sábado, 29 de octubre de 2016

Breve antología de la poesía china. Marcela de Juan


Marcela De Juan (La Habana, 1905 - Ginebra, 1981) era el nombre hispanizado de  Huang Masai, escritora, traductora, intérprete, periodista y difusora de la cultura china -especialmente la literaria- en España.
De Juan fue hija de Huang Lühe, un alto funcionario y diplomático en las postrimerías de la dinastía Qing, y de Juliette Broutá-Gilliard, una ciudadana belga de origen español.




Hay quien esconde su amor 

¿Quién dijo que fue por mi deseo
Esta separación, este vivir sin ti?
Mi túnica está aún transida de tu aroma;
Aún guardo entre mis manos la carta que enviaste.
Rodeando mi cuerpo
Me ceñí el cinturón en doble vuelta,
Y sueño que nos une a los dos en amoroso nudo.
¿Sabes que hay quien esconde su amor?
Como la delicada flor, demasiado preciosa para ser cortada?

                                                                      Emperador Wu Ti, de la dinastía Liang.
                                                             Siglo V. 

 
Los hechos y los hombres viajan hacia el morir como pasan las aguas del Río Azul a perderse en el mar...


Flores y calro de luna sobre el río en primavera

Yerto e inmóvil en la tarde el río.
Los colores de la primavera brillan en plenitud.
De repente una ola arrebatada a la luna.
Y llega la marea con su carga de estrellas.

                                                                     Emperador Yang Ti, de la dinastia Sui.
                                                   Siglo VII
  



Bambúes de mi jardín de Tchang Kon

Los bambúes antiguos, son aceradas puntas,
rozan las nubes del azul.
Como Siang Jou, torno indolente a mi país,
sin más deseo que una noble pobreza.
Mil arpentas de bambúes se agitan en el viento,
silban bajo la lluvia.
Bajo el peso de un pájaro, inclínase una rama
y penetra en mi ánfora.

                                                                                     Li Ho. Dinastía T'ang.
                                                                                     Siglo VIII   



 
Estampa

Sin hablarse, dos corazones se amaron en secreto.
Ella borda a la luz del quinqué; camina él a la luz de la luna.
Al llegar ante la celosía, él sabe que ella vela,
En el hondo silencio de la noche se oye el leve ruido
de las tijeras que se caen al suelo...

                                                                  Anónimo. Dinastía T'ang
                                                                Siglo VIII   
  




Canción de las marionetas

Se tallan en madera
los rostros viejos de las marionetas.
Se manejan con hilos.
Con su arrugada piel y sus cabellos blancos,
Asemejan verdaderos ancianos.
Mas, acabada la comedia,
se derrumban inmóviles.
Igual que marionetas, los humanos
pasan, como en un sueño, por la vida.

                                                          Del Emperador Hiuan Tsong.
                                                   Dinastía T'ang. Siglo VIII 
 



Resignación

No pienses en las cosas que fueron y pasaron;
Pensar en lo que fue es añoranza inútil.
No pienses en lo que ha de suceder;
Pensar en el futuro es impaciencia vana.
Es mejor que de día te sientes como un saco en la silla;
Que de noche te tiendas como una piedra en el lecho.
Cuando viene el yantar, abre la boca;
Cierra los ojos cuando viene el sueño.

                                                         Po Chu Yi. Dinastía T'ang
                                                    Siglo IX


(...) La antología poética de la dinastía T'ang comprende 900 volúmenes que recogen más de 48.900 poemas compuestos por no menos de 2.300 poetas, se considera como la época de oro de la poesía china, sólo comprende tres siglos, breve espacio en la edad -dilatada como ninguna- de la civilización china, que es como decir de la poesía china. (pág. 3)

(...) En cuanto a impulsos y motivos líricos, el poeta chino responde en general a los mismos que el poeta de cualquier otra latitud, dentro de la constante universal del hombre que canta el gozo y llora la común angustia metafísica, eterno leit motiv de la poesía eterna.
Pero, sin duda, dentro de esta variedad de impulsos poéticos, hay algunos a los que el poeta chino es particularmente sensible. Entre ellos, en primer término, las incitaciones de la naturaleza, del paisaje. Más que ningún otro, el poeta chino es el arpa eólica que vibra -canta o gime- a la caricia o a la herida del paisaje; de la luz, del color, de la brisa y de la lluvia, de la luna y del sol: de todos los misterios efluvios, sutiles o violentos, de la tierra y del cielo. En la poesía china -dice Goethe- "la naturaleza exterior acompaña siempre al hombre. Se oye constantemente el chapuzar de los pececillos dorados del estanque, los pájaros cantan siempre en la enramada, el día es siempre alegre y soleado, la noche siempre clara; se habla mucho de la luna..." (Eckerman: Conversaciones con Goethe). Esto no es rigurosamente exacto, también ulula siniestro el huracán en el otoño y, en invierno, clava la nieve sus cristales en los miembros ateridos del árbol y del hombre...(Pág. 8-9)

(...)Más, a pesar de esta aparente monocordia, el mundo lírico de mi tierra de origen es tan amplio y ecléctico, tan universal y ambicioso, que a veces -con mucha frecuencia- llega incluso a salirse de los límites señalados a la poesía lírica por las preceptivas occidentales, y el poema se confunde con el aforismo, con el pensamiento filosófico, con la anécdota, con el cuadro de costumbres, con la crónica...(Pág. 10) Marcela de Juan
        

domingo, 23 de octubre de 2016

Otra vuelta de tuerca. Henry James




El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere,
sino querer siempre lo que se hace.
                               León Tolstoi


La historia nos había tenido en suspenso, alrededor del fuego, pero aparte de la obvia reflexión de que era siniestra, como esencialmente debe serlo toda extraña historia contada una noche de Navidad en una vieja casa, no recuerdo que sobre ella se hiciera ningún comentario...


