Marcela De Juan (La Habana, 1905 - Ginebra, 1981) era el nombre hispanizado de Huang Masai, escritora, traductora, intérprete, periodista y difusora de la cultura china -especialmente la literaria- en España.
De Juan fue hija de Huang Lühe, un alto funcionario y diplomático en las postrimerías de la dinastía Qing, y de Juliette Broutá-Gilliard, una ciudadana belga de origen español.
Hay quien esconde su amor
¿Quién dijo que fue por mi deseo
Esta separación, este vivir sin ti?
Mi túnica está aún transida de tu aroma;
Aún guardo entre mis manos la carta que enviaste.
Rodeando mi cuerpo
Me ceñí el cinturón en doble vuelta,
Y sueño que nos une a los dos en amoroso nudo.
¿Sabes que hay quien esconde su amor?
Como la delicada flor, demasiado preciosa para ser cortada?
Emperador Wu Ti, de la dinastía Liang.
Siglo V.
Los hechos y los hombres viajan hacia el morir como pasan las aguas del Río Azul a perderse en el mar... |
Flores y calro de luna sobre el río en primavera
Yerto e inmóvil en la tarde el río.
Los colores de la primavera brillan en plenitud.
De repente una ola arrebatada a la luna.
Y llega la marea con su carga de estrellas.
Emperador Yang Ti, de la dinastia Sui.
Siglo VII
Bambúes de mi jardín de Tchang Kon
Los bambúes antiguos, son aceradas puntas,
rozan las nubes del azul.
Como Siang Jou, torno indolente a mi país,
sin más deseo que una noble pobreza.
Mil arpentas de bambúes se agitan en el viento,
silban bajo la lluvia.
Bajo el peso de un pájaro, inclínase una rama
y penetra en mi ánfora.
Li Ho. Dinastía T'ang.
Siglo VIII
Estampa
Sin hablarse, dos corazones se amaron en secreto.
Ella borda a la luz del quinqué; camina él a la luz de la luna.
Al llegar ante la celosía, él sabe que ella vela,
En el hondo silencio de la noche se oye el leve ruido
de las tijeras que se caen al suelo...
Anónimo. Dinastía T'ang
Siglo VIII
Canción de las marionetas
Se tallan en madera
los rostros viejos de las marionetas.
Se manejan con hilos.
Con su arrugada piel y sus cabellos blancos,
Asemejan verdaderos ancianos.
Mas, acabada la comedia,
se derrumban inmóviles.
Igual que marionetas, los humanos
pasan, como en un sueño, por la vida.
Del Emperador Hiuan Tsong.
Dinastía T'ang. Siglo VIII
Resignación
No pienses en las cosas que fueron y pasaron;
Pensar en lo que fue es añoranza inútil.
No pienses en lo que ha de suceder;
Pensar en el futuro es impaciencia vana.
Es mejor que de día te sientes como un saco en la silla;
Que de noche te tiendas como una piedra en el lecho.
Cuando viene el yantar, abre la boca;
Cierra los ojos cuando viene el sueño.
Po Chu Yi. Dinastía T'ang
Siglo IX
(...) La antología poética de la dinastía T'ang comprende 900 volúmenes que recogen más de 48.900 poemas compuestos por no menos de 2.300 poetas, se considera como la época de oro de la poesía china, sólo comprende tres siglos, breve espacio en la edad -dilatada como ninguna- de la civilización china, que es como decir de la poesía china. (pág. 3)
(...) En cuanto a impulsos y motivos líricos, el poeta chino responde en general a los mismos que el poeta de cualquier otra latitud, dentro de la constante universal del hombre que canta el gozo y llora la común angustia metafísica, eterno leit motiv de la poesía eterna.
Pero, sin duda, dentro de esta variedad de impulsos poéticos, hay algunos a los que el poeta chino es particularmente sensible. Entre ellos, en primer término, las incitaciones de la naturaleza, del paisaje. Más que ningún otro, el poeta chino es el arpa eólica que vibra -canta o gime- a la caricia o a la herida del paisaje; de la luz, del color, de la brisa y de la lluvia, de la luna y del sol: de todos los misterios efluvios, sutiles o violentos, de la tierra y del cielo. En la poesía china -dice Goethe- "la naturaleza exterior acompaña siempre al hombre. Se oye constantemente el chapuzar de los pececillos dorados del estanque, los pájaros cantan siempre en la enramada, el día es siempre alegre y soleado, la noche siempre clara; se habla mucho de la luna..." (Eckerman: Conversaciones con Goethe). Esto no es rigurosamente exacto, también ulula siniestro el huracán en el otoño y, en invierno, clava la nieve sus cristales en los miembros ateridos del árbol y del hombre...(Pág. 8-9)
(...)Más, a pesar de esta aparente monocordia, el mundo lírico de mi tierra de origen es tan amplio y ecléctico, tan universal y ambicioso, que a veces -con mucha frecuencia- llega incluso a salirse de los límites señalados a la poesía lírica por las preceptivas occidentales, y el poema se confunde con el aforismo, con el pensamiento filosófico, con la anécdota, con el cuadro de costumbres, con la crónica...(Pág. 10) Marcela de Juan
Sola en la noche
La lluvia tibia y el viento suave
Han liberado hoy por vez primera al sauce de los fríos cristales de nieve.
