvo un hijo suyo que tuvo que dar en adopción. Por entonces, ella ya tiene un amplio conocimiento de botánica. Quizás, fue una y otra cosa lo que condujo a Commerson a no querer viajar solo en una expedición científica que partía de Francia en 1766 y fue así como Jeanne Baret, camuflado como un hombre porque una ordenanza real prohibía embarcar mujeres en los barcos de la Corona, se subió a bordo del Étoile, una de las dos naves expedicionarias bajo el mando del militar y explorador Louis Antoine de Bougainville.
Hasta que fue descubierta su treta, dos años y medio después de iniciarse la aventura, Baret participó activamente junto a Commerson en la campaña científica de recogida de plantas en Río de Janeiro, en Montevideo, en la Patagonia o en el Estrecho de Magallanes. No solo cargaba con las plantas que se recolectaban como "una bestia de carga", según Commerson, que, afectado de una lesión en una pierna, no podía acarrear con las plantas, sino que también catalogaba y organizaba los especímenes colectados y las notas que de ellos se iban tomando.
Fue en Tahiti, en abril de 1768, cuando Baret fue descubierta para una relativa sorpresa de la tripulación que, en parte ya, se había percatado durante la travesía del ardid. Una parada en en Isla Mauricio para abastecer de víveres y otras provisiones los navíos, donde Commerson conocía a un colega británico, Pierre Poivre, permitió a Bougainville deshacerse del problema que suponía volver a Francia con una mujer a bordo de una de sus embarcaciones.
Desde allí, Commerson continuó con sus planes de recolección de plantas que le llevaron a Madagascar y la isla de Borbón y es más que probable que ella le acompañara en esas campañas.
En febrero de 1773 Commerson falleció en Mauricio, victima de sus numerosos achaques de salud, su colega Poivre se encontraba en París y, así, sola y sin recursos, Jeanne Baret empezó a trabajar en una taberna de Port Louis donde conoció a Jean Dubernat, suboficial de la marina francesa que regresaba a su casa.
Meses más tarde, el 17 de mayo de 1774, se casaban en una boda que algunos estudiosos de Baret han catalogado de conveniencia para él, ya que Jeanne aportó al matrimonio una pequeña fortuna que había reunido, y también, y, sobre todo, para ella, porque de esa manera podía retornar a Francia aproximadamente un año más tarde.
Con una intermediación de Bougainville, el Ministerio de Marina, y por decisión directa del rey Luis XVI (el mismo monarca que prohibía embarcar a mujeres en expediciones científicas), se le concedió una pensión de 200 libras por sus méritos como extraordinaria asistente del botánico Commerson, que empezó a cobrar el 1 de enero de 1785, diez años después de su regreso a Francia, y hasta el día de su muerte, el 5 de agosto de 1807 en Saint-Aulaye, a la edad de 67 años.
Sin embargo, la historia se encargó de enterrar todos estos méritos dela primera mujer que dio la vuelta al mundo participando en una expedición científica y solo le fueron reconocidos siglos después, en 2010, gracias a la publicación del libro El descubrimiento de Jeanne Baret (2010), de la escritora Glynis Ridley.
Dos años más tarde, en 2012, el biólogo Eric Tepe, adscrito a las universidades de Utah y Cincinnati, para honrar el legado científico de Jeanne Baret le dedicaba una nueva especie vegetal recién descubierta, Solanum baretiae, de la familia Solanaceae, reparando así otra.
Paradójicamente, durante la expedición y en los años venideros, unas 70 especies fueron bautizadas con el nombre específico de "commersonnii" en homenaje al botánico Commerson. El jardín Botánico de Nueva York incluye un espécimen de planta, atribuido a Commerson pero que se cree que fue recolectado por Baret con él, en su herbario. Es cierto que, durante el viaje, Commerson le dedicó un arbusto de la familia Meliaceae, Baretia bonafide, pero, la planta cambiaría más tarde su nombre por el de Turraea heterophylla.
El 26 de abril de 2018, en honor a Jeanne Baret, se da oficialmente el nombre de Monte Baret a una cordillera del planeta Plutón. Todo ello para reconocer tanto a una mujer valiente y audaz como una gran botánica y exploradora por derecho propio. Jesús García Rodrigo
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