El Muelle de las Carbelas brinda la quietud de sus aguas a las réplicas de las naves colombinas que surcaron los mares rumbo a lo desconocido.
Laguna dulce de la Rábida
Esta pequeña laguna constituye un oasis de agua dulce en un medio salino. Rodeada por la grandiosidad del estuario del Odiel, esta joya natural ofrece un refugio excepcional a una rica variedad de aves, algunas en busca de sustento y otras deseosas de dulcificar su plumaje.
Aquí, la naturaleza cobra vida en un espectáculo de colores y sonidos. Desde el elegante planeo del Ánade Real hasta la aguda mirada del Martín Pescador, cada visita desvela un mundo donde las aves prosperan. Contemplar el vibrante azul del Avión, la serenidad de la Focha Común o la delicada gracia de la Garceta, cada una añadiendo su nota única a la sinfonía del ecosistema, todo un placer.
Mientras paseamos por este enclave natural, podemos avistar al Andarrios Chico en su diligente búsqueda de alimento, o al exótico Calamón deslizándose entre las eneas. El contraste de la Espátula alimentándose bajo el sol poniente, o el vuelo acrobático de la Golondrina Dáurica, recuerdan que la magia reside en los pequeños momentos.
La nao Santa María. "La capitana"
Alquilada a Juan de la Cosa, gran marinero y cartógrafo cántabro, que residía en el Puerto de Santa María (Cádiz), fue apodada como la "gallega", lo que da una pista sobre el lugar de su posible construcción, alrededor de 1480. Este tipo de barcos eran conocidos como "los panzudos del norte". Tenía más capacidad de carga que las carabelas y era la única con camarote o chupeta, para uso exclusivo de Cristóbal Colón.
Cuenta con cubierta principal de proa a popa con dos elevaciones o pisos en la parte trasera: la tolda y la toldilla y, entre ambas, el camarote del capitán. Justo debajo de la cubierta principal estaba la bodega diáfana para ubicar el cargamento, en su mayoría, avituallamiento de la tripulación.
En la parte delantera, se acentuaba otro nivel, el castillo de proa. El velamen se ajustaba en tres mástiles de proa a popa: trinquete y mayor, con velas cuadradas y mesana, con vela triangular o latina en el último; además cuenta con bauprés con vela cebadera en proa. El mayor, justo después de la pequeña cesta, llamada cofa o carajo, presenta vela tropezoidal llamada gavia. Por su peso y mayor calado, principalmente, no era la más marinera de las tres y su maniobrabilidad era más lenta y dificultosa. La tripulación rondaba los cuarenta marineros y la capacidad de carga, entre 100 y 120 toneladas según el criterio del tipo de tonel de referencia.
En la tarde-noche del 24 de diciembre de 1492, encalló en Bahía Caracol, costa norte de la isla de Santo Domingo. Se logró sacar gran parte de sus provisiones y se aprovechó la madera para construir el primer asentamiento europeo en tierras americanas: el Fuerte de la Navidad. Cristóbal Colón dejó allí 39 hombres, regresando en la carabela Niña.
La carabela Niña. La más rápida.
Era la más pequeña, pero la única que realizó tres de las cuatro expediciones de Colón a América. Ligera, fácil en la maniobra y rápida en su navegar; en el primer viaje, regresó como la capitana de la expedición, tras la pérdida de la Santa María. Construida en 1488 en la ribera de Moguer con el nombre de Santa Clara, fue apodada como La Niña, al ser propiedad de los hermanos Niño. Cargaba unas 50-55 toneladas y su tripulación se estima en unos veinte marineros. Tenía cubierta principal y tolda, pero sin castillete de proa. Partió con velas latinas que se cambiaron por cuadradas en Canarias para aprovechar el viento en mar abierto sobre la maniobrabilidad.
Como buena carabela, la Niña era en su construcción más portuguesa, con gran parecido a un cárabo, pequeña embarcación norteafricana habitual en el Mediterráneo y que los portugueses copiaron, ampliaron y añadieron velas. las bordas laterales eran seguidas desde la tolda (piso superior) a la proa, sin castillete, y la zona cubierta por la tolda era muy reducida. Su capitán fue Vicente Yánez Pinzón. La Niña sirvió de modelo para la construcción de la primera carabela en tierras americanas: la India.
La carabela Pinta. La nave del capitán Martín Alonso Pinzón
La carabela Pinta, al igual que la Niña, fue aportada por los marineros de la zona como pago de una condena pendiente desde la última guerra pendiente entre Portugal y Castilla, finalizada con el Tratado de Alcaçovas-Toledo, en 1479, cuando unos marineros se saltaron los límites con el país vecino, lo que sirvió a los Reyes Católicos para la expedición colombina. Pertenecía al cántabro Gómez Rascón y al palermo Cristóbal Quintero, quizá de procedencia norteña y atracada en la ribera de Moguer, Huelva. Inicialmente no elegida por Colón, al tener otras dos naves, fue la intervención de Martín Alonso Pinzón lo que hizo que se decantase por las carabelas Pinta y Niña.
Las carabelas son más sencillas que las naos, con una cubierta principal de proa a popa y la bodega. Cuenta con una elevación en la parte trasera, la tolda; y un pequeño castillete de proa. Dispone de tres mástiles para el velamen: trinquete, mayor y mesana y está gobernada con timón de codaste, pues aún no existía el timón de rueda. Cargaba unas 75 toneladas. Unas treinta personas componían la tripulación que tenía al frente al mayor de los hermanos Pinzón, Martín Alonso. Fue la nave más "rebelde" de las tres, en los primeros días tuvo que soportar el posible sabotaje de sus dueños, que habían manipulado el timón, aunque su capitán consiguió llegar a Canarias, donde se reparó.
Posteriormente, ya en el Nuevo Mundo, Martín Alonso Pinzón decidió hacer "sus propias Américas"y, en el viaje de regreso, cerca de las Azores (Portugal) volvió a separarse por las tormentas de su ruta. Llegó a Baiona (Galicia), a principio de marzo de 1443, arribando en el puerto de Palos de la Frontera el 15 de marzo, horas después de la Niña.
El puerto del siglo XV
El 3 de agosto de 1492, al alba, y tras celebrar misa en la iglesia de san Jorge, situada junto al histórico castillo, Cristóbal colón zarpó del puerto de Palos, acompañado de los tres Pinzón, los hermanos Niño y un nutrido grupo de marineros, principalmente de la zona, en lo que sería una gesta inolvidable en la historia universal.
Palos contaba con unos 2.500 habitantes en el siglo XV y en el río fondeaban numerosas embarcaciones locales dedicadas, sobre todo, a la pesca y al comercio.
Los marineros palermos tenían fama por su saber náutico y el enclave era también frecuentado por otros barcos de procedencia más lejana, dando al río Tinto gran renombre en las rutas de navegación de la época.
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