Pero Miles se había escapado de mis brazos y volviéndome la espalda, exploraba a nuestro alrededor, escrutaba la ventana, para ver tan sólo el día apacible. Bajo el golpe de esta pérdida que tanto me enorgullecía, lanzó el grito de una criatura que cae al abismo, y el abrzo con que lo recobré pudo haber sido el de sujetarlo en su caída. Lo sujeté, sí, lo estreché contra mi pecho. ¡puede imaginarse con qué pasión! Pero después de un minuto empecé a sentir lo que realmente estrechaba. Estábamos solos en el día apacible, y su pequeño corazón, desposeído, había dejado de latir. (Pág. 186)
 

 

Autor: Henry James
Título original: The Turn of the Screw
Epílogo del autor

Traducción del inglés: José Bianco
Ilustracionaes: Ana Juan
Editorial: Glaxia Gutenberg / Círculo de Lectores

Edición 2013
Nº de páginas: 195




Henry James (Nueva York, 1843 - Londres, 1916) Narrador, crítico y dramaturgo estadounidense de obra psicológica y estructuralmente compleja, considerado uno de los grandes maestros de la ficción moderna. Era hermano del filósofo y psicológo W. James.
Estudió en Nueva York, Londres, París y Ginebra, y en 1875 se establció en Inglaterra. A los veinte años comenzó a publicar cuentos y artículos en revistas de  su país.
 
 


Pastas caseras de almendra





viernes, 14 de octubre de 2016

Bartleby el escribiente. Herman Melville


"La joya no puede ser pulida sin fricción, 
ni el hombre perfeccionarse sin esfuerzo."  
                                                                     Proverbio chino


Soy un hombre de cierta edad. En los últimos teinta años, mis actividades me han puesto en íntimo contacto con un gremio interesante y hasta singular, del cual, entiendo, nada se ha escrito hasta ahora: el de los amanuenses o copistas judiciales. He conocido a muchos, profesional y particularmente, y podría referir diversas historias que harían sonreír a los señores benévolos y llorar a las almas sentimentales. Pero a las biografías de todos los amanuenses prefiero algunos episodios de la vida de Bartleby, que era uno de ellos, el más extraño que yo he visto o de quien tenga noticias.
 
 Wall Street, 1850. Un abogado trabaja con sus dos copistas, Turkey y Nippers, y el chico de los recados, Ginger Nut, de manera tranquila y rutinaria, cuando el incremento del trabajo le obliga a buscar ayuda adicional. En respuesta a su demanda, aparece una mañana un joven de figura pálidamente pulcra, lamentablemente decorosa e incurablemente desamparada...Es Bartleby.
 

Autor: Herman Melville
Título original: Bartleby the Scrivener. A Story of Wall Street

Traducción y notas: Arturo Agüero Herranz
Nº de Páginas: 65

Alianza Editorial, S.A.
Edición 2014

 


1852 y 1853 son años difíciles para Melville. Por un lado, sufre la decepción de su amistad con Hawthorne y, por otro, vive el fracaso de su carrera como escritor. Moby Dick, que los críticos no supieron apreciar en toda su dimensión, no terminaba de funcionar comercialmente, y Pierre o las ambigüedades, cuya composición le dejó exhausto, significó uno de los mayores descalabros de su carrera. No en vano, por esta novela en una reseña de la época se le tildó, sin ambages, de "loco".
 Pero estos años son también de capital importancia para entender la vida y obra posterior del novelista y poeta, a quien todavía le quedaban por escribir relatos hoy considerados obras maestras como Bartleby, el escribiente, Benito Cereno y la inconclusa Billy Budd marinero.




Andrew Delbanco , profesor de la Universidad de Columbia, escribió una biografía de Herman Melville, el autor de Moby Dick, acaso la más importante novela escrita en Estados Unidos en todos los tiempos. Haciendo un balance dice Delbanco que Melville "es una presencia viva en el sentido más amplio de la cultura. Entre sus contemporáneos es el más grande sin discusión, habiendo logrado combinar el estruendo de Nueva York de Witman, con la gravedad de la Nueva Inglaterra de Hawthorne para obtener, en Moby Dick, una sensibilidad que creó el clásico norteamericano del siglo XIX (posiblemente junto a Huckleberry Finn) que mantiene su poder moral sin haber caído en lo moralista. (...) Hay muchos escritores que consiguen hacernos pensar lo que ellos, pero son muy pocos los que, una vez ha muerto su época, continúan haciéndonos reflexionar con ellos. Melville pertnece a ese grupo".
 
 
"Aquel que tiene un porqué para vivir,
se puede enfrentar a todos los cómos."
                                                                        Friedrich Nietzsche