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viernes, 5 de mayo de 2023

Poesías. Poemas de amor. Miguel Hernández

 Poesías nuevas y clásicas, de arrollador espíritu nuevo en el sentimiento expresado. La obra de Miguel Hernández es representativa del tiempo en que le tocó vivir y al que se entregó con toda la ilusión de que era capaz su sentir de poeta. Arrebatado, tierno, popular, solidario con su época y sus hermanos, los hombres, ha dejado su voz a generaciones futuras, al lado de grandes poetas Garcilaso, Bécquer, Rubén Dario, Juan Ramón Jiménez, Machado...Leer a Miguel Hernández es penetrar enteramente en un mundo próximo y entrañable, cálido, lleno de sinceridades y compromisos, con el arrojo del poeta que canta inspirado por algo superior a su voluntad.
 
 
 La aventura de vivir , para Miguel Hernández, empieza en tierras levantinas. En Orihuela, el 30 de octubre de 1910. Puede verse en su partida de nacimiento del Registro Civil (libro 60, folio 188) con el nombre de pila y los dos apellidos correspondientes: Miguel Hernández Gilabert.

 El pueblo, lo tranquilo, y allá lejos, la capital de España. Años de 1930 y 1931. Versos y días ardientes. Primavera de abril, con nuevos horizontes. Miguel está nervioso. Orihuela es poco, y la meta para sus veintiún años es Madrid...

el corazón, como el pájaro,
no piensa sino en volar...
 

Que mi voz suba a los montes
y baje a la tierra y truene,
eso pide mi garganta
desde ahora y desde siempre.
 

Soy una abierta ventana que escucha,
por donde va tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha
que siempre deja la sombra vencida.
 

Ayudadme a ser hombre: no me dejéis ser fiera
hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente.
Yo, animal familiar, con esta sangre obrera
os doy la humanidad que mi canción presiente. 
 
 
Bocas de ira.
Ojos de acecho.
Perros aullando.
Perros y perros.
Todo baldío.
Todo reseco.
 
Cuerpos y campos,
cuerpos y cuerpos.
¡Que mal camino,
qué ceniciento!
 
¡Corazón tuyo,
fértil y tierno! 
                                            
                                                        

 Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
 
Con tres heridas yo:
la de la muerte,
la de la vida,
 la del amor.
 
 
 
Increíble sencillez. El material retórico no puede ser más parvo. Tres sustantivos de raíz existencial y tres leves asonantes. Mutación en el orden enumerativo dentro de cada una de las tres estrofas. Prodigio de la poesía lírica, capaz de infundir un turbador poder de sugestión a la pura palabra.


Me cogiste el corazón
y hoy precipitas su vuelo
con un abril de pasión
y con un mayo de cielo.




El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo
desde las trémulas mesas
donde se apoya el recuerdo,
la gravedad de la ausencia,
el corazón, el silencio.

Oigo un latido de cartas
navegando hacia su centro.




 
 

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