Me extasié contemplando los melocotoneros, y mis mejillas
trascienden ya tímidamente la primavera de mi corazón.
Mis pensamientos, como turbados por el vino, mis sentimientos
transidos de poesía.
¿Quién los compartirá, fundiendo con las mías sus lágrimas fraternas?
Se alejaron los afeites de mi rostro, y me pasan los ornamentos del peinado.
Envuelta aún en ropas invernales.
Lánguidamente hundida entre colinas de cojines bordados de oro.
Al reclinarme, se hieren contra ellos los fénix que
rematan las orquillas de mi tocado.
Inmersa en soledad, guardo en mi corazón una melancolía
densa y amarga, sin ningún sueño placentero y bello.
Y, en la noche que avanza, corto y dispongo la floración de las antorchas.
De la poetisa Li Ts'ing Chao, dinastía Song
Finales del siglo XI, principios del siglo XII.
Lluvia de flores de melocotonero
Se extinguía el perfume de los rojos nenúfares.
El aire leve del otoño penetraba a través de las perlas de jade de la cortina.
¿Quién me enviaba estos mensajes de amor, desde las nubes.
En el bajel de las orquídeas, al resplandor de las antorchas?
Es la estación en que retornan los cisnes silvestres,
La luna llena el pabellón del Oeste.
Las flores -es su sino- revolotean y se esparcen.
El agua sigue su destino corriendo a concentrarse en un mismo lugar.
Los seres de la misma especie convergen en un mismo sueño.
Pero nosotros, ¡ay! estamos separados, y heme aquí,
solitaria, sabia ya con exceso en la tristeza.
Nada será bastante a fundir y anular este amor.
Por un momento, se detuvo en mis ojos; mas ahora gravita ya en mi corazón.
Se extinguía el perfume de los rojos nenúfares.
El aire leve del otoño penetraba a través de las perlas de jade de la cortina.
¿Quién me enviaba estos mensajes de amor, desde las nubes.
En el bajel de las orquídeas, al resplandor de las antorchas?
Es la estación en que retornan los cisnes silvestres,
La luna llena el pabellón del Oeste.
Las flores -es su sino- revolotean y se esparcen.
El agua sigue su destino corriendo a concentrarse en un mismo lugar.
Los seres de la misma especie convergen en un mismo sueño.
Pero nosotros, ¡ay! estamos separados, y heme aquí,
solitaria, sabia ya con exceso en la tristeza.
Nada será bastante a fundir y anular este amor.
Por un momento, se detuvo en mis ojos; mas ahora gravita ya en mi corazón.
De la poetisa Li Ts'ing Chao. Dinastía Song.
Finales del siglo XI, principios del XII.
Noche lluviosa de otoño
El viento como un volar de flechas, traspasa las cortinas.
Cae la lluvia fría oblicuamente y suena como el gong de los serenos.
Yerto el pecho, me tiendo en los cojines, mas no puedo dormir.
Me pesan como hierro las entrañas. Mis lágrimas resbalan incesantes.
El "siu-siu" de los bambúes bajo la ventana es angustioso como el mismo otoño.
El tejado gotea sobre las flores, ¡oh interminable noche!
Sola en la oscuridad, desamparada en este frío creciente,
abrumada me siento de infinita tristeza.
Y el corazón, a punto de romperse en pedazos.
En mi cuerpo, delgado cual caña de bambú,
Mis entrañas son cuerdas que se retuercen y se anudan.
¡Como alejar de mí tales angustias!
La ventana se queja. Oigo en la noche el caer de la lluvia
sobre los bambúes.
¡Y en cada una de sus hojas hay diez mil celemines de tristeza!
El viento como un volar de flechas, traspasa las cortinas.
Cae la lluvia fría oblicuamente y suena como el gong de los serenos.
Yerto el pecho, me tiendo en los cojines, mas no puedo dormir.
Me pesan como hierro las entrañas. Mis lágrimas resbalan incesantes.
El "siu-siu" de los bambúes bajo la ventana es angustioso como el mismo otoño.
El tejado gotea sobre las flores, ¡oh interminable noche!
Sola en la oscuridad, desamparada en este frío creciente,
abrumada me siento de infinita tristeza.
Y el corazón, a punto de romperse en pedazos.
En mi cuerpo, delgado cual caña de bambú,
Mis entrañas son cuerdas que se retuercen y se anudan.
¡Como alejar de mí tales angustias!
La ventana se queja. Oigo en la noche el caer de la lluvia
sobre los bambúes.
¡Y en cada una de sus hojas hay diez mil celemines de tristeza!
De la poetisa Chow Su Cheng. Dinastía Song
Finales del siglo XI
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